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A debate

A propósito de la declaración de la UNEAC

Loly Estévez, Desiderio Navarro, Jorge Luis Sánchez, Francis Sánchez e Ileana Álvarez.

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Lo que sí no pude dejar de decirle personalmente al Presidente del ICRT es que no creo en el descontrol como explicación de los tres incidentes, pues tengo más de una experiencia personal para saberlo: como recordarás, cuando me invitaste amablemente a participar en el programa Diálogo abierto en una discusión sobre la cultura masiva —tema sobre el que tanto he escrito y hablado—, se te puso como condición que yo no participara en el programa en vivo, sino que mi intervención fuera grabada tres días antes para que fuera revisada, eventualmente aprobada por instancias de dirección y sólo después yuxtapuesta mecánicamente al diálogo en vivo de los otros tres participantes (Julio García Espinosa, entre ellos), a lo cual, por supuesto, me negué, indignado. Control es lo que se sobra en el ICRT para todo lo que no sea racismo, homofobia, burla de los defectos físicos de las personas, culto yanquifílico de Oscares, Grammys, MTV, etc. como instancias supremas de valoración artística mundial; nostalgia del kitsch prerrevolucionario, culto del abolengo y los linajes artísticos, ideología New Age en sus diversas manifestaciones, culto de los millones ganados en contratos, taquillas o subastas, y de la fama mediática, como criterios de éxito artístico; defensa militante de la banalidad desde el relativismo y el consumismo neoliberales, y muchos etcéteras.

Pero, tal como en los 70 estar en el CNC no significaba compartir su política cultural (yo mismo trabajé en él entre cesantía y cesantía), sé que tampoco estar hoy en el ICRT es aprobar toda esa política o, si se prefiere el eufemismo, ese descontrol.

Recibe mis saludos cordiales y mis deseos de éxitos en tu estancia gijonense.

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De Francis Sánchez e Ileana Álvarez

Secretariado de la UNEAC:

Ahora no sería honrado quedarnos callados. No nos sentimos identificados con el espíritu y la letra de la Declaración que han hecho pública, por su pobreza de miras. Lejos de aclarar, confunde.

La UNEAC es tan responsable como cualquier otro nivel de institucionalidad en la política cultural, su gestión dentro del tramado de esa política es un puntal del que depende en alto grado cómo sintamos sus miembros mayor o menor respaldo. Se ha descuidado la representatividad de las diferencias, necesidades y aportes de los intelectuales cubanos.

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De Jorge Luis Sánchez

Un grupo se reúne adentro, discute y analiza. Otro grupo, mayor, desde afuera, sigue, con más o menos información cibernética, el resultado de lo que aquellos discutieron adentro.

Como en las malas películas americanas de la Tanda del Domingo, pareciera que con la declaración de la UNEAC ya está todo resuelto. Es disimuladamente conclusiva. No me satisface. No me siento representado en ella, a pesar de que no soy miembro de esa organización.

Mientras, la TV, que toda llena de incoherencias censura Fresa y Chocolate, entre otros filmes producidos por la Política Cultural vigente, filme que sí le aportó, no ya a la cultura, sino a la sociedad toda, haciéndonos menos medievales, nuestra TV sigue con su particular Política Cultural, que en su generalidad, no es más que la aplicación histórica de la no Política Cultural. Recuérdese que lo que no sale en la televisión de este país, sencillamente, no existe. No es.

Mientras, se sigue aplicando sobre la herida (el conflicto), un esparadrapo (la Declaración), que carece de exigir una eficiente solución, por lo que se convierte en un paliativo, o algo así como una respuesta metodológicamente vieja, ineficiente, e insatisfactoria. Pienso que la UNEAC debió exigir. La TV responder. En este caso, la TV respondió por boca de la UNEAC, para uno quedarse definitivamente frustrado, y más confundido.

Entonces se repite la jodida práctica de publicar una Declaración, que de cara al pueblo, está incompleta, destinada a ser interpretada por videntes, pues omite cualquier cantidad de datos y se disuelve en su generalidad.

En Centro Habana me han preguntado qué fue lo que pasó, y me da fatiga resumir lo que ha estado sucediendo todos estos días, todos estos años, todas estas décadas. Paradoja, pues para la mayoría de los cubanos, a los que se les sigue diseñando la existencia para vivirla pendiente del televisor, no saben qué fue lo que pasó en los tres programas televisivos citados por la Declaración.

La serenidad no debería relacionarse con la aplicación de soluciones viejas a problemas viejos, y nuevos. Sintonicé rápidamente que alguien dijera, públicamente, más o menos, que de justificaciones ya está cansada la revolución.

Nunca una torpeza será solucionada con otra torpeza.

A menos que se quiera dar una señal de tranquilidad hacia el exterior, menoscabando el interior. Otra vieja práctica.

Desde que nací los grandes y esenciales debates de la cultura de mi país se siguen postergando, argumentándose una frase conservadora, machacona y desgastada: Este no es el momento.

¿Y cuándo será?

La Declaración pudo haber sido una mejor señal. No basta que escriban que la Política de la Revolución es Irreversible. ¿A qué exigencias apelar cuando esté amenazada esa garantía? ¿A qué figura histórica? ¿A dónde? ¿A una Declaración? ¿A una autocrítica? ¿Ya? …Bue, será porque las penas se agolpan unas a otras, y dijo Sindo que por eso no matan.

¿Seremos eternamente hijos de los contextos? Ingenuo, me dijo alguien, que entre los ochenta y principio de los noventa, dio bastante dolores de cabeza a los artistas… Recordar el filme Alicia en el pueblo de maravillas.


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