Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Cine, Arte 7

Al otro lado de la imagen

Una metáfora de la globalización y de los efectos de una cultura homogeneizadora. Esta es la película más surreal y heterodoxa de Denis Villeneuv

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El tema del doble, el doppelgänger, ha sido abordado abundantemente en el cine y por grandes directores. Polanski es el maestro de la identidad asaltada. No solo en la más evidente, The Tenant, sino en casi toda su obra está implícito el tema del individuo que es poseído por la presencia insidiosa de un ausente, de un ambiente o de un oponente tangible. Pero tampoco se puede olvidar una obra maestra como Vértigo, en la cual el personaje de James Stewart es destrozado emocionalmente y manipulado por entes inmorales, a través de la substitución de una identidad. Más recientemente, David Lynch ha jugado con el tema en algunas de sus películas pero principalmente en Inland Empire, donde no solamente se duplica la identidad personal, más bien se multiplica y se pone en cuestión, sino también la alteridad de la realidad total.

El tema de la alteridad interesa al creador por la amenaza que, de existir, asecha a la individualidad. El peligro de no ser únicos permitiría que nos disolviéramos en la masividad, ese caldo de cultivo de las dictaduras. La dictadura y la repetición de la historia, primero como tragedia y después como comedia, es un tema de interés del profesor Adam Bell, quien se nos presenta como un aletargado profesor de historia en una universidad genérica. Cita a Hegel y a Marx, pero enseña sin pasión, cualquier otro pudiera ocupar su lugar.

Bell lleva una vida oscura y rutinaria. Vive en un edificio indistinguible, en una zona suburbana que pudiera existir en cualquier país del primer mundo. Su apartamento está despojado de toda ornamentación que lo individualice. Se acuesta con su novia, como para quemar energías, a pesar de que ella siempre tiene un problema que le impide llegar al orgasmo.

Una noche, mientras mira una película en su casa, descubre un actor, en un rol muy secundario, que es idéntico a él. Tras una breve búsqueda en internet, obtiene el nombre del actor y saca otros videos de películas en las cuales actúa y confirma su similitud física. A partir de ese momento dedica sus energías a encontrar a Anthony Clair, que así se llama el actor que usa el nombre artístico de Dennis St. Claire. Poco a poco invade su privacidad, muy diferente a la suya y se va apropiando de la misma. Insiste en conocerlo y lo hace. Comienza a hacerle proposiciones para intercambiar sus realidades, incluyendo sus mujeres (que en la película no son más que objetos de propiedad), desencadenando una serie de hechos que parecen irse fuera del control de ambos.

Inteligentemente desarrollada, la trama nunca nos permite saber a ciencia cierta si esto es un sueño, una obsesión, una alucinación, un delirio o una verdadera realidad duplicada. Hay claves para cuestionarnos la realidad de los hechos. En un momento determinado Adam se reúne con su madre, quien le asegura que él es el único hijo que ella ha tenido y que vuelva a la realidad. O, si uno observa, las películas tienen fechas atrasadas. ¿Será que Adam fue aspirante a actor y sufre amnesia?

Los personajes están bien diferenciados por su vestimenta (Adam usa sacos de corduroy y Anthony jackets de cuero), sus vehículos (Adam maneja un Volvo viejo y Anthony una motocicleta nueva), sus aposentos (el apartamento de Adam es espartano, apenas unos pocos muebles genéricos, el de Anthony es moderno y ostentoso) y su estilo personal (Adam es apagado, casi marásmico, Anthony es enérgico y vital). Puede que Anthony sea todo lo que Adam desea ser y no es. El conflicto entre el id y el ego. Mientras tanto, una inmensa araña camina sobre la ciudad (sabemos que es Toronto, pero está filmada de forma que puede ser cualquier otra urbe cosmopolita). Las tomas de cámara de los cables de los trenes los hacen parecer telarañas. Los últimos cinco minutos son, en realidad, impredecibles.

Denis Villeneuve (Incendies, Prisoners) es un realizador y guionista franco-canadiense, que gusta de temas en los cuales la sordidez impere. En este caso, junto al español Javier Gullón (El rey de la montaña), ha adaptado la novela El hombre duplicado, del portugués José Saramago, ganador del premio Nóbel de Literatura en 1998. Da la casualidad que es el único texto de Saramago que he leído y que poseo. Por lo general, pienso que las buenas novelas resultan en malas películas. Esta casi resulta una excepción, aunque ni la novela es tan buena ni la película tan mala. Ambas son bastante buenas. La obra de Saramago es una de esas narraciones que en casi cuatrocientas páginas tiene apenas unos doce párrafos y los diálogos están incorporados a la narración. Villeneuve, manteniéndose increíblemente fiel a la novela, ha logrado transponer a la imagen lo que parece casi imposible, haciendo excelente uso del detalle visual y llevando los diálogos al mínimo. La puesta en escena hace pensar en algo que nunca se inició como objeto de palabras.

Saramago, a través del uso de algunos calembours, lleva humor a la trama, así como momentos de desahogo (las llamadas zonas de relevo), a un argumento grave y rapaz. La película por su parte, adolece de exceso de solemnidad y a ratos se ahoga en su propia gravedad.

Jake Gyllenhaal (Prisoners, Zodiac, Donnie Darko), en su doble papel de Adam y Anthony, se echa el filme sobre sus hombros. Su actuación es impecable. Con gestos mínimos es capaz de dar los matices que diferencian cada uno de sus personajes. El resto de las actuaciones giran alrededor de él. Melanie Laurent (Inglorious Basterds, Now You See Me), como la novia de Adam, y Sarah Gadon (Cosmopolis, A Dangerous Method), como la esposa de Anthony, están bien en sus limitados papeles, pero en realida no tienen mucho que hacer.

La fotografía de Nicolas Bolduc (War Witch), reduce el contraste y la tonalidad de los colores, para ofrecer una visión de lo urbano como elemento masificador y disolvente de la humanidad. Una metáfora de la globalización y de los efectos de una cultura homogeneizadora.

Esta es la película más surreal y heterodoxa de Villeneuve. Aunque estrenada después, fue realizada antes que la más convencional y lineal Prisoners. Es un filme que a ratos pierde su ritmo y que posee demasiado gravitas, pero para el espectador activo, es una obra que se queda con uno mucho después de salir del cine. Sin pedantería y sin pontificar, es una película que hace pensar. Las opciones están abiertas, cualquier cosa puede existir más allá de la imagen.

Enemy (Canadá/España, 2013). Dirección: Denis Villeneuve. Guión: Denis Villeneuve y Javier Gullón basado en la novela El hombre duplicado, de José Saramago. Director de Fotografía: Nicolas Bolduc. Con: Jake Gyllenhaal, Melanie Laurent y Sarah Gadon. De estreno limitado en algunas ciudades de Estados Unidos.


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