Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Apuntes sobre “Experimento: Ella y Él completamente solos”

Pasan por estas páginas, de forma vertiginosa, Bárbara Keesling, Jodorovsky, Foucault, Deepak Chopra, Annie Sprinkle y muchos otros

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Decía el gran escritor español Camilo José Cela —respondiendo a quienes ponían en duda el género literario de algunas de sus obras—, que “Novela es todo aquello que, editado en forma de libro, admite debajo del título, y entre paréntesis, la palabra novela”. Dicho lo anterior, paso al meollo del asunto.

Debo haber conocido a Lázaro Buría Pérez a fines de 1969, porque en ese año yo acababa de salir del SMO —Servicio Militar Obligatorio— de modo que llevaba algunos meses en la vida civil, y para refugiarme de mi inactividad laboral aproveché la oportunidad que por aquel momento brindaba el Instituto Cubano de Radio y Televisión y matriculé en un curso de dibujos animados que la entidad ofrecía entonces.

Buría era el mismo personaje de estos días. Pero sin el aplomo y cautela que para nuestra suerte ha ganado en las últimas décadas. Debe haber sido su juventud.

Buría Pérez trabajaba a la sazón en el ICAIC —Instituto Cubano de Artes e Industria Cinematográfica—, y yo lo trataba como uno más de la fauna y flora de los hombres y mujeres que empleaban su tiempo y talento entre guiones, rollos de películas vírgenes, cámaras filmadoras, líquidos vaporosos y otros enseres de nombres complicados.

Comenzó su vida laboral en la metalurgia y estudió artes plásticas en la Academia San Alejandro. Cumplió tres años, dos meses y 18 días de Servicio Militar Obligatorio —así me lo precisó una vez—. Y obtuvo la Licenciatura en Estudios Cubanos en la Universidad de La Habana en 1975. A su obra —reconocida con premios nacionales e internacionales—, se agrega documentalista, realizador de noticieros de cine y director de ficciones para la televisión, además de cursos impartidos sobre varias especialidades del cine, incluida la dramaturgia, tanto en la isla como en Angola, Holanda, Suiza, España, etc., y estudios de post grado y autodidactas sobre Lingüística, Ciencias Sociales y Nuevas Tecnologías.

En 1998, terminada la serie para TV Buría Busca Burías —su primera obra como realizador y productor independiente—, se asienta en Asturias. Y entre 2002 y 2007 dirige el Dpto. de Diseño y Producción de la empresa Logro-Ser S.L. —en La Rioja—.

Aunque éramos amigos, sentía —y siento— una gran admiración por Lázaro. Porque tras las arengas y frases que normalmente usaba —y usa— el cineasta en su hablar cotidiano, esconde un imponderable caudal de conocimientos, que regala a sus contertulios. De modo que cuando me anunció que yo debía escribirle unas cuartillas sobre su más reciente obra, no me tomó de sorpresa. Ya estaba preparado para los sustos de esa suerte.

Ello suponía —y supone—, para decirlo en buen cubano: meterse en camisa de onces varas. Porque ya el gran humanista y escritor cubano, el presbítero Félix Varela Morales se había dado a la tarea de redactar en unos apuntes, Cartas a Elpidio, lo que considerada su testamento político.

La comunicación escrita entre personas es uno de los grandes avances de la humanidad, semejante a la consecución del fuego o a la revolución del neolítico con la aparición de la agricultura y la ganadería. Logró la ruptura de uno de los obstáculos naturales que se oponían al desarrollo humano: el espacio. Dentro de las numerosas trayectorias que tomó este tipo de comunicación, se debe destacar ahora la del vínculo personal entre individuos, lo que se ha denominado siempre con la palabra carta, cuyo contenido y destino puede ser desde el amoroso al insulto desafiante, pasando por el más habitual: asunto mercantil.

Pero trataré de ir al fondo sin más dilación. El texto —EXPERIMENTO: Ella y Él completamente solos— al que vamos a enfrentarnos, se compone de cuatro capítulos. Y el autor se vale de sus pericias y sus trampas narrativas para contarnos sus historias. En ellas sucede de todo. Y para demostrarlo un simple ejemplo:

de: Ballena Azul, para: Juan Manso, fecha: 27 de mayo. Asunto: HOLA. Estoy en el camino de encontrarme conmigo misma y me asusta la idea de llegar a esa esencia. A veces el yo ilusorio, trata de dirigir mi vida para ayudarme en la sobrevivencia. Cuando joven pensaba que tener muchos hijos permitiría la multiplicación de mi yo; pero por los problemas materiales que ya conocemos, no fue posible. Para sobrevivir, he tenido que adaptarme a circunstancias muy variadas, que nunca había imaginado. Me he camuflado, he agredido a otros y a mí misma; he huido y me he aislado; todas formas de autoengaño, como el método que te sugerí para dejar de fumar. ¿Será esa la manera ideal para no enloquecer y poder vivir en este pedazo de la Historia que nos tocó experimentar?

Nuestra cultura reduce a las mujeres a cuatro roles: virgen, puta, madre y tonta; es decir, señorita frustrada, pecadora despreciable, esclava doméstica y belleza hueca. Las religiones han tenido mucho que ver en esta clasificación. El primer Buda dijo a una monja “espero que después de morir renazcas en un hombre, para que te puedas iluminar”, y San Pablo escribió “Porque el varón… es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón” (1 Corintios 11, 7). ¿Qué difícil es de cambiar esto?”

La novela epistolar constituye un juego literario. Imaginemos que alguien ha debido reunir esas cartas de las que se compone la narración y que esa persona debería ser el editor del libro si las epístolas fuesen reales. Pero las cartas acostumbran a ser obra del autor de la historia ficticia, quien reparte el papel de narrador entre los distintos remitentes de los mensajes. El lector mantiene un acuerdo — tácito— con el escritor sobre la ficción de la historia por el que acepta la credibilidad de la autoría de las misivas y así eliminar ese tramo de la construcción del libro en el que alguien debería haber seleccionado, juntado y ordenado debidamente las cartas, y que no se ha producido al no existir éstas. Todo mensaje del género epistolar permite la desaparición del narrador omnisciente genérico, quien acostumbra a usar la tercera persona gramatical para narrar, en primera persona y en el papel de un personaje, según puntualiza el especialista Diego Marín Abeytua.

Pero remontarse a los orígenes es asaz difícil. Las Epístolas apostólicas, con las de San Pablo a la cabeza; fray Antonio de Guevara y sus Epístolas familiares; Montesquieu hizo crítica socio-política en sus Cartas persas, algo que el español José de Cadalso imitó en sus Cartas marruecas; Bécquer escribió Cartas desde mi celda; Valera, Pepita Jiménez; Cela, Pabellón de reposo…

De modo que hay un largo prontuario de ejemplos literarios que nos llevaría mucho tiempo copiar y sobre todo comentar. Porque la historia de la epistolografía comienza en la antigua Mesopotamia y Egipto. Hay que tener en cuenta que la escritura era una técnica especializada al alcance de muy pocas personas y su influencia solo destacaba en el ámbito oficial y mercantil. Este tipo de arte goza de gran consideración como género literario en el ámbito grecolatino.

La composición de epístolas apócrifas y ficticias es uno de los ejercicios favoritos de rectores y sofistas. Cuando hablamos de la historia de la novela nos remontamos a la antigüedad, donde hubo relatos de este tipo en Grecia, con Homero y en Roma, con Virgilio, por ejemplo. La Edad Media vería el surgimiento de los romances y las novelas caballerescas.

Hasta ese entonces, la mayor parte de las novelas se conservaban mediante tradición oral o gracias a la tarea de los copistas, en general sacerdotes, que se contaban entre las pocas personas que podían escribir manualmente. El siglo XVI, con la creación de la imprenta, empezaría a sentar las bases de la novela moderna, de la que el máximo exponente es Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes.

Pero me extravío en este mar de informaciones. Dice el narrador:

Haciéndolo así, no renuncio a masturbarme cuando lo siento necesario para equilibrar mi cuerpo y en el recinto privado de mi mente poseo y me poseen aquellas que despiertan mis deseos, como tú, sin que me frene sean ‘mujer del prójimo’. También doy vida imaginaria a romances que no existen realmente, pero que vividos virtualmente por mi cabeza me regalan momentos e instantes de sosiego y compensación que alivian parte de mis insatisfacciones ante la vida que llevo, que es, lo sé, de las más cómodas y generosas que puede alcanzar persona de este planeta en mi tiempo. No la del millonario y/o famoso sino la de ser de clase media que sabe exactamente qué necesita, ni más ni menos, para vivir y ser feliz.

Pasan por estas páginas, de forma vertiginosa, Bárbara Keesling, Jodorovsky, Foucault, Deepak Chopra, Annie Sprinkle, Confesiones de Don Juan, del antropólogo Carlos Castaneda, Naturaleza e Identidad, de Kinsey para explicar La Conducta Sexual del Varón y de... la Hembra. O Master y Johnson, Historia de dos cerebros de Mark Gungor, Kaplan y Hite con su famoso informe sobre “la sexualidad femenina”, Alain Touraine, Rafael Alcides y la novela Paradiso, de José Lezama Lima. Y hasta la Casa de muñecas de Henrik Ibsen,

Pero Buría no se detiene en otros tópicos porque sabe y quiere escribir novela político-sexual correcta e “in”, simultáneamente”, para avisar a las Ballenas Azules que...

Al contrario de lo que ÉL cree, ELLA (…) con el aumento de la edad no pierde el deseo sexual y las competencias para realizar ‘el acto’. Y en muchas, aumentan. Pero cuando sufren separación, sea por divorcio y/o viudez, pueden sentir anulada completamente su sexualidad. Lo cual no es así en ÉL, que tiene más facilidad, comúnmente, para encontrar otra ELLA. La menopausia modifica el deseo carnal de maneras diferentes. Algunas se sienten protegidas de ‘salir en estado’ y su sexualidad aumenta tanto cuantitativa como cualitativamente. Otras, encuentran excusa perfecta para dejar de ‘hacerlo’ de manera definitiva, y eso, si ELLA tiene pareja, le crea un problema a ÉL.

La disminución o ausencia de lubricación vaginal, es de las características que más afecta la calidad de las relaciones sexuales. La plasticidad, tersura y humedad de su interior, al disminuir con la menopausia, merma la secreción natural que se produce en ella durante la excitación y el coito, la cual para muchas y muchos es indicador del nivel de satisfacción que provocauna al otro y viceversa. La característica ‘vagina seca’ y ‘sin elasticidad’, no es algo que sucede a todas en la post menopausia, pues depende de cómo los ovarios van disminuyendo la producción de hormonas —estrógenos— a medida que suman años. Pero en un grupo grande de ellas, las que mantienen vida sexual activa, tales disminuciones y/o carencias no ocurren…”.

Quizás por ello quiero concluir con una frase del novelista Gonzalo Torrente Ballester: “Los historiadores mienten con documentos, los novelistas mienten con la imaginación.”

La “novela” fue publicada el 16 de enero de 2013 por la Editorial United PC y puede adquirirse en varias Librerías virtuales, incluida Amazón, como libro físico y próximamente en formato e-book.


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