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Literatura, Poesía

“Bajo esa luna extraña”, de Odette Alonso

El privilegio y la fuerza de la poesía de Odette Alonso responde a que pertenece a una generación que le ha tocado ver una larga transición histórica

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La primera vez que leí a Odette Alonso fue un poema rebelde que se integró a la trilogía poética de mujeres de Hispanoamérica Pícaras místicas y rebeldes, su poema “Candela como al macao”. Y como mi despiste es mucho, la palabra macao fue lo que me llamó la atención pues en Tijuana había un restaurante bar que se llamaba el Makao, con “k”, y me pregunté qué tendría que ver el poema de Odette con Tijuana. El macao, aparte de ser un crustáceo muy común en Cuba, llamado también cangrejo ermitaño, es una ciudad china, sobrenombrada Las Vegas de China y se han hecho leyes de migración de chinos sobre esta región, antes administrada por los portugueses, así como leyes de veda del cangrejo. Pero el macao también ha servido de inspiración para dar nombre a una canción, una playa y también es un blog, un bar, un hotel, y se han escrito cuentos, crónicas y poesía acerca de él.

Conforme fui leyendo en aquella ocasión “Candela como al macao”, me di cuenta lo que la poesía y la poética de Odette Alonso abarca en toda su obra: sus preocupaciones ante la sociedad cubana, esta intencionalidad rebelde y crítica, y su forma de hacer de la poesía, un cuerpo entero de cada poema, cosa que vuelvo a comprobar en la lectura de Bajo esa luna extraña, esta selección de varios de sus libros más connotados.

El privilegio y la fuerza de la poesía de Odette Alonso responden a que pertenece a una generación a la cual le ha tocado ver una larga transición histórica donde irrumpe la poesía moderna. Para una mente crítica de la generación de los nacidos en los sesenta, que inició con un despertar de rebeldías, no pudieron pasar desapercibidos acontecimientos que marcaron la historia. La niña Odette estaba creciendo a mediados del siglo XX, con deseos de tomar rumbo, sin saber con qué rostro volverán a mirarme los amigos y las calles estrechas que conducen al mar.

Era imposible no cuestionarse el mundo entero después del reparto de la manzana, la segunda guerra mundial y el terrible ensayo de la bomba de Nagasaki, como lo retoma en el poema “Los mercaderes del templo”: Afuera el mercader se hacía rico/ cantaba el mismo himno / ofrecía la gloria y guardaba las monedas.

Hay un énfasis que me hace pensar en una triple rebeldía personal, aislada y socialmente condenada, cito: Ya nadie entra en mi ciudad / ya nadie sale de ella./ Retumba el trueno/ se inflama/ intermitente/ la antorcha del ahorcado.

Después de la revolución socialista en Cuba, con las secuelas de la imposición del realismo socialista, se refleja, crítico y críptico, este obstinado canto a la desesperanza que deriva en orfandad y una declaratoria constante del fracaso de los ideales de una revolución que significó el encierro, como nos afirma en su poema “La patria”: Se fue quedando sola/ rodeada de fantasmas/ que subían del mar con las venas abiertas/ y chupaban la savia del famélico paso.

Las venas de Latinoamérica se abrían, como dijo Eduardo Galeano, mientras Latinoamérica se enarbolaba de manifiestos comunistas y revoluciones sociales y políticas. La imposición de las dictaduras militares se dejó venir, mas no era el tiempo de las predicciones; los días sin fe se acumulaban, como lo expresa en “La mordida de cronos”: Quién lo iba a predecir entonces/ el sol al rojo vivo sobre el hombro/ cuatro gotas de azufre marcando el rosetón./ Quién lo iba a predecir/ el aire dividido de un sablazo/ un hálito fatal/ un gesto que los años han borrado.

La poeta santiaguera también trascendió en el aislamiento, el despertar de la revolución psicodélica, la revolución sexual, el movimiento feminista, el sida, el boom latinoamericano, las grandes migraciones latinas y europeas, la vida electrónica que luego paso a estar descontrolada, la pornografía como vuelta a la vida junto con su indolencia, la información por todos lados y la vida intensificada por el mundo virtual y la información desmesurada de los medios comunicación vendidos al mejor postor.

Vida cotidiana, historia y política fueron cuestionadas con todos los sentidos, intensificados por las adversidades que como sociedad global hemos pasado en las últimas décadas con series clasificada de marketing y telenovelas.

Entre todo, la generación de ruptura había asimilado el pasado, el viejo mundo, para buscar las raíces y entender lo que estaba pasando en el mundo moderno, todo en busca del futuro promisorio que aseguraban los “Señores Dueños del Progreso”, para luego desentender la llamada posmodernidad después de la caída del muro de Berlín, la tormenta del desierto, el ataque “terrorista” a las Torres Gemelas de la zona cero de Nueva York, la recesión de Estados Unidos y lo que vino después.

Con esto llegamos a la cúspide del refrán popular de que “la vida no vale nada”, y es la voz de la poeta la que denuncia el silencio de los caídos: Silencio al trueno y al presagio/ cállenlos de una vez/ antes que se revelen/ antes de que digan algo.

Cuando digo volver al cuerpo entero, es el cuerpo ante el caos, porque como dijo Erica Jong, el cuerpo ha sido el único mensajero de los dioses; sin embargo, los poetas modernos se dieron cuenta muy temprano que los dioses habían abandonado a “Los corderos de Dios”, y pide en este poema: Misericordia señor/ bajo este sable/ pasa rasando la nube de la muerte.

Los poetas modernos entendieron que el paraíso no existía y con espíritu de extranjera apareció, en los noventas, la poesía que le dio voz a los “Vampiros”, el neogótico perfil del inframundo, en una entrevista que valió toda la crítica para preguntarnos por las transgresiones de más allá del cuerpo; otra vez el incesto, la homosensualidad, la pasión sin límites.

¿Qué es la nostalgia por la inmortalidad? ¿Ese dolor por las pérdidas? ¿Es retomar la alfombra mágica? O de plano no nos quedaba más que “seguir comiendo prójimo”, como lo mostró la pantalla del cine después de haber visto correr la sangre:

El sabor de la sangre

viaje hacia el infinito sin temor a la estaca

porque he de regresar

sediento de mil siglos dentro del ataúd

y recomenzará la historia.

En las secciones que conforman esta antología que reúne la poética de Odette, tituladas La sed y la llovizna, Palabra del que vuelve, Extranjera, Los días sin fe, Las otras tempestades, las temáticas son de nuestro tiempo; de fondo están presentes la crítica y autocrítica, siempre auscultando y develando el qué, el porqué de las cosas, lo sustantivo de la vida ingrávida, su sinsabor, la herida, la mordedura, el desencanto, la desesperanza, la orfandad, la celebración del cuerpo como transgresión y ejerciendo el derecho de género, en ruptura con la tradición y la confrontación ante las hidra de las falsedades.

Bajo esa luna extraña no solamente encontrarán cuerpos de rebeldía y de canciones, cuerpos de impaciencia y homoeróticos, cuerpos de contradicciones, todos, cuerpos ingrávidos y visionarios, cuerpos de vampiros y de ruptura, cuerpos de renuncia y ciudades, cuerpos de extranjería y asfixia… Y si bien con esto no les estoy diciendo nada nuevo porque todos tenemos un cuerpo, en una lectura todos somos el cuerpo del poeta, el médium con el que nos seduce y nos lleva y se comunica con su danza por las letras o con su ausencia en Las otras tempestades, que nos aclara con transparencia en ese “Acantilado”: Ya no danzan las vestales./ En una alforja de tiempo/ se esconde el agujero donde el agua se empoza./ Ya no brilla en las pieles del leopardo/ el tizón incandescente de sus ojos/ ni alzan al cielo su moneda antigua.

La poeta tuvo que volver al cuerpo, hacer de la mente un músculo y del músculo una mente, instintiva, vital, y cuestionarse desde su metro cuadrado el mundo como una totalidad:

SOBRE LA LÍNEA

Estamos sobre la línea.

Te escondes tras la columna

y yo te busco.

El ojo nos vigila

no podemos zafarnos

la línea es la medida

y el deseo.

Estamos sobre ella

un paso y nos salvamos

un solo paso y nos volvemos nunca.

Cada línea es contundente. Y si El mundo es un madero en el naufragio, La ciudad se ha poblado de todos secretos y La piedra fue un pedazo de luz para mis ojos. Y ante estos cuerpos/poemas, el enigma permanente que José Lezama Lima dijo en otras palabras: ¿En qué momento el gen dejó de ser ima-gen para hacerse instrumento? ¿En qué momento la poesía se transforma en esta artesanía de cuerpos envolventes como medida del tiempo? Ese tiempo que no deja de ser un tiempo sin tiempo en el gen y vuelto medida en el poema.

Conforme leo, persiste “El equilibrista”, este poema rotundo que nos hace comprender el desorden y orden de cosas; el enigma, la contradicción vital de la poeta sujeta a todos los abismos:

EL EQUILIBRISTA

Ahí está la vida cuerda floja y yo encima

muñeco de trapo

bruja sobre su escoba

luna tras el cristal.

Yo encima

brújula o caminante

saltando dinamita campo ardiendo

a cada lado del cordel.

Abajo están las fauces

los profetas

el mundo el equilibrio cuesta

abajo.

Qué va a importar el torpe manifiesto

las paredes las letras la endeblez de las uñas

la vida cuerda floja nos sorprende

escogiendo entre el abismo

y el abismo

a solo un paso.

Quizá si fuera la vida-hilo de Ariadna

la vida manantial-rosa fugaz

pero es sólo la vida-cuerda floja

y hay un equilibrista

contemplando el espacio que se ensancha

al borde mismo de su impávida pupila.

Es tan sólo la vida-cuerda floja

y hay un equilibrista

que soy yo.

Feria del Libro de Tijuana
Centro Cultural Tijuana
Junio 8 de 2013.


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