Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Basura en el Zócalo

A la Feria del Libro de la Ciudad de México no están invitados los escritores cubanos exiliados, ni los que son disidentes o están presos.

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La Feria del Libro de la Ciudad de México —cuya alcaldía ejerce el PRD— este año invita a La Habana y Los Ángeles. Del viernes 6 al domingo 15 de octubre, la vasta explanada se llenará de conferencias y presentaciones de novedades editoriales, de coloquios y recitales, de quioscos y anaqueles. Al lector mexicano se le ofrece un acontecimiento que si bien no alcanza a la Feria de Guadalajara o a la del Palacio de Minería, no deja de ser una oportunidad, un pre-texto.

Una nutrida delegación oficial envía el gobierno cubano, entre escritores, historiadores, profesores y editores; aunque algunos hayan demostrado con persuasión elocuente ser más burócratas y delatores que aficionados a la literatura; aunque casi todos desgranen la vergonzosa complicidad del silencio.

La irrepresentativa representación suscitará, desde luego, enconadas reacciones entre muchos compatriotas del exilio y la amplia mayoría de mexicanos conocedores de la pesadilla represiva que vive el archipiélago cubano… No es mi caso. Nunca me tomaré la Coca-Cola del olvido…

Aunque nunca realicé viaje alguno como miembro de una delegación oficial, aunque no le debo a la UNEAC o al Ministerio de Cultura ni uno solo de los viajes que hice, recuerdo muy bien cada vez que me llegaba una invitación y empezaba el martirio. Las gestiones para que me tramitaran, pasadas como la de todos por la Seguridad del Estado, aún están en mis pesadillas sudorosas. A veces he pensado —y la idea es más astuta que la cárcel— que me daban el permiso para que me acabara de ir.

No olvido. ¿Cómo repudiar entonces a los escritores que llegan, víctimas también —aunque unos cuantos quizás merezcan una grata estancia en el Noveno Círculo— de un sistema viciado de raíz, que fomenta lo peor del ser humano, que favorece la hipocresía, que necesita del miedo y la mentira? ¿Cómo no ser cristiano, es decir, comprensivo hasta de los que sé cuán mal han hablado de mí, tras el precipitado exilio a que me obligó la sádica, siniestra represión desatada a partir de abril del 2003?

Precisamente un año antes, en el 2002, la Feria de Guadalajara estuvo dedicada a Cuba. Las porquerías que entonces cometió el régimen castro-caudillista —que desde La Habana denuncié en el artículo Basura en Guadalajara— lejos de atenuarse han crecido. Lo lúgubre es observar ahora que nuevas basuras han caído en el estercolero, tal vez las últimas antes de que se limpie la casa.

Pero no olvido. Tampoco las caras, obras y acciones de los que vienen a zambullirse en un poco de libertades y accesos independientes, de invitaciones a comer y regalos, de olvidarse de hablar bajito y de aplaudir en las asambleas, de tratar de ahorrar o arañar unos pesos mexicanos para cuando regresen al horno de los chavitos… Tampoco el cinismo y el choteo, mugrientas máscaras con las que muchos de ellos apenas logran sobrevivir. Tampoco nada, la nada que allá dentro —como dijera Heberto Padilla— nos volvía cómplices involuntarios del despiece de la utopía.

Recuerdo que a algunos escritores de la delegación les presté El hombre desplazado del búlgaro-francés Tzvetan Todorov. Allí en la Feria quizás alguien —tal vez yo mismo— les regale un ejemplar, en conmemoración de los 10 años de la primera edición. Allí el lúcido ensayista afirma: "La pasión por la verdad no figura entre los desencadenantes principales de la conducta humana; incluso los científicos, que la instituyen en regla de oro de su vida profesional, no siempre piensan en observarla por lo que al resto de su existencia se refiere".

¿La verdad? La cita se las regalo, desde ella pueden relativizar lo que vienen a hacer en la Feria —no de los milagros— del Libro… Lamentablemente ni así podrán ocultar lo obvio que se repite como en Guadalajara, lo que entonces hasta el ministro de Cultura —marrullero avezado— tuvo que aceptar bajo el lugar común de "país sitiado", el más generoso donativo otorgado a Castro, dispensado por las sucesivas administraciones estadounidenses.


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