Humorismo, Literatura, Narrativa
Blanquito, te estás derritiendo
El peculiar sentido del humor o “chispa” de los cubanos
A la memoria de Héctor Zumbado
Hay muchas cosas que me enorgullecen de mi suelo natal; una de ellas su muy peculiar sentido del humor, “chispa” en este caso. La guasa ya ha sido estudiada por personas notables, por lo que no me referiré al choteo. Otro aspecto que extraño de la tierra que me vio nace es la ausencia de “incomodidad racial”. No digo que no haya racismo en Cuba, pero por no ser nada “politically correct” los españoles y los africanos como los puritanos de la Mayflower, por no tener Cuba el horrendo pasado de linchamientos, segregación y otras desgracias de Estados Unidos, el cubano es libre de hacer una broma sobre la raza; si sucede en mi Matria la empalan.
CE es ejemplo de muchas observaciones agudas y simpáticas, por supuesto, no me refiero a las soeces expresiones que en ocasiones nos embadurnan.
Esta breve crónica solo se tratará de algunas anécdotas cuyo recuerdo aún “me perfuma la sien”
Para poner un ejemplo particular, cuando al principio del verano una amiga mía negra[i] y yo nos íbamos a la playa, en bikini como Eva María.
—Amiga, estás más pálida que una salamandra.
—Y tú al final de la temporada de noche vas a tener que reírte para no perderte en la oscuridad.
Esto no es un tratado, porque ya se han hecho y muy buenos.
En el cine, este humor se desborda, desde Guantanamera, La muerte de un burócrata, hasta el antológico animado Vampiros en la Habana. Los “muñequitos” también son hilarantes… excepto el sangrón Elpidio Valdés, que no puede competir con el simpático Resoples.
Voy a comenzar por “los profesionales”, nomber guan es, por supuesto, Zumbado. Cuando comenzaron a poner en cubano los términos del béisbol, Héctor se preguntó:
—¿Y ahora cómo van a decir? “¿La jarra está salvaje?”
Esos chistecitos no le gustaban a la oficialidad que prefería “críticos” como Carlos Ruiz de la Tejera o Virulo, mansitos, soft crítica social. De Zumbado, ustedes conocen su obra, no me voy a referir a ella, es también: “bisutería es una tienda de hacer bisutas”.
Cuba tuvo un comentarista deportivo fuera de serie, Boby Salamanca (su hijo Geovanni es hoy también comentarista deportivo en Florida), otro humorista sin hacer esfuerzos. Aunque soy fan de los Yankees y los Industriales, nunca me he podido disparar nueve innings (mejor dicho “entradas”) frente a un TV, por lo tanto, no recuerdo muchas de las genialidades de Salamanca. Quizás alguien más beisbolera pueda aportar memorias.
Eran pocos los humoristas profesionales[ii], de sabrosa cubanidad; no se puede hacer humor con mordaza; hay que poder burlarse del pinto de la paloma.
Pero esos humoristas profesionales llevaban el gene “chispa” de los cubanos, hijos de los inefables españoles y los agudos africanos.[iii] Si los mexicanos son los reyes del pun, los cubanos de la salida humorística inesperada; eso hace a Tres tristes tigres una obra que solo poda haber sido escrita por alguien nacido, criado en Cuba, con el gen de la “chispa”.
Antes aclaré que esto no es un tratado; solo algunas anécdotas ilustrativas.
Cuando mi hermano era estudiante de medicina siempre cogía la guagua para Girón conducida por un asere, Venancio de nombre; por supuesto, el título oficial de mi hermano era “veterinario”.
Se monta un día en la guagua abarrotada como de costumbre con una compañera de estudios muy bonita y muy tímida. Venancio a la carga, para que todos los apretujados pasajeros lo oyeran:
—¡Ahh, veterinario, no me digas que tú puedes estudiar con esa blancaaa!
Todos los ojos se dirigieron a la infeliz “blanca”.
Yo tenía una compañera de trabajo de piel cual alabastro, ash blonde y de ojos grises como el Báltico…pero como todos somos satos, por alguna parte había heredado la lordosis lumbar[iv] de la mayoría de las mujeres de la raza negra, por lo que no solo tenía un trasero abundante, sino que es culiparada.
Un día íbamos unas cuantas compañeras de trabajo, mujeres jóvenes entonces, a almorzar a La Romanita y pasamos por un grupo de aseres; ni cortos ni perezosos:
—Sso no e de blancaaaa.
Todas nos echamos a reír, menos la interpelada que se puso roja como un tomate.
Visitaba a una amiga a quien el gobierno le había dado la gracia de un apartamento en el Fanguito; llegando a su casa oigo a una mujer decirle al hijo:
—Te voa dar una patá que vas a necesitar un pan para el regreso.
En esa misma excursión, iba con mi hermano, Paseo arriba nos habíamos metido por una calle parecidas a los pueblos abandonados del Wild West. A cada lado de la calle burdajá de tipos que no tenían nada que hacer; en el medio de la calle, naciendo como la Venus de Botticelli, el flamboyán más bello que haya visto en mi vida;
—Mira, Carlos, qué exuberancia!
Inmediatamente uno de los industriosos señores me responde:
“Suberancia, ni suberanncia,” algo picado, vaya usted a saber si pensó que le estaba mentando todo su árbol genealógico.
Mi hermano:
—Cállate la boca, come m, que el piñazo viene pa mí.
Mi buena, dulce, hospitalaria, carismática, bellísima hija, está loca de atar. Le ha dado por ser vampiresa en Cuba sin vampisol[v] sale con un sombrero, espejuelos de sol, y nunca en las horas de sol peleón, y he de tenerla abastecida de loción de protección solar tan potente como un tanque. Tengo un viejo amigo (viejo porque los dos nos conocemos hace muchos años, por lo demás somos par de pepillos de pelo níveo) que vive cerca de mi hija, y, el infeliz, se pone en manos de esta orate. Un día se deja hacer mechas grises por Mónica en su pelo blanco…y un día se dejó convencer por mi hija de que con lo blanco que era, si no se protegía contra el sol, cáncer sin remedio, y se dejó untar la loción de PS, nada más y nada menos que antes de emprender una excursión al Agro de 21 y Paseo, a pleno sol, cual Alain Delon. Estaba comprando sus vituallas, cuando un asere no pudo más ante tamaño sufrimiento:
—Blanquito, vete pal aire acondicionado que te estás derritiendo.[vi]
[i] Esta palabra, para mi asombro y disgusto, es tabú en mayami, lo cual apunta a racismo.
[ii] He olvidado del nombre, pero hay caricaturistas de leyenda, desde Tulio Raggi, hasta otro que no recuerdo su nombre, pero de quien, como traductora literaria, guardo un recorte de periódico con un chiste suyo. Hay una mujer leyendo una novela policíaca. Otra le pregunta:
—¿Quién es el asesino?
—El traductor.
[iii] Cuando digo “hijos” lo digo desde el punto de vista de identidad cultural, no racial. Soy caucásica por los cuatro abuelos, pero mi identidad es hispana/africana, ¡vaya que yo no me voy parecer a una alegre inca o maya!
[iv] Curva más pronunciada de lo normal en la región lumbar.
[v] La fórmula secreta de este es un mojito, y mi hija es abstemia.
[vi] Gracias a la crema que le había puesto mi hija.
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