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“Cineperiódico”, la otra memoria filmada de la revolución cubana

Durante el año 1959, Cineperiódico produjo más títulos que el ICAIC, y su noticiero fue la voz del nuevo régimen, contra la voluntad de Alfredo Guevara

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Hace unos pocos meses, asistí en París a un coloquio organizado por el INA (Instituto Nacional del Audiovisual), cuyos invitados especiales eran Eduardo Torres Cuevas y Pablo Pacheco. El tema del coloquio giraba en torno al Noticiero Latinoamericano del ICAIC y su valor patrimonial, no solo para Cuba sino también para el resto del mundo. Reconocidos como parte de la memorial universal por la UNESCO, los 1490 números de aquel espacio informativo que se emitió entre junio de 1960 y julio de 1990 se encuentran hoy en fase de restauración y digitalización en Francia, en los laboratorios del INA, marcando el coloquio el inicio oficial de la colaboración entre las autoridades cubanas y francesas.

El rescate de este valioso archivo documental, impulsado por el Estado cubano, es una fuente de satisfacción para todos a quienes les preocupa el pésimo estado de conservación de los fondos de la Cinemateca de Cuba. Dicha digitalización va a permitir acceder con mayor facilidad a un material que hasta ahora dormía bajo espesas capas de polvo. Pero constituye también una nueva manifestación de lo que Juan Antonio García Borrero designó como el “icaicentrismo”, o sea esa tendencia, por parte de la cultura oficialista cubana, a valorar exclusivamente la producción cinematográfica del ICAIC, ignorando todo lo realizado antes de la fundación del Instituto de Cine, o fuera de su influencia.

La celebración de la restauración del Noticiero Latinoamericano deja efectivamente en la sombra otros fondos documentales, producidos en Cuba antes y después de la Revolución, fondos que también pueden constituir una valiosa fuente para los historiadores y que se deberían beneficiar del mismo interés por parte del Estado. Mientras que el cine de ficción cubano siempre tuvo que luchar para sobrevivir, el sector de los noticieros fue floreciente y llegó a tener una abundante producción: antes de 1959, las 500 salas de cine de la Isla proyectaban sistemáticamente uno o varios programas de noticias, antes de los largometrajes, y numerosas empresas se disputaban el mercado. Según Mario Naito, un total de 25 noticieros fueron creados entre el principio del periodo sonoro y el triunfo de la Revolución. Pero la mayoría solo tuvo una existencia efímera y muchas empresas desaparecieron, absorbidas por competidores más sólidos. En los años 1940, emergió la figura más importante del sector: la de Manuel Alonso, un cineasta y hombre de negocios que fundó primero el Noticiario Cubano, antes de lanzar el Noticiario Nacional y el Noticiario América. Todos estos programas tenían un contenido bastante similar, pero Alonso buscaba copar el mercado para eliminar a sus competidores, con el apoyo de los políticos de turno. Fue así como, poco a poco, llegó a convertirse en el rey indiscutido de los noticieros en Cuba, solo dejando subsistir algunas empresas de tamaño modesto.

La historiografía oficial se ha interesado muy poco por esta producción documental, esencialmente porque carece de valor artístico, pero también porque los noticieros de Manuel Alonso se convirtieron en los años cincuenta en instrumentos de propaganda a favor de Batista. El único noticiero que ha beneficiado de un discreto reconocimiento historiográfico es Cine-Revista, fundado por el productor mexicano Barbachano Ponce. Fue una de las pocas empresas que consiguió proponer una oferta alternativa a la de Manuel Alonso, y a no colaborar abiertamente con la dictadura batistiana. Se sabe que Barbachano Ponce mantenía contactos con Alfredo Guevara, y que dio trabajo a varios jóvenes técnicos y directores que luego pasaron al ICAIC, como Julio García Espinosa y Tomás Gutiérrez Alea. Otro noticiero que logró mantenerse en actividad pese a la voluntad monopolística de Manuel Alonso fue Cineperiódico, que ha caído en un olvido casi total aunque, como lo vamos a ver, su historia singular merece ser recordada y comentada.

Cineperiódico antes de la Revolución

El fundador de Cineperiódico se llama José Guerra Alemán y era un antiguo empleado de Manuel Alonso. Junto con otros dos colaboradores de Alonso (José García y Eduardo Hernández “Guayo”), decidió, en marzo de 1950, fundar su propio noticiero, a pesar de la fuerte oposición del director del Noticiario Nacional, quien llegó a amenazarlos físicamente. Los tres hombres sin embargo no se dejaron intimidar y gracias a su empeño y experiencia profesional, consiguieron distribuir su programa en 200 salas de cine en Cuba. Cada edición, con ritmo semanal, duraba entre 6 y 10 minutos y se componía de una decena de reportajes sobre temas de actualidad. Aunque Cineperiódico se parecía bastante en su forma a otros noticieros, José Guerra Alemán afirma que se había ganado una reputación de independencia y profesionalismo, en particular gracias a un reportaje sobre el suicidio de Eduardo Chibas, en 1951. El fundador del noticiero, a quien entrevisté en Miami, insiste en la honestidad intelectual de sus colaboradores de la época, algo que contrastaba con la corrupción de Manuel Alonso. Resulta difícil corroborar hoy tal afirmación, ya que nadie ha tenido acceso a los archivos de Cineperiódico y los reportajes siguen invisibles, pero es dudoso que el noticiero pudiera mantener una estricta independencia frente al poder de Batista: por un lado, el poder ejercía una censura sobre el contenido de los reportajes, y por el otro, la empresa de José Guerra Alemán dependía económicamente del Estado. Producía, además de su noticiero, documentales por encargo y sus clientes podían ser empresas privadas, pero también organismos públicos, agencias gubernamentales así como ministerios. Según Guerra Alemán, aquella actividad era la única rentable.

Sin embargo, varios elementos dejan pensar que el fundador de Cineperiódico era efectivamente más crítico frente al poder de Batista, que otros directores de noticieros de la época. Primero, mantenía una relación amistosa con uno de los miembros del Movimiento del 26 de Julio (M.26-7), la organización política clandestina dirigida por Fidel Castro. Aquel cuadro revolucionario era René Rodríguez Cruz, el futuro dirigente del ICAP (Instituto Cubano para la Amistad entre los Pueblos). Antes de unirse a la guerrilla y participar en la expedición del Granma en 1956, trabajó varios años como camarógrafo para Cineperiódico y mantuvo luego un contacto con su antiguo director. Por otra parte, José Guerra Alemán fue uno de los pocos periodistas cubanos en viajar a la Sierra Maestra para entrevistar a los líderes revolucionarios. Aquel peligroso viaje, realizado en abril de 1958 gracias a la mediación de René Rodríguez Cruz, permitió filmar muchas imágenes que solo pudieron proyectarse después del triunfo de la Revolución. En enero de 1959, Cineperiódico distribuyó con enorme éxito un largometraje documental titulado El gran recuento, que evocaba de forma enfática la gesta revolucionaria y los años de lucha contra la tiranía batistiana, mostrando varias secuencias filmadas en la sierra unos meses antes.

El contacto directo que tuvo José Guerra Alemán con la cúpula del M-26-7 durante la dictadura de Batista explica en gran parte la singular trayectoria de Cineperiódico después de la Revolución. La empresa cinematográfica fue efectivamente unas de las pocas que consiguió mantenerse activa en 1959, y la única en evitar la nacionalización y la absorción por el ICAIC, por lo menos hasta el año 1961.

Cineperiódico y la Revolución

En la Sierra Maestra, José Guerra Alemán compartió la vida de los guerrilleros durante varias semanas, y llegó a conocer personalmente a Fidel Castro y al Che, pero los dos líderes no le ayudaron mucho después de la Revolución, sin duda porque quisieron darle la prioridad al ICAIC impulsado por Alfredo Guevara (no hay que olvidar éste era un amigo íntimo de Fidel). Sin embargo, Guerra Alemán simpatizó con otra dirigente histórica del M.26-7, Haydée Santamaría, quien apreció su trabajo, su honestidad y su compromiso político. Después de la Revolución, Haydée Santamaría llegó a ocupar cargos importantes dentro del aparato cultural del nuevo régimen (fue nombrada directora de la prestigiosa Casa de las Américas) y no dudó en apoyar a Cineperiódico, contra la voluntad de Alfredo Guevara. Como me lo sintetizó Guerra Alemán: “Haydée fue para nosotros lo que se dice una madrina”.

Durante los primeros meses del año 1959, Cineperiódico siguió funcionando como lo había hecho anteriormente, o sea que mantuvo su producción semanal de noticieros que se proyectaban por toda la Isla. Aunque el contenido exacto de los reportajes sigue desconocido (tampoco se sabe si la Cinemateca de Cuba conserva los rollos de la época), todo parece indicar que la línea editorial compartía el entusiasmo revolucionario del resto de la sociedad. Los empleados de la empresa filmaban semana tras semana todos los acontecimientos que se producían según un ritmo frenético y grabaron, por ejemplo, la primera conferencia de prensa en Santiago de Cuba del nuevo presidente Urrutia o la progresión de la caravana de Fidel Castro hacia La Habana.

En un primer momento, el sector cinematográfico no fue afectado por los cambios políticos, pero a partir de la fundación del ICAIC en marzo de 1959, se puso en marcha un programa de concentración y nacionalización progresiva que se intensificó a partir de 1960. El primero en perder su empresa fue Manuel Alonso, pero los otros empresarios del sector no pudieron resistir mucho tiempo más y todos acabaron por abandonar el país. Solo Cineperiódico consiguió mantener su actividad, e incluso aumentarla gracias a los pedidos de documentales de propaganda que le pasaban las nuevas autoridades. Y aquello constituye sin duda el aspecto más sorprendente de la historia de la empresa: inmediatamente después de la Revolución, llegó a convertirse en la productora más activa del país, por encima del propio ICAIC.

Mientras el nuevo Instituto de Cine iniciaba lentamente sus actividades (la producción de documentales solo empezó realmente a partir del verano de 1959), la empresa de José Guerra Alemán recibía numerosos pedidos de diversos organismos oficiales y estrenaba sus propios reportajes. Comparando datos reunidos por María Eulalia Douglas, testimonios de José Guerra Alemán y el material conservado en los archivos de la Cinemateca de Cuba, he llegado a la conclusión de que, en el año 1959, Cineperiódico estrenó 2 largometrajes (Cuba 1959 y El gran recuento) así como 5 o 7 cortometrajes documentales, encargados por el Ministerio de Educación, el Gobierno Revolucionario y el INAV (Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda), o sea mucho más que lo que estrenó en el mismo tiempo el instituto de Alfredo Guevara (su producción se limitó a dos cortos). Parece que el apoyo de Haydée Santamaría fue decisivo, y que ella llegó a defender públicamente el trabajo de José Guerra Alemán, incluso contra la opinión de su marido, Armando Hart, el entonces ministro de Educación.

Este apoyo, y la actividad misma de Cineperiódico, irritaban profundamente a Alfredo Guevara, que ya ambicionaba monopolizar la actividad cinematográfica en Cuba. Como me explicó Guerra Alemán: “Alfredo Guevara sencillamente creó hacia nosotros una antipatía, un odio legítimo, porque nosotros nos habíamos puesto en una actividad paralela, al hacer producciones para el gobierno”.

Otro factor que puede explicar la detestación de Guevara por Cineperiódico era que la empresa había sido el lugar de trabajo de René Rodríguez Cruz, que Guerra Alemán presenta como el ”enemigo implacable” del director del ICAIC. No he conseguido determinar las razones de tal enemistad, pero Guerra Alemán afirma que las posiciones de ambos hombres eran tan irreconciliables que el mismísimo Fidel Castro no pudo obligarlos a hacer las paces y prefirió dejarle a René Rodríguez Cruz crear su propia estructura de producción cinematográfica, aparte del ICAIC, para evitar los roces con Guevara. Estoy hablando de los estudios cinematográficos del ejército, los ECIFAR, que nacieron en el año 1961 en condiciones concretas que todavía siguen sin aclarar. El último factor de tensiones entre el ICAIC y Cineperiódico era de orden ideológico, ya que José Guerra Alemán y sus colaboradores, aunque filmaban documentales de propaganda para el nuevo régimen, no se situaban en la misma línea política comunista que la cúpula revolucionaria. Guerra Alemán me confesó a este respecto: “Cineperiódico y el ICAIC no compartieron la misma posición ideológica. Al extremismo revolucionario del ICAIC, más sovietizante cada día oponía Cineperiódico un enfoque moderado sobre los proyectos que anunciaba el gobierno”.

A pesar de su antipatía hacia Cineperiódico, parece que Alfredo Guevara no atacó frontalmente a su competidor, contrariamente a lo que venía haciendo contra las otras empresas del sector. Prefirió esperar pacientemente que la situación política evolucionara a su favor y que los empleados de Guerra Alemán se marcharan uno tras otro al exilio. A partir de 1960, empezó a reducirse la plantilla, a medida que Fidel Castro daba una orientación cada vez más comunista a la Revolución. La empresa mantuvo la producción de noticieros semanales pero los documentales de encargo se hicieron menos numerosos (entre 3 y 5 para todo el año 1960) y en 1961 Cineperiódico ya había reducido drásticamente su actividad. El punto de inflexión definitivo fue la tentativa de invasión de Playa Girón, en abril de 1961, y el discurso de Fidel en el cual afirmaba el carácter socialista de la Revolución. Varios empleados se fueron del país (Guerra Alemán ya estaba en México desde el mes de febrero) y los pocos que quedaban fueron integrados al ICAIC cuando el Instituto de Cine acabó por tomar el control de la última productora privada de la Isla. Guerra Alemán afirma que fue Santiago Álvarez, el director del Noticiero Latinoamericano, quien se encargó de firmar el acta de nacionalización de la empresa en las oficinas de Cineperiódico.

Conclusión

A partir de aquel momento, la trayectoria de Cineperiódico empezó a caer en el olvido, como pasó también con las otras estructuras de producción cinematográfica que no fueran el ICAIC. Alfredo Guevara inició un proyecto de reescritura de la historia, que consistió en borrar progresivamente la memoria de los hombres, productoras y filmes que no se situaban en la órbita del Instituto de Cine que él dirigía. Ampliamente conocido es el editorial del primer número de la revista Cine Cubano, publicado en 1960, en el que Guevara inventó el mito del punto cero, según el cual todo el cine hecho antes de la Revolución no existía, o era de una calidad tan pésima que no merecía ser recordado. En la última década, la nueva historiografía del cine cubano ha desmontado paciente y sistemáticamente esta visión dominante, un movimiento que ha culminado con el monumental libro de Luciano Castillo, Cronología del cine cubano. Ya es tiempo de acabar con un segundo mito, el de la centralidad del ICAIC en los primeros pasos del cine revolucionario. Como acabamos de ver, el instituto fundado por Alfredo Guevara no fue la única estructura de producción de cine activa entre 1959 y 1961 (algo que ya sabían los que recuerdan la existencia de productoras tales como la cooperativa RKO, el BANFAIC o la sección de cine de la DNCER) y, más importante aún, no tuvo el monopolio de la producción de documentales de propaganda para las autoridades revolucionarias. Durante el año 1959, Cineperiódico produjo más títulos que el ICAIC, y su noticiero fue la voz del nuevo régimen, contra la voluntad de Alfredo Guevara. Por eso creo que, de la misma manera que hoy se están restaurando y digitalizando los reportajes del Noticiero Latinoamericano, es urgente rescatar también los archivos de Cineperiódico, que constituyen la otra memoria filmada de la Revolución.


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