'Closed' para descreídos

Se dice que Julio Verne no viajó mucho, que un día salía de su Francia y algo le conminó a regresar para no marchar más. Sin embargo, desde su espacio de origen se erigió en uno de los creadores más relevantes de un futuro que tal vez haya sido concebido diferente a cómo lo percibimos hoy: para la modernidad el futuro era soñable y probable. Ya hoy no podemos percibir con esas ansias lo porvenir, porque vivimos una pérdida de paradigmas, la ausencia de un telos o estado modélico. Y el espacio se mantiene cual refugio, defensa, escudo de nuestra existencia. No sentirnos en nuestro espacio, nos crea una incertidumbre casi total. Por ello, mejor crearnos nuestras dimensiones personales, antídotos contra lo que nos atenta como seres.

De donde provienen Lien Carrazana y Lindomar Placencia, archipiélago que padece de cerrados poderes y lo han convertido cada vez más en isla, muchos sufren la inmovilidad; y dentro de esos muchos, algunos hemos fabulado otros contextos menos enclaustrados. Por eso se ha desarrollado una capacidad quimérica casi joyceana, casi homérica, que de cierto modo se traza como eje en la exposición Closed de estos dos creadores, que se exhibe por estos días en la galería madrileña Luz & Suárez del Villar.

Salidos de ese circuito cerrado, Carrazana y Placencia ya tenían en su base sensible, en sus discursos como artistas, una manera de pensar y hacer más múltiple, desapegada de lo que sesgara sus naturalezas personales. Porque forman parte de un fenómeno donde el nihilismo se ha extendido para disponerlos artísticamente en zonas mucho más universales de concepto.

'Y hoy son partes de una lluvia lejos'

En las fotografías y vídeos de Lien Carrazana parece estar contenido todo lo anterior con cierta remembranza, mas prefiero sentirlos como proyecciones psicosociales muy individuales, que construyen un entorno para sí. A veces, ante el extrañamiento de un contexto ajeno, nuevo para uno, establecemos analogías, semejanzas con espacios por nosotros conocidos, y eso nos protege de alguna clase de desasosiego que causa lo desconocido.

Su serie "Hábitat" se plantea cual creación, mostrada como en destellos, de un ambiente propio, donde yace el pasado, que trae a la memoria, que alude a claves peculiares —y eso engarza su obra con disquisiciones también culturológicas y antropológicas, porque medita sobre sí misma y sus circunstancias vitales—. Pero si estas fotografías son extensiones personalísimas de un pasado-presente, si en ellas fluctúan fantasmas y reposan realidades, en sus vídeos se abren otras direcciones.

Windows nos adentra en una diversidad desde la que la artista metaforiza lo individual mediante ventanas disímiles, distintos lugares, acaso unos más gélidos, acaso otros más cálidos; todos, posibles lugares comunes. Textos e imágenes pueden hacer de este vídeo un "viaje" hacia el cobijo, una "navegación" al amparo, descubriendo familiaridades afines que nos vinculan. Lo doméstico aquí exacerba el carácter protectivo, vistas a recintos salvadores de los seres, escapes y reencuentros de cierto aliento pictórico, que me transporta por su ambiente a la estética flamenca con ciertos guiños a la luz del barroco, pero sin la asfixia de este.

Dentro de los intereses del arte contemporáneo se halla un juego con las paradojas. El tránsito traumático de una modernidad que anunció la muerte de los dioses, y extendió con la contemporaneidad el espectro de esas muertes, nos situó en el punto de lo impreciso. Lo que antes era, ya no es, o mucho ha dejado de ser tal cual era. Pasamos así a una relativización de mucho; tal, que el progreso, la razón, la verdad y lo real se debaten críticamente y la metafísica adquiere otros aires en medio de la desazón.

Foto

Untitled, wallpaper, de la serie 'on Self', de Lindomar Placencia.

El vídeo One Way resulta la punta de un iceberg que puede sugerirnos muchos de estos caminos desde un simple gesto casi performático, que por el carácter de loop con que también se nos presenta, lleva a Carrazana a un punto extremo de minimalismo. Tras él se velan muchos referentes, desde el body art, las mismas reglas morfológicas del vídeoarte lo convierten casi un haiku visual, vuelve a la dicotomía entre Oriente y Occidente sobre la noción del "camino" y, tal vez en el interés personal de la artista, desde una disposición autorreferencial, la creación de un non-sense, como estableciera la literatura inglesa decimonónica.

'Separarse de la especie por algo superior no es soberbia, es amor'

Un día caminaba con Lindomar Placencia por La Habana y, entre toda la vetustez de ese espacio detenido, derruido como su todo, resaltaban los parques, otrora sitios de edificaciones, que han sido cercados y son casi imposibles de ser disfrutados. Recuerdo que le preguntaba ingenuamente por qué sería esa tendencia de cercar los parques, y sus fuentes, entre otras restricciones. Él, con su manera fáctica de hablar, me respondió algo como que estaban cercados porque eran los únicos espacios de libertad existentes.

Esa inversión me llamó mucho la atención, la libertad estaba vedada, ciertamente, y los presuntos sitios de regocijo de la misma se nos proscriben. Esto me llega tangencialmente cuando pienso su serie "on Self". Su juego con la escala, los ámbitos extraídos de su contexto original, que por la manera en que se disponen como producción visual subvierten la añeja ventana virtual que ha sido el arte desde el Renacimiento, el acto metafórico y real de tapiar la "transparencia" —en su obra con las connotaciones aun espirituales que implica el término—; y a todo ello, el cuidado que ha mantenido el artista por la selección de las morfologías precisas para producir sus obras, ora objetos, instalaciones, ambientes o environments, dibujos, fotografías y manipulaciones digitales.

Placencia, desde que acudo a sus piezas lo recalco, proviene de una metodología de trabajo en arte que le conmina a ser selectivo, cuidadoso en los modos de pensar, instrumentar y emplazar sus creaciones. No por gusto esta serie, "on Self", posee esta representación, dada a no ver la imagen de estos muros como registro fotográfico, sino evocador de otros espacios para re-crear una dimensión virtual desde la disposición de las obras en muestra: potencian un ambiente.

Y este ambiente incluye varios niveles, al menos resalto el nivel temporal, su carácter entrópico tanto poética como físicamente. Cada muro es un acto de problematización ontológica, cuestiona el autoreconocimiento mediante el espacio porque en él está inoculada una energía destructiva propia del referente original, pero esto puede ser casi imperceptible para quien desconozca el referente. Al menos a todos nos podría llegar la mudez, el abandono, la dilapidación, y con ello, la pérdida de voz. Y por eso Placencia juega también con lo abstracto.

Pero si aplicamos la lógica chamánica y ancestral de que una imagen contiene una energía arquetípica, que en ella queda atrapado algo más invisible a los ojos —como lo esencial—, entonces "on Self" va hacia la antigua cuadra mágica de los primeros seres humanos. Y todo su minimalismo, toda su vocación presuntamente abstracta, adquiere un tono crítico en relación con el contexto de origen y toda la finitud que en él se ha contenido.

'Poder decir adiós… es crecer'

La depuración de ambos artistas, incluso con la sutileza que les caracteriza de modos diferentes, es consecuencia de otros factores vinculados con un proceso mayor. Desde aproximadamente el año 1998 hasta el presente, el contexto artístico donde comenzaron a emerger empezó a respirar un necesario proceso de minimalización, yendo en contra de uno de los pilares identitarios de una cultura que se ha enclaustrado en el lamento, el sólo mirar atrás y reinventarse desde una Historia acaso impostada.

Pues Lien Carrazana y Lindomar Placencia son de esos descreídos que se despojan del barroquismo psicosocial, físico-espacial y discursivo, para indagar más en lo que les remueve su suelo vivencial desde esa combinación del "crear más con menos". Y ahí una ganancia.

Su diferencia respecto a otros: no es mera estética la que alimenta sus obras, detrás está el peso de todo un conjunto de vivencias casi únicas. En Carrazana, con una derivación expresiva que tal vez puentea con su mundo literario. En Placencia, desde un explícito interés analítico por lo representacional y sus zonas de cuestionamiento para inquirir otros niveles. En ambos, una reacción a los excesos conceptualistas, para otorgar a Closed un valor desde lo emotivo y lo sensorial, zonas caras para lo que hoy damos en llamar Arte.

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