Actualizado: 23/04/2024 20:43
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CON OJOS DE LECTOR

Con la errata hemos topado (una vez más)

Algunos lectores aportan sus propias experiencias acerca de la pandemia que desde épocas inmemoriales azota a libros e impresos.

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Usualmente, he adoptado como norma no volver sobre trabajos ya publicados. Me refiero a volver en el sentido de agregar nuevas ideas, opiniones o argumentos que en su momento se me quedaron fuera, bien por problemas de espacio o bien porque entonces no los manejaba. Algo así como esas secuelas que tanto abundan en el cine de hoy. En esta ocasión, no obstante, voy a violar esa regla y dedicaré lo que viene a ser la tercera entrega sobre el tema de las erratas, que para mí constituía un capítulo ya cerrado. Las razones que me han llevado a hacerlo tienen que ver con varios mensajes que recibí tras la salida en este diario de los dos primeros artículos (septiembre 21 y 25). De ellos he escogido algunos fragmentos que bien merecen ser divulgados, por los datos que aportan.

Desde Atlanta, llegó un texto firmado por Manuel Sosa. En el mismo expresa, a propósito de la primera parte de mi artículo: "Me habría gustado que en su artículo que leí hoy en Encuentro en la Red sobre las erratas, hubiese usado ejemplos cercanos a los escritores cubanos (N. del A.: es exactamente lo que hice en la segunda parte). Sobre todo, después del establecimiento de casas editoriales en cada provincia. Este hecho causó la avalancha de erratas más grande de la historia de Cuba. Fueron tantas, tantas, que no cabrían en una enciclopedia del tema. Una que me mató en lo personal, cuando era un jovencito: habían sacado una revistilla con uno de mis poemas. Era mi tercera publicación, y yo había comprado como diez ejemplares para regalar. Y cuando leí aquello, por poco me muero. En lugar de 'me oyes rechinando en cada verso' (un verso fatal, por cierto) decía: 'me oyes relinchando en cada verso'. De más está decir que destruí cuantos ejemplares pude". Sosa cita además otro caso: "Mi amigo, el poeta Heriberto Hernández, me cuenta que desautorizó su último libro publicado en Cuba, por tener tantas erratas. Había obtenido el Premio David, y fue publicado por Letras Cubanas. A mí me pasó lo mismo con mi premio David, mi libro tenía tantas pifias, que decidí destruir cuantos ejemplares pudiese".

También el poeta Germán Guerra remitió desde Miami esta nota a la redacción de Encuentro en la Red: "Felicito a Carlos por Un duende maligno y solapado, segunda parte de su refrescante artículo sobre la pandemia que entraman las erratas sobre nuestra literatura, y para comunicarle que en esa segunda parte en su ensayito ejemplar, ¡encontré una etarra! Sobre el final del opúsculo (se escribe junto y con acento) Norge Espinosa salta a la cancha y nos dice sus venturas y desventuras con tales alimañas, y en el último párrafo de su noticia nos da cuenta de que 'en una cartelera teatral que tuve en mis menos se anunciaba el estreno de una pieza de Abelardo Estorino…' y cabría ahora preguntarle a nuestro querido Norge que nos aclare, que nos alumbre el camino, que nos saque de esta enorme duda de una vez y por todas, porque realmente no sabemos con qué parte de su cuerpo sostenía tan dichosa cartelera teatral".

Se trata, en efecto, de una errata, sólo que incorporada deliberadamente por Norge Espinosa. Al final de su libro Vituperio (y algún elogio) de la errata, que yo cito en mi trabajo, el español José Esteban llama a los autores a vengarse de estos molestos errores, y él mismo da el ejemplo al escribir herrata. Por supuesto, Norge no podía hacer exactamente eso mismo, pues se trata de una de esas ideas ingeniosas que, al igual que el cianuro, sólo pueden usarse una vez. Optó entonces por deslizar este otro cambio, menos en lugar de manos, tomándole así la delantera a la errata, por si ésta albergaba las malvadas intenciones de afear su texto.

Por si me animaba a escribir la tercera parte del trabajo de marras, Germán Guerra me anota un breve texto del poeta José Kozer. Pertenece a su libro Mezcla para dos tiempos (Editorial Aldus, México, 1999) y se titula Ezratas: "La edición al baratillo del Quijote que obra en mi poder tiene 850 páginas, letra prieta. Número de erratas: 4. // El Finnegans Wake en versión española que poseo tiene 628 páginas. Erratas: 0. // Canto octogonal del poeta argentino Pablo Filiberti llegó en correos, gentileza del reconocido autor, hace unas tres semanas. La edición, en pasta, tiene 64 páginas. Erratas: 64".


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