Actualizado: 18/04/2024 23:36
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Cultura

CON OJOS DE LECTOR

Con olor a buena poesía

Víctor Rodríguez Núñez confirma su inalterable fidelidad a la poesía con la publicación de un volumen antológico y dos nuevos libros.

Enviar Imprimir

A diferencia de otros autores contemporáneos suyos como Reina María Rodríguez, Abilio Estévez, Efraín Rodríguez y Marilyn Bobes, quienes después decidieron incursionar en la narrativa, Víctor Rodríguez Núñez (La Habana, 1955) mantiene hace casi tres décadas una inalterable fidelidad a la poesía. Desde que publicó en 1979 su primer libro, Cayama, ha venido cimentando una trayectoria literaria que, en palabras de José Pérez Olivares, es prueba de su "amor hacia un oficio que está más allá de modas y tendencias literarias, y que emerge de cada verso con su absoluta autenticidad".

A esa fidelidad, Rodríguez Núñez ha sumado una constancia de la que dan buena cuenta los títulos que conforman su corpus poético: Cayama (1979), Con raro olor a mundo (Premio David, 1981), Noticiario del solo (Premio Plural, 1987), Cuarto de desahogo (1993), Los poemas de nadie y otros poemas (1994), El último a la feria (Premio EDUCA, 1995) y Oración inconclusa (Premio Renacimiento, 2000). A él se debe además la compilación de las antologías Cuba: En su lugar la poesía (1982), Usted es la culpable (1985) y El pasado del cielo: La nueva ynovísima poesía cubana (1985), así como un número considerable de ensayos y artículos en los que confluyen el rigor crítico y la pasión del lector devoto de nuestra poesía. Esa regularidad con la cual comparece ante los lectores (la novela tiene público; la poesía, lectores, dijo alguien) se confirma en estos últimos años, con los tres nuevos títulos que Rodríguez Núñez ha dado de alta en su bibliografía: Con raro olor a mundo. Primera antología, 1978-1998 (Ediciones Unión, La Habana, 2004, 161 páginas), Actas de medianoche I (Accésit Premio Fray Luis de León, Junta de Castilla y León, Valladolid, 2006, 51 páginas) y Actas de medianoche II (Premio Leonor 2006, Diputación Provincial de Soria, Soria, 2007, 67 páginas).

El primero de esos libros posee, entre otros valores, el de ofrecer un resumen de veinte años de actividad poética, de reunir lo que pudiéramos llamar el canon de la obra de Rodríguez Núñez, recogido y establecido por él. Para conformar la auto-antología seleccionó un centenar de textos de cinco de sus libros (no incluyó ninguno de Cayama ni de Cuarto de desahogo). Si consideramos que, en conjunto, éstos suman quinientas páginas, podemos deducir que el autor ha sido especialmente severo consigo mismo, y como se muestra igualmente parco al presentar esos poemas, nada sabemos del criterio que adoptó en esa criba. En cambio, aclara que más que recopilar poemas escritos a lo largo de ese período, lo que reúne en Con raro olor a mundo… son reelaboraciones a fondo y en toda la línea. Estas versiones, afirma, "desautorizan a sus antecesoras, y deben ser tomadas —valga la paradoja— como momentáneamente definitivas. Es decir, que continúan su libre tránsito por ese camino que ojalá no tenga fin".

Pese a que, como antes señalé, representa una parte muy reducida de la producción poética de Rodríguez Núñez, Con raro olor a mundo… permite la posibilidad de leer y aquilatar su obra como un todo congruente. En ese aspecto, a través de sus páginas se constata tanto su unidad como su evolución, esto es, el discurso de la misma voz con las distintas inflexiones con las cuales se ha materializado esa unidad. Y aquí el término es apropiado, pues a lo largo de esos cien textos su autor consigue mantener una voz, un estilo, un rigor. Unos poemas sobresalen sobre otros —pienso que un antólogo exigente no desdeñaría piezas como Trenes, Estaciones, Ceremonias, Hospitales, Conjuros—; pero el sello de la buena poesía va impreso en todos.

El espectro temático que abarcan esos poemas es bastante amplio. Están, por un lado, asuntos tradicionales como el amor, la muerte, la amistad, las inmersiones en los recuerdos de la infancia. Este último da lugar a luminosas reminiscencias cargadas de nostalgia, de lo cual son buenos ejemplos piezas como Complejo de culpa, Paisajes, Distancias y ¿Dónde?, al cual pertenecen estos versos: "¿A dónde habrán ido mis juguetes / los de la cuerda rota por la lluvia? / ¿Vivirán / en el fondo del mar como naufragios / en el fondo del cielo / cual luceros de vidrio / en el fondo del río como cangrejos verdes / en el fondo del fuego / cual ceniza de espanto? / ¿O en el fondo de mí / como fantasmas?".

Rodríguez Núñez incorpora además reflexiones sobre el destino del ser humano, y en sus textos se trasluce una mirada insatisfecha y crítica respecto a los problemas de nuestra época. Esa visión del mundo se canaliza sobre todo a partir de Los poemas de nadie y otros poemas, libro que, a mi juicio, marca un punto de inflexión en su obra. Para entonces, el autor ha dejado atrás la etapa juvenil y el yo lírico de esos poemas ha cobrado la aguda percepción del hombre escindido y desgarrado, que posee "la autoconciencia de quien quiere aprehender todos los estadios de su transcurrir por el mundo" (son palabras de Juan Manuel Roca, tomadas de su prólogo a una selección de la poesía de Rodríguez Núñez publicada en Colombia).

En varios textos de El último a la feria y Oración inconclusa aparece el motivo de la trashumancia, con el cual la escritura de Rodríguez Núñez se abre a otros paisajes. Los ejemplos más evidentes, aunque no los únicos, son textos como Moscú-Hotel de Tránsito, The Last Tango in Managua, Nocturno de Madrid, Bogotano, Son nica y An Oregonian Poem. Esa apertura lleva al sujeto lírico a desplegar una mirada atenta a los marcos sociales. Así, en Bogotano se lee: "Arracimados / sobre el pasto tenaz / de este parque escogido / los gamines se sacuden el polvo / que Dios echó en su alma / y se bañan con sol / El de ruana molida / busca en la bolsa plástica / el aliento de la felicidad / Y el que tiene las costillas al aire / caza como un gorrión / migajitas de pan entre la hierba".

Mas sea uno u otro el asunto que trate, Rodríguez Núñez lo hace siempre sin renunciar al acento lírico y a la preocupación por ennoblecerlos y trascenderlos mediante la reelaboración poética. Algunos de los que han escrito sobre su obra han destacado esa capacidad suya. El argentino Jorge Boccanera señaló que si bien sus textos recrean una cotidianidad vuelta íntima y un entorno diario, corriente y maravilloso a la vez y se expresan a través de una oralidad familiar, "esta poesía no pierde intensidad en ningún momento al estar sostenida por imágenes de gran fuerza y belleza". Otro ingrediente que aparece en varios de los poemas de Rodríguez Núñez es el humor, que en ocasiones adopta la forma de una fina ironía (véase, por ejemplo, Frente frío).

Compendio de dos décadas de constancia y quehacer poéticos, Con raro olor a mundo… constituye, en resumen, una puerta idónea para asomarse a la escritura de Víctor Rodríguez Núñez. A lo largo de sus 161 páginas, la antología mantiene el buen nivel estético que define a su autor y a una obra hecha con cimientos sólidos y perdurables. Pienso que conducirá a algunos lectores a buscar la integridad de sus libros, para así conocer su poesía con más detalles.


« Anterior12Siguiente »