Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Poesía

Con Yevtushenko en La Habana

El famoso poeta ruso ofreció dos recitales en La Habana, sin que las autoridades culturales cubanas le dedicaran la atención y el respeto que merece

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Fui invitado por la delegación rusa a la Feria Internacional del Libro de la Habana el mes de febrero pasado y por el poeta ruso Yevgeny Yevtushenko. Iba porque hacía poco habíamos traducido juntos cuarenta y ocho nuevos poemas al español, que constituían una breve antología del poeta. Además, Rusia era el país invitado por Cuba a la Feria este año. La antología fue editada por Rusia y fueron enviados 500 ejemplares a Habana, para ser regalados. Era un acontecimiento que fuera éste el país invitado, ya que tras la caída de la ex Unión Soviética la nueva Rusia no había vuelto a enviar oficialmente a Cuba una gran delegación cultural. Fueron cerca de 300 personas, entre escritores, traductores, músicos, cineastas, periodistas, traductores, canales de la televisión, documentalistas independientes, artistas plásticos y lo mejor del Ballet Bolshoi, que hacía 30 años no visitaba la Isla.

La organización rusa nos puso a todos en los mejores hoteles internacionales. A los escritores nos tocó uno que tiene siete piscinas, ubicado en la zona de Miramar, al lado de la costa. Miramar es un sector donde están muchas embajadas y un barrio considerado bien exclusivo, a 15 kilómetros de Centro Habana y Habana Vieja. Cada habitación costaba diariamente 120 pesos convertibles (CUC). Nunca había estado en un hotel internacional en Cuba, sino en un hotel mucho más barato en mi viaje anterior, cuyo precio ascendía a 40 dólares diarios.

Experiencia muy chocante, porque no hay que estar muy informado para entender que esos hoteles de lujo son únicamente para extranjeros que pagan en divisas (pesos convertibles, euros o dólares). Lo único cubano en esos hoteles es el personal que recibe su salario en pesos cubanos (un peso convertible es igual a 22 pesos cubanos), que es 10 dólares al mes más propinas que dejan los turistas. Es un trabajo que muchos cubanos quisieran tener. Mejor trabajar en hoteles internacionales que ser maestros o incluso artistas y concertistas.

En el hotel conocí a tres músicos que tocaban por propinas en el bar. Un violinista, un guitarrista y un contrabajista. Muchos rusos quedaron impresionados de aquellos músicos tocando temas cubanos tradicionales, así como tangos y boleros. Una bella bailarina del Bolshoi los miraba con una atención que los traspasaba. Muy pocos rusos hablaban español, algunos inglés, pero había muchos cubanos que hablaban ruso y hacían de intérpretes. Eran cubanos de unos 50 años o más, que habían pasado su juventud en algunas universidades soviéticas, en la época de la gran ayuda de ese país a Cuba. Los archivos abiertos luego de la caída de la Unión Soviética aseguran que en 30 años —1960 a 1990— aquel país ayudó con cerca de 70 mil millones de dólares a Cuba.

Pero conversando luego con los músicos me enteré de que el violinista y el guitarrista eran egresados del conservatorio de La Habana, y ahora tocaban en ese hotel internacional. El guitarrista había sido invitado e impartido clases en la Universidad de Concepción, Chile. Incluso le ofrecieron trabajo en aquella universidad. Le dije que yo había estudiado allí y la conversación se hizo más confidencial entre los músicos y yo. El guitarrista no quiso quedarse solo en Concepción, fundamentalmente por el clima, me dijo. Hacía mucho frio. Segundo, no podía venir su familia de Cuba, no por dinero sino porque el Gobierno cubano no lo permitía. Quizás a largo plazo, le prometieron en Cuba. Pero decidió volver a la Isla. No iba a aguantar solo a pesar que le gustó mucho Chile.

El violinista era excepcional, me dijo una poeta y traductora rusa bastante importante en su país. Conversando con el violinista, Ricardo, supe rápidamente de su vida y la sensación de resignación ante la situación que viven ellos en Cuba. Era cauto, pero era imposible no captar que su vida era de sobrevivencia a pesar de una gran fraternidad que demostraba con desconocidos. Me dijo que era en marzo el cumpleaños de su hijo y él le pedía le regalara una especie de Ipod, esos aparatos que almacenan música y se escuchan con audífonos. En Cuba eso era inalcanzable para el salario de un padre músico que ganaba sólo propinas. Me lo dijo con sinceridad. Quería darle ese regalo a su hijo. Sólo podía pagar 30 dólares por algo así. Le dije que averiguaría al volver y podría quizás enviarle como regalo lo que su hijo de 14 años deseaba.

Y aquí uno se pone a pensar en que nadie está al margen del desarrollo tecnológico, o de “deseos consumistas”, “o medios capitalistas alienantes”, como justifica la dirección del Gobierno cubano para que la juventud no se contamine de esos deseos. El hijo de Ricardo podrá ser un joven pionero que debe seguir la consigna “seremos como el Che”, pero no pide de regalo de cumpleaños una camiseta del Che sino un Ipod. Y el padre cubano quería darle ese regalo a su hijo.

Yevtushenko y yo íbamos a presentar y leer poemas de su antología en dos lugares: en la Feria del libro, que siempre tiene lugar en el Fuerte de San Carlos de la Cabaña, y en la Biblioteca Nacional.

Yevtushenko es el poeta ruso más conocido y popular en su país de cerca de 120 millones de personas. No hay ningún ruso, incluso los que viven en otro país, que no conozcan su nombre. Y eso me lo demostró un día en que ambos fuimos al Tropicana (80 dólares por persona). El taxista cubano que nos llevó dijo que eso era prohibitivo para él y para cualquier cubano.

El Tropicana estaba lleno de turistas y el show tampoco era una gran maravilla, pero Yevtushenko quiso ir por una cierta nostalgia de cuando estuvo por primera vez en 1961 y cuando comenzaron a cerrarse todos los lugares nocturnos, excepto El Tropicana en La Habana. Allí había cerca de 20 académicos rusos, que no venían por la Feria Internacional, pero que cuando lo vieron a la salida se abalanzaron como si hubieran visto a un profeta conocido. Vi en los ojos de esos rusos la admiración que les produce casi ver a un ángel o a un santo. Le decían cuánto habían leído sus poemas, unos sabían de memoria versos de él. Querían sacarse fotos al lado. Lo abrazaban. Me imaginé a un Neruda que también le ocurría lo mismo cuando visitaba cualquier lugar de Chile.

Pero en las dos lecturas en La Habana no asistió ningún de los conocidos poetas y escritores cubanos (excepto Pablo Armando Fernández y Alex Pausides). No se acercó ni lo llamó por teléfono el ministro de Cultura, Abel Prieto, y menos Roberto Fernández Retamar, director de Casa de las Américas y miembro del Consejo de Estado. Tampoco Miguel Barnet, presidente de la UNEAC. Ningún canal de la televisión cubana lo entrevistó. Lo que culminó el silencio del Gobierno a este gran poeta ruso fue que el diario Granma envió a un muchachita, estudiante de periodismo, a hacerle un entrevista. Ella ni sabía bien quién era Yevtushenko ni mucho menos había leído en profundidad la historia y leyenda que él lleva consigo.

Pero lo más insólito fue lo que ocurrió en la lectura en la Biblioteca Nacional José Martí. En esa biblioteca, en junio de 1961, Fidel Castro pronunció aquel famoso discurso “Palabras a los intelectuales”. Yevtushenko, como corresponsal del diario Pravda, el órgano oficial del Partido Comunista en la Unión Soviética de aquel entonces, y con 29 años, estaba entre la audiencia aquel día. Minutos antes de comenzar nuestra lectura juntos, el Director de la biblioteca (nos dijo que era profesor de historia) me preguntó apartado si Yevtushenko era la primera vez que venía a Cuba. No sabía que el poeta ruso había estado allí en 1961 y luego muchas veces más. Le expliqué todo eso en tres minutos. Luego él en su introducción dijo lo que yo le había contado como si fuera su propia información, sin siquiera reconocer que no sabía y que yo le había contado lo que él no tenía idea. Luego le dije aquello a Yevtushenko y lanzó una gran carcajada.

Un régimen que no concuerda con intelectuales y artistas que piensan distinto simplemente los ignora y los rodea con una profunda indiferencia y silencio. Y eso ocurrió en Cuba con uno de los grandes poetas vivos universales. La delegación oficial rusa invitada propuso que Yevtushenko leyera un poema en la inauguración de la Feria ante los principales invitados y autoridades, incluido Raúl Castro. Pero el Gobierno cubano a última hora rechazó la propuesta sin dar mayores explicaciones.



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