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Crónica de la maquinaria: Los Van Van, 42 años de música bailable

En este nuevo disco se escuchan reminiscencias de piezas representativas que se impusieron en los 70: “Chirrín Chirrán”, “Te traigo”, “Llegué Llegué”…

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El jueves 4 de diciembre de 1969 —hace exactamente 42 años—, el bajista, compositor y arreglista Juan Formell Cortina (La Habana, 1942) presentaba en el Salón Rosado de la Tropical de La Habana, a un combo charanguero de formato inusual (batería, guitarra eléctrica, violines, flauta, bajo eléctrico, órgano…) con apelativo que hacía referencia a una de las consignas oficiales del Gobierno, “Los Van Van”. Lo que sería un fracaso, la zafra de los 10 millones de toneladas de azúcar, estaba en su apogeo: todos los medios de comunicación pregonaban el lema: “¡Y de que van…, van!”. Día sagrado para yorubas y católicos: Shangó (Santa Bárbara), dueño de los tambores Batá, del trueno y de la música, es celebrado con aguardiente y baile en un bembé que se prolonga hasta el otro día en todos los rincones de la Isla. Ese jueves el cielo habanero amaneció con una mancha púrpura en el oriente y unos matices de grises y azules en su centro, evidente presagio de jornada rumbera interminable. Shangó, Oba ko So, bendecía al joven músico en su debut como director con el resplandor de unos de sus colores: le regalaba las espumas de un mar tranquilo y la brisa fresca de un diciembre húmedo y caluroso.

Un poco de historia

Corría el año 68 y en la radio sonaban los temas de Revé y su Charangón (“El martes”, “Qué bolá, qué bolón”, “La flaca”…) que Juan Formell —por encargo del percusionista guantanamero y en su condición de director musical de la agrupación— había compuesto y orquestado desde la incorporación de instrumentos electrónicos (bajo y guitarra), amplificación de las cuerdas (viola y violines) y mezclas de timbres con bajo y flauta desplazándose, con gran oscilación rítmica, en contrapunto con pailas y tumbadoras: nacimiento del Changüí 68, antecedente directo del sonido songuero de Los Van Van.

El inquieto bajista decide separarse de Revé, retomar el son oriental, adicionarle colores armónicos heterogéneos y —en complicidad con el percusionista José Luis Quintana— diseñar la acústica y el formato orquestal de la futura agrupación que pasaría la prueba de fuego en unos de los salones de bailes de más tradición en la capital de la Isla; dicen que los asistente esa tarde a la matiné de La Tropical salieron tarareando agradecidos los acordes de “La compota”, “Yuya Martínez”, “Laura Chancleta”, “Marilú” y “Los Momis”: piezas representativas y determinantes —hoy de culto para coleccionistas e investigadores musicales—, que inauguraron un modo nuevo de hacer música bailable en Cuba: nacía el Songo, se consumaba el inicio de una leyenda.

“No me imaginé llegar tan lejos, que Van Van cumpla, en unos meses, 42 años me parece un milagro…”, comentó Juan Formell, para CUBAENCUENTRO, el pasado agosto en uno de los frecuentes viajes que realiza a México. La agrupación se ha consolidado con particular idiolecto orquestal y ha puesto a bailar a varias generaciones de cubanos. Las pulsaciones de los colores rítmicos han evolucionado constantemente en columpios donde la configuración del formato ha sido determinante en el logro de una impronta con las huellas experimentales y “atrevidas” del autor de “El buey cansao”.

Resumen de 30 años (1969 – 1999). El Premio Grammy

De 1969 a 1979 escuchamos a una “charanga” que pretende imponer el songo (fusión de son cubano con elementos pop, changüí, funk, bomba portorriqueña, shake y boogaloo) matizado en retumbo coral de frescuras armónicas propias de los cuartetos de la época, drums con tabaleos rumberos (Changuito) —resonancias de Max Roach— y flauta jazzística (José Luis Cortés). La etapa que va de 1980 a 1992, con la incorporación de trombones, propicia una eufonía de ondulaciones más cercana al son montuno y a la guaracha (“Sandunguera”, “El negro no tiene ná”, “Aquí el que baila gana”, “La Habana no aguanta más”, “Artesano de la harina”, “No soy de la gran escena”, “Se cambia el turno”, “Soy todo”, “El buena gente”, “Constructores por derecho”, “Ni bombones ni caramelos”, “Un socio”, “Tú no colabores si no es contigo”, “Ese es mi problema”…) con piezas costumbristas que retratan el paisaje de la Cuba de esos años; sonido duro, timba callejera y parámetros yorubas aparecen con la entrada de Mayito Rivera (percusionista del grupo Moncada que en Milán, Italia, coincide con Van Van en una gira, se sube al tablado a descargar, Formell se impresiona con sus dotes de rumbero nato y lo invita a incorporase a la agrupación): período que inicia en 1993 y culmina en 1999 con el Premio Grammy (“ Van is here”, Caliente Record, 1999).

La presencia de Samuel Formell en la sección percutiva (batería y paila) genera un sabor de fuerte raigambre guaguancosera ya en la ruta de la timba como timbre orquestal definitivo y el sabor del songo en montuneo que el piano de Cesar Pedroso sabe recrear muy bien. De este intervalo son las composiciones “Qué sorpresa”, “Soy normal, natural”, “Pura vestimenta”, “Que le den candela”, “La fruta”, “Disco Azúcar”, “Esto te pone la cabeza mala”, “Soy todo”, “Esto está bueno”, “El tren se va”, “Temba, tumba, timba”, “Somos cubanos”, “El tren se va”, “Llévala a tu vacilón”, “Barriste con él”, “Tim-pop con Birdland”, “Qué cosas tiene la vida”, “Quién no ha dicho una mentira”…

De Chapeando a Aquí el que baila gana: El concierto

En Chapeando (Unicornio/Abdala, 2004) Van Van reaparece renovado con una vibrante sonoridad repleta de frescura que los músicos jóvenes (Roberto Carlos, piano; Abdel Rasalp —hijo del legendario Lele, vocalista fundador de Van Van— y Yenisel Valdés, voces; Boris Luna, teclados; Irving Frontela y Pedro Fajardo, violines), recién incorporados a la orquesta, suscriben con oficio admirable. La salida del Pedrito Calvo —cantante representativo por más de 30 años—, del violinista Gerardo Miró y del pianista Cesar Pedroso apenas se resiente; la charanga de Formell, ahora bajo la dirección musical de su hijo Samuel, está sonando como nunca (“Chapeando”, “Anda ven y quiéreme”, “Corazón”, “Ven, ven , ven”, “La buena” —rúbrica del nuevo pianista, Roberto Carlos Rodríguez—, y el danzón formelliano “Nada” son platos fuertes que los bailadores exigentes reclaman en cualquier presentación vanvanera). La resonancia del voceo de Yenisel Valdés (ex miembro de NG La Banda) ajusta un peculiar dejillo inflexivo en el orfeón de los estribillos que poco a poco los bailadores van aceptando: Formell compone para ella el songo “Y después de todo”, Jenny lo frasea con sabroso gracejo para convencer definidamente a los fanáticos vanvaneros: hoy es la vocalista consentida de los adictos de Van Van.

El 17 de junio de 2006 Van Van ofrece un concierto histórico en el Teatro Karl Marx de La Habana que producciones Abdala y Planet Records ponen a la venta en 2007: disco triple —2 Cds y Dvd del programa— Aquí el que baila gana: El concierto. Producción donde el bajista fundador convoca y logra reunir a casi toda la antigua familia vanvanera (Pedrito Calvo, Cesar Pedroso, Gerardo Miró, Mario Valdés, Armandito Cuervo, José Luis Quintana, Fernando Leyva, José Linares, Orlando Canto) con invitados de lujo (el tresero Pancho Amat, el guitarrista Elmer Ferrer y los raperos “Clan-destinos”) que resulta un recuento de nostalgias plagadas de emociones y algarabías festivas de 132 minutos de longitud.

El esperado álbum Arrasando (2009). Nuevo ciclo

Tres años de larga espera y aflora Arrasando (Planet Records/ Producción Juan Formell/Egrem, 2009), placa número 30 bajo dirección musical absoluta de Samuel Formell. “Primer disco de Van Van donde solamente intervengo como productor musical, dejando en manos de mi hijo Samuel la dirección musical, con las colaboraciones en las orquestaciones de Boris Luna, Jorge Leliebre y Roberto Carlos, Cucurucho, quien participa además como compositor”, declara el líder de la legendaria banda. Fiesta anticipada de los 40 años con sorpresas y huéspedes de gratitudes merecidas: Vanessa Formell (hija del fundador de Van Van producto de su matrimonio con la cantante Mirtha Medina), el guitarrista Elmer Ferrer, el trompeta Alexander Abreu y una composición de Rubén Blades. Revelación de un joven director musical de afinado gusto y calibrado oído: Samuel Formell logra que el ensamble regrese al vibrato cadencioso de los 70: aura de suavidades rítmicas con ecos del songo en espacios dibujados por azogues de timba mecidos en redes de son montuno y guaracha. Piezas que reverberan rubatos de asombrosa naturalidad: riff (trombones, flauta y trompeta) de insoslayables invitaciones bailables y caudales de suculentas consumaciones que la sección de percusión (paila, batería, tumbadoras, güiro) sabe matizar con elegante recitación desde acertada jovialidad montunera. Los bailadores agradecen esas tildes de raigambre rumbera desbordada. “Mi Songo” (Samuel Formell) recrea algunos estribillos de la geografía musical formelliana hasta convertirse en manifiesto y homenaje a la herencia de uno de los músicos más importantes de los últimos 30 años en Cuba: las inspiraciones montuneras de Mayito Rivera, antológicas. Lindo regalo a su padre, la interpretación de Vanessa en un tumbao de abundante sandunga y picardía; la juguetona composición de Robertón Hernández “Que no te dé por eso” sube la temperatura del disco en un balance timbero de letánica modulación que el arreglo del tecladista Boris Luna acentúa con sapiencia. Juan Formell nos entrega un songo cifrado en los espacios de sus montunos siempre repletos de imaginería contagiosa, “Tu a lo tuyo, yo a lo mío” nos revela a un Formell vital todavía como compositor y arreglista: Yenisel Valdés asume la ejecución con una dicción sonera/guarachera tan natural que la pieza se impone como una de las más significativas del álbum. Una añeja rumba (“La rumba no está completa”, Juan Formell), que conocíamos en las inflexiones del Lele (cantante fundador), Mayito la retoma y la rejuvenece en fraseos de lúdico swing y eco polifónico en las improvisaciones.

Fonograma que decepciona a algunos amantes de la timba por las “modulaciones retro” de una orquesta que recrea y “rediseña” su idiolecto en variaciones que no traicionan el espíritu de sus fundadores, sino que lo atemperan parafraseando la jerga pícara del habla cubana en consonancia con nuevas ideas y elegante rigor musical.

“Con casi ya cuarenta años de creada la orquesta, Los Van Van proponen este disco titulado Arrasando. Podía parecer algo agresivo, pero por el contrario el término ‘arrasando’, lo hemos utilizado en este caso para borrar lo mal hecho, lo de mal gusto, el facilismo, lo demasiado reiterativo, en fin, la falta de creatividad. Es por eso que nos propusimos hacer un disco con buenas composiciones y sobre todo, con grandes orquestaciones” nos avisaba Formell en la presentación de la propuesta. La grandeza de Arrasando descansa en el equilibrio logrado: songo, timba, guaracha, rumba y son se desnudan en un vaivén de montos discretos. La vivacidad armónica alimenta la fuerza arropada en un discurso franco y novedoso. Arrasando avizoró nuevas estaciones vanvaneras: una agresiva mesura armónica/rítmica y un regodeo temático, conducían los hilos de su aventura musical: conformidades que hoy son índices de una charanga insoslayable en la crónica de la música popular bailable de la Isla. Van Van iniciaba una nueva fase: presencia de la tradición sonera como eje, explotación del depurado oficio de sus integrante y “concepto timbero” más pertinente, desdeñando lugares comunes en las pautas rítmicas, y conjunciones que hacían referencia a los ajustes, siempre precisos, de las orquestas típicas de los 50 y 60 (Aragón, Neno González, Sensación, Pancho El Bravo…)

La Maquinaria (EGREM, 2011)

“Acometemos en estos días la posproducción de un disco que será polémico, La Maquinaria. Acabamos de grabarlo en los estudios EGREM, estamos en el proceso de mezcla. El artista Kcho —Alexis Leyva— está realizando la portada: queremos, mi papá y yo, que sea un lienzo que represente el concepto musical del disco: una maquinaria renovada con nuevos bríos sin abandonar su propuesta inicial de songo guarachero de invitación bailable ineludible. Una rastra en la que todo el mundo se sube pa guarachear”, dijo para CUBAENCUENTRO en octubre pasado —en gira por México— el percusionista Samuel Formell, director musical de la agrupación insignia de la música popular bailable contemporánea de Cuba. “Esperamos estrenarlo en diciembre, mes en el que cumplimos 42 años de fundación y presencia constante en los afectos de los bailadores de muchas partes del mundo y esencialmente de nuestro pueblo”, reitera el hijo de Juan Formell. “¿Y por qué será polémico?”, le inquirimos. “Por el regreso a la sonoridad de los 70. No es un álbum timbero, por su acusada presencia sonera y vuelta a la explotación de gamas charangueras, quizás para algunos con cortes tradicionales”, replica el baterista.

Cierto, La Maquinaria es un compendio de confluencias. Los Van Van se presentan con el mismo formato orquestal de los últimos 15 años: batería y paila (Samuel Formell), trombones (Hugo Morejón, Álvaro Collado, Edmundo Piña), flauta y sax eléctrico (Jorge Leliebre), sintetizadores (Boris Lunas), congas (Manuel Labarrera), güiro (Julio Noroña), Violines (Irving Frontela, Pedro Fajardo), bajo (Pavel Molina), cantantes (Robertón Hernández, Yenisel Valdés, Mayito Rivera, Miguel Angel Rapsals, El Lele). Músicos invitados: Coro Solfa de la Schola Cantorum Coralina, Alexander Abreu (trompeta), Ángel Bonne (coros, Sax). (Director musical: Samuel Formell. Director general: Juan Formell Cortina).

Un repertorio de diez composiciones que pronuncian conformidades de songo, son, merengue-songo y tumba-songo. Sonoridad de los 70/80 en nuevos arreglos a dos temas de Juan Formell (“Recíbeme” de Qué pista, 1983, título original: “Ay mama recíbeme”; “Eso que anda”, de Eso que anda, 1986). “Control”, pieza en tiempo de son de Juan Carlos Formell —guitarrista exiliado en Nueva york, hijo mayor del fundador de Los Van Van—, quien ya había incursionado como compositor en el grupo con “La historia de Tania y Juana” de la placa Azúcar, 1992. El vocalista Abdel Rasalps y el pianista Roberto Carlos presentan el songo: “La bobería”. Mayito Rivera regala el songo “Mis santos son ustedes”. Samuel Formell cede el songo “Yo no le temo a la vida”. El flautista Jorge Leliebre entrega el merengue-songo “Un año después”. Juan Formell exhibe tres piezas de reciente creación “La maquinaria” (songo), “Qué tiene ese guajiro que” (son) y “Final” (tumba-songo).

“¡Atención!, para todos los bailadores del mundo / La Maquinaria ya salió / Ahí na má // Oh, Oh! Te figúrate que ya yo no (estribillo) / Somos una maquinaria / que si nos cambian los aros / nos rectifican el cigüeñal / nunca se va a parar // La maquinaria es un tren / una guaga / una rastra / un aeroplano / un camión / una lancha / a propulsión / Te figuraste / te lo creíste / pero, yo creo que te confundiste varón / Tú te creías / que ya taba cansao / que taba achantao / pero yo sigo plantao / Anda ven y súbete / a mi maquinaria / pa que vea / cómo las mujeres se menean / lo digo yo / y tú te figuraste/ que no taba en talla / y con mi maquinaria / sigo en la batalla / ¡Atrévete! ¡Atrévete! / Súbete en mi maquinaria / pa que baile con cadencia / pa que nunca te arrepientas / de bailar con los Van Van / ¡de Cuba! / Somos la más perfecta / maquinaria universal / imagínate si es un Van Van / que lleva más de 40 años / andando / creando / inventando…”: obertura de inconfundible timbre formelliano en el que trombones y violines marcan el compás, y batería en tabaleo 2/3, de manso contoneo conguero (retumbos de “El baile de buey cansao”) y texto que subraya la crónica de 42 años: el tren de la música cubana, maquinaria que invita a que te subas a su propuesta acompasada.

Las orquestaciones de “Recíbeme” y “Eso que anda”, regreso a los años 80: batería marcando la clave, trombones en arpegios contrapunteados con los violines y sabrosas inspiraciones de Lele y Robertón. Imaginativas las citas que se hacen de “Operación sitio” (Pedro Luis Ferrer), “Qué sorpresa” y “La habana no aguanta más”. Mayito ejecuta “Control” con impronta guaguancosera en pregón que apoya una orquestación que nos remite a tonalidades de Ruben Blades, sobre todo en las bisagras y ligazones de los trombones en los puentes. “La bobería”, uno de los momentos fuerte del disco, con un Lele que se crece en las improvisaciones y un pianista de tumbao perichunesco al servicio de los bailadores. Yenisel canta “Qué tiene ese guajiro que” y “Un año después” (seductora fusión de merengue con songo) con lúdicas pronunciaciones. En “Yo no le temo a la vida” percibimos a un ensamble de puntadas solidas desde rutas y conformidades puntuales en los contrapunteos de violines, trombones, percusión y piano (sello distintivo del diapasón Van Van).

Formell reserva para la clausura “Final”, tumba-songo de linaje vanvanero de los años 70. Mezcla de bomba portorriqueña, indicios de chachachá, shake, funk, changüí y boogaloo. Ojo con el solo del trompeta convidado, Alexander Abreu. La Maquinaria o Van Van en total madurez concertina: batería con hilvanes de Roach y Changuito; violines que pespuntean pasajes movidos en el más alto halo charanguero, diseño de los metales (Hugo Morejón) en armonías jazzísticas que recuerdan a Generoso Giménez y a Juan Pablo Torres. Regreso a gamas del Changüí 68: cuerdas que desdeñan lo melódico para incursionar en las reverberaciones rítmicas, mezcla del timbre de los trombones, flauta y sax eléctrico con la pulsación funk del bajo. Las percusiones (batería y congas) repiquetean siguiendo las pautas del walking bass.

En este nuevo disco se escuchan reminiscencias de piezas representativas que se impusieron en los 70: “Chirrín Chirrán”, “Te traigo”, “Llegué Llegué”… No hay comparación con Arrasando que fue un disco complejo con arreglos y composiciones muy elaboradas. Con La Maquinaria el líder de Van Van vuelve a la esencia del son oriental. “Siempre he tratado de entender cómo se hace un buen son; soy un estudioso de su estructura, el texto, el estribillo…”, comenta Formell. Se aprecia en este nuevo álbum una tímbrica contemporánea de mayor riqueza armónica acentuada en la explotación de los sintetizadores y una cadenciosa polirritmia en los arreglos orquestales. El concepto songo se amplia y se fusiona con el merengue y la plena (“Final”, “La bobería”, “Un año después).

Juan Formell es hoy por hoy, uno de los más importantes protagonistas vivos de la música popular cubana; Los Van Van, una leyenda que enorgullece la cultura de la Isla. Su nombre surgió de un fracaso generado por la terquedad del Comandante. En diálogo con Samuel Formell, hace unos meses, le dije: “La zafra del 70 no fue un fracaso. Lo mejor de esa aventura testaruda son ustedes. No se lograron los 10 millones de toneladas de azúcar, pero tenemos a Van Van…” El baterista miró a un lado y a otro, esbozó una tímida y discreta sonrisa, se quedo en silencio unos segundos, y me contestó: “Yo creo que sí…, pensándolo bien, tienes razón…”

Dicen que en los años venturosos, cuando los historiadores de todo el mundo, entre el asombro y la curiosidad, viajen a la Isla y pregunten por un tal Fidel Castro la respuesta de los sobrevivientes será: “dictador sin sentido del ritmo que gobernó al país durante el reinado de Van Van”. La Maquinaria, la pujanza cadenciosa, de Juan Formell y Los Van Van siempre estará aquí y allá, presidiendo el baile eterno de todos los cubanos.

(Nota final: Mario Rivera Godínez —Mayito—, una de las voces representativas de Van Van desde 1994, abandona la agrupación. “Mayito está en el disco para beneplácito de todos, porque ha sido uno de los mejores cantante que hemos tenido. Decidió hacer su carrera en solitario, lo cual es válido, pero no podrá defender el trabajo vocal que hizo en La Maquinaria. Un nuevo intérprete, Mandy, que viene de otras orquestas populares, se incorpora a la orquesta y cantará esos temas en los conciertos que se avecinan”, anuncio el líder Van Van en el homenaje, por su cumpleaños 60, a José Luis Cortés en el Club Havana, el pasado mes de noviembre.)


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