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Crónica de un triunfo anunciado

Bakú, la capital de Azerbaiyán, acogió la edición número 57 del recién celebrado Festival de Eurovisión, en el que pese a limitarse a esa área geográfica hubo presencia cubana

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Mientras yo viví en Cuba, la única referencia que tuve del Festival de Eurovisión fue solo a través de las grabaciones de algunos de los temas que allí ganaron o participaron. Entre otros, recuerdo Volare, de Domenico Modugno, Eres tú, de Mocedades, La, la, la, de Massiel, Puppet on a String, de Sandie Shaw, Non ho l´età, de Gigliola Cinquetti, Gwendoline, de Julio Iglesias, Poupée de cire, pouppé de son, de France Gall, Congratulations, de Cliff Richard, Waterloo, de ABBA… En esos años, como después vine a saber, el certamen se reducía a que los intérpretes se situaran ante el micrófono y defendieran la canción lo mejor posible. Algo que para un espectador de hoy resultaría no ya aburrido, sino imposible de concebir. Cuando pasé a residir en España, pude ver por primera vez la trasmisión en directo del certamen, que para entonces tenía un formato totalmente distinto, más acorde con el concepto audiovisual de los tiempos actuales. Sin ser lo que se dice un eurofan, lo he seguido viendo cada año. Este no ha sido la excepción, gracias a que el cable que tengo incluye a Televisión Española Internacional.

En 2011 ganó un dúo que representaba a la antigua república soviética de Azerbaiyán, a la cual, de acuerdo a la norma del certamen eurovisivo, le correspondió organizar la edición de este año. Bakú recibió a cantantes y conjuntos procedentes de los países que integran la European Bradcasting Union, cuyas fronteras se han extendido considerablemente tras la caída del comunismo. Eso explica la presencia de un país de mayoría musulmana como Azerbaiyán, aunque en el plano musical ese dato resulta irrelevante, como luego explicaré. Para acoger al festival, el Gobierno azerí decidió construir un nuevo complejo de conciertos, el majestuoso Crystal Hall, realizado por una compañía alemana. Se hizo en siete meses y se halla ubicado en una península que se adentra en la bahía. Tiene capacidad para unos 23 espectadores. Posee un escenario poligonal, rodeado de varias pantallas, y cuenta con pasarelas que recorren el pabellón. Asimismo la ciudad fue renovada, para aprovechar el escaparate internacional que significa Eurovisión. Eso implicó un gasto de 60 millones de dólares, cifra que el país pudo asumir sin problemas gracias a los ingresos procedentes del gas natural y el petróleo.

Como símbolo visual se escogió un diseño de llamas concéntricas en forma de flor o estrella. Está basado en las tradiciones y la cultura de Azerbaiyán, conocida históricamente como “tierra del fuego”. Junto a ese logotipo, aparecía el eslogan de esta edición: Light your fire! Previo a cada canción y como es usual, se proyectaron videos de diferentes regiones y aspectos del país anfitrión. Asimismo el exterior del Crystal Hall se iluminaba con los colores de la bandera perteneciente al país que a continuación se iba a presentar. Aunque algunos se quejaron de los problemas de sonido durante los ensayos, nada de eso empañó la competencia final. A nivel técnico, fue una realización impecable, que permitió a Eurovisión lucir con brillantez lo que pretende ser: un espectáculo de música, luz y bailes.

En Bakú se alcanzó una cifra record de participantes, 42 en total, igualando así la de Riga en 2003. Armenia se negó a asistir por no poderse garantizar la seguridad de su representante, debido al conflicto que los dos países mantienen desde el conflicto de Nagorno Karabaj. Andorra argumentó problemas económicos para justificar su ausencia. Y Checoslovaquia optó por no tomar parte a causa de que los malos resultados en años anteriores decepcionaron al público. En cambio, retornó Montenegro, después de un par de años por carecer de recursos para financiar la asistencia. Los 42 representantes compitieron en las dos semifinales, de donde salieron los 26 que se presentaron la noche del sábado. Se calcula que la final fue vista por 120 millones de telespectadores. (Las grabaciones de mejor calidad de las distintas actuaciones se pueden ver haciendo clic aquí.

Grandes voces femeninas

El apabullante triunfo obtenido por Suecia no sorprendió a nadie. Loreen arribó a Bakú precedida por el éxito que había alcanzado en su país natal con Euphoria. Eso no hizo sino corroborarse a partir de los primeros ensayos, cuando pasó a encabezar todas las quinielas. De origen bereber y bonita figura, cantó descalza, con el pelo suelto sin arreglar y un maquillaje mínimo. En contraste con la espectacularidad de la mayoría de los artistas, Loreen llevó una puesta en escena despojada, entre tenebrosa y mágica, basada por completo en un juego de luces y sombras. Interpretó estupendamente el tema y supo entregar una actuación que no se parecía a ninguna otra de las que se vieron. El suyo fue, pues, un primer lugar merecido.

No se distinguen por su calidad vocal, ni por su desenvolvimiento escénico, ni por su originalidad. Pero por encima de eso, las integrantes del conjunto folclórico Buranovskiye Babushki (las Abuelas de Buránovo) cautivaron al público y consiguieron retornar a Rusia con el segundo puesto. Son seis entrañables viejitas (juntas suman más de 500 años y la mayor cumplirá 77 en el otoño) que viven en la pequeña República de Udmurtia, en un pueblo a orillas del río Volga. Saltaron a la fama en 2008, a partir de un reportaje sobre ellas que pasó un canal de la televisión rusa. Desde entonces, han tomado parte en numerosos shows y conciertos, incluida una actuación especial en Rock Above Volga, un festival al aire libre que congrega a más de 20 mil personas. En Bakú compitieron con Party for everybody, que aunque tiene un estribillo en inglés ellas cantaron en udmurto, su idioma natal. Además de canciones folclóricas, en su repertorio incluyen composiciones de Queen, Shocking Blues y los Beatles. Tratar de entender por qué las abuelas rusas se impusieron en la votación a intérpretes muy superiores, es algo ocioso. Al verlas en escena, uno no puede menos que rendirse a su sencillez, su frescura y su encanto naif.

El tercer lugar lo mereció el serbio Zeljko Joksimovic, quien antes había concursado como compositor en 2006 y 2008. Canta desde niño, toca 14 instrumentos, ha grabado varios discos y en su país es una reconocida figura. Interpretó con mucho profesionalismo y sobriedad un tema propio, Nije Ljubav Stvar, una hermosa balada que, al final, cambia de registro. Fue uno de los pocos artistas masculinos que realmente logró destacarse, en un certamen donde las grandes voces que se escucharon fueron las femeninas. El otro que, en mi opinión, tuvo una actuación muy destacada fue Ott Lepland, ganador en Estonia de todos los concursos en los que participa. Pese a su juventud, demostró ser un excelente vocalista y un fino compositor. Fue otro de los artistas que renunció a la espectacularidad y entregó la que fue la puesta en escena más sobria y contenida de todo el festival. Obtuvo el séptimo puesto, aunque debería haber recibido uno mejor.

Mencioné antes que en Eurovisión 2012 hubo grandes voces femeninas. Una de ellas fue la albanesa Rona Nishliu. Aunque habitualmente se desenvuelve en la música pop, llevó a Bakú un tema melódico que interpretó imprimiéndole un fuerte dramatismo. Realmente era una canción difícil, pero le dio unas posibilidades de lucimiento que ella supo aprovechar muy bien. Otra que sobresalió fue Kalliopi, de Macedonia, quien es la artista más conocida de los Balcanes. Posee una excelente voz y un profesionalismo que denota sus muchos años de andadura (su discografía incluye doce compactos). En su idioma natal cantó, con mucha fuerza y carisma, Crno I Belo, una bella balada que luego adquiere timbres rockeros. Aunque tal vez no alcanza el mismo nivel que las anteriores, tampoco desmerece en este grupo la representante de Bosnia & Herzegovina, Maya Sar. Se acompañó al piano para cantar Korake Ti Znam, un tema romántico escrito por ella. Su actuación se distinguió por el buen gusto, la austeridad y la elegancia de su desenvolvimiento escénico.

Aunque es mucho más joven que las tres artistas anteriores, la sevillana Pastora Soler tuvo una destacada actuación. Llegó a la final como una de las claras favoritas, pero tras la votación solo logró quedar décima. Lo cierto es que su paso por el Crystal Hall fue impecable, gracias a su poderosa y afinada voz y a su presencia escénica de delicada fuerza. Con ella, España se resarció con creces del escaso lucimiento que tuvo en las ediciones anteriores, en especial en la 2008, cuando Rodolfo Chikilicuatre hizo descender la calidad a un nivel pedestre difícilmente igualable.

Aparte de Pastora Soler, tuvieron una digna actuación Nina Zilli y Anggun, representantes de Italia y Francia. La primera interpretó, mitad en italiano y mitad en inglés, L'Amore È Femmina (Out Of Love), que denota la influencia del soul, el R&B y otros ritmos norteamericanos. Su enorme moño, sus labios pintados de rojo y su vestido entallado, remitían de inmediato a la desaparecida Amy Winehouse, quien también se nutrió en esas músicas. Anggun, quien es de origen indonesio y lució un vestido diseñado por Jean Paul Gaultier, optó por una puesta en escena más llamativa, que incluía tres gimnastas. Participó con el tema Echo (You And I) y lo hizo muy bien. Sin que fuese de las más sobresalientes, fue injusto que la relegaran al puesto 23.

Espectacularidad y canciones pegadizas

En el repertorio escuchado en Bakú abundaron las canciones bailables y festivas, algo habitual en el certamen eurovisivo. Esa fue la propuesta con la cual acudieron países como Turquía, Ucrania, Rumanía, Chipre, Grecia, Rumanía, Malta, Lituania, Irlanda, Noruega, Moldavia. En opinión de quien esto escribe, el mejor de todos esos representantes fue, con diferencia, el moldavo Pasha Parfeny. Concursó con Lăutar, de la cual es coautor, y pese a tener solo veintiséis años demostró un notable talento y un gran profesionalismo. A eso suma su simpatía, así como una agradable figura, entre Colin Farrell y Edward Norton. Se desenvuelve muy bien en el escenario, y realmente no necesitaba de esas bailarinas que ejecutaron unas coreografías tan estrafalarias como su vestuario.

Rumanía participó con una de las actuaciones más divertidas y contagiosas que se vieron en el festival. Correspondió al grupo Mandinga, que lleva ya diez años haciendo una música que combina ritmos caribeños y del este de Europa. Han grabado cuatro discos y solo en 2011 ofrecieron 300 conciertos. El hecho de que este conjunto rumano haya adoptado ese nombre no es casual. Parte de sus integrantes son cubanos, y quienes vean el video de su presentación en Bakú seguramente los identificarán. Interpretaron un tema titulado Zaleilah, cuya letra alterna el español con el inglés. A Elena Ionescu, la guapa solista, se le escuchaba repetir: ¡Vamo ya, vamo ya! No es de extrañar que de esta mezcla de gaita, acordeón y congas, surja un nuevo ritmo, la salsa balcánica.

Varios artistas buscaron sorprender a través de la espectacularidad de su puesta en escena. El turco Can Bonomo, ataviado de marinero, se hizo acompañar por cinco bailarines que, en un momento dado, formaron con sus amplias capas un barco. Donny Montell, el joven representante de Lituania, cantó con una venda en los ojos parte de su tema, que se titula, faltaría más, Love in blind. Y los rubios gemelos irlandeses de Jedward montaron todo un show, con luces, saltos y ducha final incluida. Habían competido el año pasado en Dusseldorf, donde quedaron en el octavo puesto, y esta vez clasificaron en el 20.

Hasta hace unos años, los artistas cantaban en su propio idioma, ignoro si porque así lo establecía el reglamento. Pero desde que el festival creció numéricamente, con el ingreso a la European Bradcasting Union de los antiguos países del Este, el inglés ha pasado a ser la lengua dominante. Este año, por ejemplo, fue la empleada por 14 de los 26 intérpretes. Eso tiene que ver, entre otras razones, con el hecho de que en varios casos los compositores de los temas son de otra nacionalidad. En Eurovisión 2012, por ejemplo, 10 estaban firmados por músicos suecos. Incluso se dio la coincidencia de que el nombre de Thomas G. aparece en el crédito de Euphoria, la canción ganadora, y también en el de Quédate conmigo, que llevó Pastora Soler. Por otro lado y por más que vocalmente estén bien defendidas, muchas canciones suenan demasiado a otras ya conocidas, pues emplean patrones comerciales que se han utilizado hasta el cansancio.

Un aspecto que ha devenido muy controversial en las últimas ediciones, se refiere al discutible criterio con que se elige a los premiados. Italia, uno de los miembros fundadores del certamen, se retiró por varios años, en protesta por el notorio cabildeo en el sistema de votación. Eso dio lugar a que se adoptara otro: ahora el 50 % de los votos corresponde a un jurado y el otro 50 %, a las llamadas telefónicas de los espectadores. Aun así, el problema sigue. Para dar una idea, ilustro con algunos ejemplos de este año. Montenegro dio sus calificaciones más importantes (8, 10 y 12 puntos) a sus vecinos Macedonia, Albania y Serbia. Lo mismo hizo Ucrania, que las concedió a Moldavia, Rusia y Azerbaiyán, y también Croacia, que benefició a Macedonia, Bosnia y Serbia. Es una política de “hoy por ti y mañana por mí”, que en más de una edición ha dado el triunfo a quien no lo merecía. Pero esas son las reglas del juego del certamen, en el que unos ganan y otros pierden, sin que necesariamente eso responda a la calidad musical.

Detrás de la fachada

Los comentarios anteriores están redactados a partir de lo que los espectadores pudimos ver, a través de la trasmisión en directo del festival. Nada dejó traslucir que hasta el mismo día de la final en Bakú hubo protestas que la policía reprimió. También las hubo el lunes. Los manifestantes fueron sacados en autobuses y 38 de ellos quedaron detenidos. El viernes otros 50 fueron arrestados, cuando tomaban parte en el centro de la ciudad en un acto organizado por la rama juvenil del Frente Popular, un partido de la oposición. Pero la European Broadcasting Union prohíbe acciones o declaraciones políticas de los artistas y organizadores del evento. Amnistía Internacional lamentó que esa falta de acción internacional ha dado a las autoridades azeríes carta blanca para continuar reprimiendo a los disidentes.

En Azerbaiyán está el poder está en manos de un régimen dinástico, similar al de Corea del Norte y Siria. A su frente se halla, desde el año 2003, Ilham Aliyev. Es hijo de Heydar Aliyev, antiguo jefe de la KGB, quien sin transición pudo pasar de la era soviética a ocupar la presidencia del país. En 2009, tras haber obtenido el 88 % de los votos, Ilham no encontró dificultades para sacar adelante una reforma de la constitución que elimina el límite de dos mandatos presidenciales. En 2010, las elecciones parlamentarias dejaron fuera a los dos partidos de la oposición, lo cual le ha allanado el camino para la permanencia intemporal.

Amnistía Internacional ha señalado que veinte años de independencia, prosperidad económica y relativa estabilidad, no se han traducido en libertades fundamentales para los ciudadanos. Por su parte, los activistas azeríes han denunciado al régimen dictatorial y corrupto de Ilham Aliyeb, en el que no se respetan los derechos civiles ni las libertades. Según expresan, la represión se ha recrudecido desde que, meses atrás, un grupo quiso seguir el ejemplo de la primavera árabe y exigió reformas democráticas. Las más pequeñas demostraciones de protesta son respondidas con arrestos, palizas y chantajes. Además se ha acentuado la presión sobre blogueros y periodistas. Para ello se recurre a las viejas tácticas de la etapa soviética, que supuestamente quedó atrás. Asimismo para la celebración del evento eurovisivo se hicieron obras faraónicas, que implicaron el desplazo sin contemplaciones de decenas de familias.

Esa es la realidad que hay detrás de la brillante imagen que vimos los telespectadores de Eurovisión 2012, y que los más de mil periodistas extranjeros tampoco llegaron a ver. De ella también prefiere apartar la vista la comunidad internacional. A los gobiernos de Asia y Europa no les interesa ni les conviene fijarse en ello, pues unos y otros codician las reservas de gas y petróleo que posee Azerbaiyán. Especialmente en un contexto como el actual, nadie se va a arriesgar a perder contratos e inversiones. Eso llevó a la Unión Europea a incluir a esa nación en su Política de Vecindad y a aprobar su ingreso al Consejo de Europa en 2001.

Así que al concluir el certamen, todos estaban contentos y satisfechos y al día siguiente se fueron, nunca mejor dicho, con la música a otra parte.