Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Literatura

¿Cuál es la rumba?

Cuando la dictadura cese serán posibles las valoraciones de cada obra y autor, de disidencias y colaboracionismos, de políticas culturales y responsabilidades individuales.

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La otra 'batalla', pero sin miedos

Lo que actualmente sucede con obras y autores en México, Brasil o Chile es el "circuito literario" que nos espera tras el cambio. La comercialización y la trivialidad serán los sustitutos de la "batalla de ideas", más blandas, pero casi tan dañinas al desarrollo cultural de la persona y de la familia —social, aunque no individualmente—, como la grosera subordinación a una ideología excluyente, sectaria.

La diferencia esencial será la pérdida del miedo a la cárcel o al ostracismo, la desaparición de las tan arraigadas formas de represión y de simulación que el Estado —y un líder carismático a punto de extinción— han impuesto como único patrón.

La literatura —como viene sucediendo en las ex repúblicas soviéticas y en los países del fenecido "campo socialista"— tomará esos nuevos motivos —sin censura ni autocensura—, los re-creará con mayor o menor gracia expresiva, pero siempre sin temor a que el autor padezca lo que Heberto Padilla o Raúl Rivero, lo que Antonio José Ponte o ese anónimo adolescente que hoy calla en la Escuela de Letras de la universidad por "precaución" ante la Unión de Jóvenes Comunistas.

El cambio anímico será una alegría a celebrar por cada uno de los escritores cubanos del exilio y del insilio, salvo para aquellos que gozan con excluir a los demás. Un ambiente de crítica sin fronteras —incluyendo la crítica a la misma transición y sus defectos— prevalecerá sobre los silencios cómplices y la vista hacia el cielo ideológico, sin excluir nuevos amanuenses, para entonces risibles.

Librerías y bibliotecas exhibirán los libros prohibidos, surgirán fundaciones privadas, editoriales cubanas del exilio como Universal y Verbum se asentarán en su tierra, se revitalizarán las instituciones culturales que hoy languidecen en la pobreza, una ecuménica editorial estatal rescatará a los clásicos cubanos —como en la época de José María Chacón y Calvo—, se crearán asociaciones independientes de escritores, los concursos no temblaran ante ningún policía o burócrata…

Estoy seguro de que se hará justicia —se oirá cada punto de vista— cuando los medios dejen de ser propiedad de un Partido, de un clan soberbio y prepotente que ha demostrado —sobran pruebas— su desprecio a los intelectuales y su astucia en manipular a los más débiles, a los filotiránicos de estirpe masoquista o de irrefrenable sed de distinción y bienestar material.

La polémica —sin exclusiones, ni siquiera a los que aún defiendan la "utopía diabólica"—, los grupos y tendencias, hasta los chismes, serán dueños del espacio que desapareció tras la fragmentación de la sociedad civil y la pulverización sistemática del Estado de derecho.

Cada pájaro con su bandada

Los jóvenes escritores —la mayoría— encararán sus desafíos expresivos bajo condiciones infinitamente superiores a las generaciones precedentes, aunque desafíen —por supuesto— similares retos éticos y estéticos.

Los mayores de cincuenta años —como yo— tendremos que acostumbrarnos a vivir en democracia, sin esperar que el Estado se ocupe de nuestra comida o de lo que estamos escribiendo, y aun más: deseando que el Estado no se ocupe, que nos ignore deliciosamente. ¡Será una bendición hasta ignorar quién es el ministro de Cultura, porque su poder ya no determinará ni una publicación ni un viaje a una feria del libro, ni un departamento en Alamar ni el permiso para comprar un auto!

Supongo que muchos del exilio no regresaremos, salvo de visita o a echar la vejez —si logramos ahorrar— en alguna playa o finca o piano-bar entre boleros… En este ángulo espero que no haya resentimientos ni pases de cuenta, la vida ya se ha encargado de llevar el debe y el haber de cada uno. Cada pájaro podrá estar con su bandada, sin espanto ante comisarios, talibanes o lémures.

La "claridad moral" —como pide Natan Sharansky en Alegato por la democracia— será el mejor legado a los jóvenes, porque en definitiva pocos la separan de los valores artísticos, o si lo hacen, un "¡qué lástima!" de inmediato nubla la opinión, como sucede cuando se habla de algunos escritores de innegable talento que aún se aferran al naufragio.

Al menos no habrá que aplaudir o callarse, guardar el poema o el cuento o la novela hasta que sea "el momento apropiado" o el "enemigo" no aceche. Al menos desaparecerán las pavuras —no los pavones, por Dios— ante un Estado de bambolla mesiánica, cuyo objetivo estático —sabe que le es imprescindible— es sofocar la palabra independiente, humillar a los escritores sin mandato.


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