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Cuba tuvo una diva

Hace medio siglo, Marta Pérez se convirtió en la primera y única intérprete cubana que cantó en ese santuario de la ópera mundial que es el Teatro alla Scala de Milán.

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Cúmplese en el 2005 una significativa efeméride que pienso no debiéramos pasar por alto: hace medio siglo, la voz de una cubana se escuchó por primera vez en ese santuario de la ópera mundial que es el Teatro alla Scala de Milán. La protagonista de aquella proeza, hasta hoy nunca repetida, fue Marta Pérez (La Habana, 1924), una de las muchas glorias de nuestra cultura que resulta una ilustre desconocida para varias generaciones de cubanos. Las razones de semejante barbaridad se volverán nítidas si simplemente anoto que en 1960 la famosa intérprete decidió marcharse de la Isla. Me ahorro —y les ahorro— otros comentarios. De modo que como se aplica en este caso lo que dice Phillipe Sollers: como es habitual, lo que se supone conocido, está, en verdad, muy mal conocido, se impone que cuente un poco sobre Marta Pérez.

Al igual que muchos compatriotas suyos, Marta Escolástica de los Ángeles Pérez y Suárez es hija de un matrimonio de cubanos y españoles. Asimismo al revisar su biografía se constata que su vocación artística se manifestó desde la niñez. Antes de cumplir diez años, se había presentado ya en varios programas radiales y había participado en varias giras por ciudades y pueblos del interior del país. Inició la etapa formativa en 1935, cuando empezó a tomar clases de piano y de canto, estas últimas con Maryla Granaowska, una profesora polaca radicada en Cuba. En 1939 es admitida en el Coro de la Orquesta Filarmónica de La Habana, y gracias a una recomendación de su director es promovida a la categoría de solista. Eso la convirtió en la artista más joven que había logrado esa posición. Los nueve años que allí trabajó contribuyeron a completar su formación y le dieron la oportunidad de cantar bajo la batuta de figuras del prestigio de Eric Kleiber y Herbert von Karajan.

Un año señalado en la flamante carrera de Marta Pérez es el de 1946. Su talento y su excelente calidad como intérprete lírica eran ya ampliamente reconocidos. Uno de los que se entusiasmó con sus cualidades fue Ernesto Lecuona, quien la invitó a tomar parte como artista acompañante en la gira por Estados Unidos que iba a emprender. Las actuaciones se extendieron por varios meses, y en la programación estuvieron incluidas plazas tan importantes como el Carnegie Hall, en Nueva York, el Constitucional Hall, en Washington, y la Music Academy de Filadelfia. No fue aquélla, sin embargo, su única colaboración con Lecuona. En los años siguientes, Marta Pérez interpretó los papeles protagónicos de tres de las zarzuelas creadas por el más universal de los compositores cubanos: María la O, Rosa la China y El cafetal.

Lecuona, sin embargo, no fue el único compositor que la tuvo entre sus artistas más admiradas y favorecidas. Otro de nuestros mejores músicos, Gonzalo Roig, la seleccionó como figura principal para la primera grabación de su Cecilia Valdés, realizada en 1948. La popularísima zarzuela se había estrenado en 1932, y desde entonces había sido cantada por figuras como Caridad Suárez, Rita Montaner y Zoraida Marrero, algunas de ellas de manera memorable. Pero Roig consideró que en Marta Pérez había hallado la intérprete perfecta. Y de hecho Marta Pérez hizo de la célebre mulata el papel emblemático de toda su trayectoria. En 1990, Alina Sánchez, otra de nuestras mejores Cecilias, grabó de nuevo la zarzuela de Roig. En la cubierta del disco aparecen mencionadas las cantantes que la antecedieron. No se incluyeron allí los nombres de Zoraida, ni de Caridad, ni de Marta, quienes desde hacía años residían en el exilio. Por enésima vez era aplicada la política mezquina de mutilar y escamotear parte de nuestra historia cultural.

Pero volviendo a aquella grabación, el disco se realizó aquel año y empezó a circular el siguiente. En Cuba fue todo un éxito de ventas, y tuvo además una buena acogida en el extranjero. Para Marta Pérez representó la tarjeta de presentación que la catapultó internacionalmente, y pronto le llegaron las primeras ofertas para presentarse en América y Europa. Por otro lado, en Cuba la entrada de la televisión inauguró una nueva etapa para los artistas. Entre finales de 1950 y principios de 1951 empezaron a transmitir los dos primeros canales, CMQ y Canal 4. Marta Pérez estuvo entre las intérpretes que pudo enfrentar sin dificultad el paso del medio radial al televisivo, debido a que además de sus excelentes cualidades vocales y musicales, poseía un gran talento dramático y una poderosa personalidad escénica. Su presencia empezó así a hacerse habitual en espacios como El Cabaret Regalías, Gran Teatro Lírico, Miércoles de Amor Palmolive, Gran Teatro Esso y Jueves de Partagás. Asimismo y gracias a su creciente popularidad, Marta pasó a tener su propio programa: Marta Pérez y sus canciones.


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