Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Cuba tuvo una diva

Hace medio siglo, Marta Pérez se convirtió en la primera y única intérprete cubana que cantó en ese santuario de la ópera mundial que es el Teatro alla Scala de Milán.

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En 1954, Marta Pérez fue invitada a Suiza para tener una audición ante Herbert von Barajan y Antonio Ghiringhelli. Este último era a la sazón director del Teatro alla Scala de Milán, y quedó tan impresionado con su talento, que de inmediato le ofreció una beca para que pudiese ir a Italia. Dos meses después de haber llegado, Marta recibió una nueva invitación, ésta para interpretar el personaje de Preziolsilla de la ópera de Giuseppe Verdi La forza del destino. El 25 de mayo de 1955, la mezzosoprano se convirtió en la primera artista cubana que cantó en el mundialmente famoso teatro milanés. En esa ocasión tuvo el privilegio de compartir el escenario con Renata Tebaldo y Giuseppe di Stefano, dos de las figuras más importantes del bel canto italiano. Aquel estreno suyo recibió el espaldarazo de los críticos, que destacaron su refinado estilo y su buena escuela. Marta tuvo más tarde la oportunidad de volverse a presentar en la Scala, esta vez junto a Giulietta Simionato en Cavallería rusticana. Asimismo un año después de aquel exitoso debut, Renata Tebaldi le propuso repetir su actuación en La forza del destino, en la gira que iba a realizar por Estados Unidos. Por otro lado, en esta década el repertorio de Marta Pérez se enriqueció con la incorporación de nuevos títulos: Cosi fan tutte, Rigoletto, El rapto de Lucrecia, Carmen, La médium, El murciélago, El amor brujo. Entre todos esos papeles, ella confiesa preferir los de las operetas y las obras clásicas más ligeras. ¿La razón? Para una persona como ella, que disfruta mucho de la vida, resulta un enorme esfuerzo el someterse a los rigores emocionales y físicos que el fuerte dramatismo de los personajes de las grandes óperas exige.

Esa carrera tan brillante y ascendente se vio frenada en la siguiente década. En octubre de 1960, Marta toma la determinación de marcharse de Cuba. Eso representaba para ella el tener que empezar casi de cero en Estados Unidos, donde pasó a residir. En una entrevista aparecida en mayo de 1962 en el New York Mirror, se refiere a ello: "En Cuba yo estaba en la cima. Ahora tengo que lograr de nuevo la fama. No resulta fácil, pero yo soy optimista. Por lo menos soy libre. Y eso quizás es más valioso que una carrera". Su talento y sus magníficas cualidades musicales le facilitaron el inicio de esta nueva etapa. Uno de sus primeros éxitos se lo debió precisamente al papel que la consagró tanto en su patria como internacionalmente: en septiembre de 1961 ofreció en el Carnegie Hall un concierto con la música de la Cecilia Valdés de Roig, en esta oportunidad bajo la dirección de Alfredo Munar. La acogida que tuvo superó las expectativas del elenco y de los productores, e hizo que Rudolf Bing, director de la Metropolitan Opera House, se interesara por repetirlo. Su interés cristalizó, en julio de 1965, en una nueva presentación del concierto en el Lewisohn Stadium de Nueva York, donde fue presenciado por más de dieciocho mil espectadores.

Tras aquellas presentaciones de Cecilia Valdés, Marta Pérez vio cómo se le abrían las puertas de otras importantes plazas de Nueva York: el Lincoln Center, el Town Hall, el Manhatan Center. Le brindan también la oportunidad de participar en el elenco de una obra musical en Boradway, Infidel Caesar, una recreación del Julio César de Shakespeare. Asimismo realiza temporadas con las óperas de Oklahoma y Connecticut, así como conciertos en las principales ciudades de Estados Unidos. Su presencia es reclamada en espacios estelares de la televisión norteamericana, como los shows de Rudy Vallee, Steve Allen, Match Millar y Ed Sullivan, este último el de mayor popularidad en esos años. Actúa además en los teatros Colón, de Buenos Aires, y Bellas Artes, de México, y emprende giras que la llevan a España, Inglaterra y Alemania.

En 1967 se une a Miguel de Grandy II, Pili de la Rosa y Demetrio Aguilera Menéndez para fundar en Miami la Sociedad Pro Arte Grateli, una institución que se convertiría en uno de los pilares de la cultura cubana del exilio. En todos estos años, ha desarrollado una sostenida y valiosa labor, al promover el montaje de comedias musicales, conciertos y obras dramáticas del repertorio cubano e internacional. Hasta su retiro artístico, Marta fue una de los miembros más activos y entusiastas de Gratelli, y tomó parte en muchas de sus producciones. En Miami volvió a interpretar el papel protagónico de Cecilia Valdés, y también los de títulos como Los claveles, Doña Francisquita, Luisa Fernanda, El cafetal, María la O, La viuda alegre, La verbena de la paloma, La revoltosa, El conde de Luxemburgo, El sonido de la música.

Del legado discográfico de Marta Pérez, hoy resulta prácticamente imposible hallar su máxima obra, la Cecilia Valdés que grabó con Roig en 1948. A ver si alguna compañía se anima a remasterizarla y ponerla de nuevo al alcance de los melómanos. En el Museo del Disco, de Miami, se puede encontrar, en cambio, un álbum suyo titulado La bella cubana.Recoge sus interpretaciones de canciones como No puedo ser feliz, Lamento cubano, Noche azul, Habana, Oguere, Habanera tú, Corazón y La bella cubana.Las grabaciones no fueron realizadas en las condiciones óptimas, pero nos brindan la maravillosa e impagable oportunidad de escuchar en su mejor momento a una de las auténticas gemas de la música lírica cubana.


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