Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Con ojos de lector

Dejemos que nos cuente

José Miguel González-Llorente reúne doce narraciones que pretender ser como doce horas de un reloj ubicuo, cada una con su propio y disímil tiempo.

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Mas hasta ahora me he referido a cinco de los cuentos que figuran en Reloj de arena y otros relatos. En los restantes, o sea, en más de la mitad, González-Llorente se adentra en territorios que se distinguen por la presencia de la fantasía. "El mundo es más rico y complejo de lo que parece, y a veces es como un muestrario de cosas extrañas que no siempre queremos o sabemos creer". Esto lo dice un personaje de La pluma de un ángel y es lo que el autor adopta ahora como canon estético. El subtexto que permitía leer en clave política narraciones como El tiranicidio es una idea o El espectáculo más grande del Sur, es desplazado por una definida apuesta por la literatura en estado puro.

En Las hormigas, la fantasía se mueve dentro de márgenes más bien poéticos. Un hombre convierte su relato en primera persona en una declaración de amor a una mujer que es vecina suya. Acostumbra mirarla a través de los agujeros del muro que separa los dos patios, y gracias a ello sabe que, entre otras cosas, es delicada y minuciosa. Decide entonces confesarle por escrito sus sentimientos, y como mensajeras emplea a las diligentes hormigas. Su insólita epístola la distribuye en diminutos trocitos de papel, que pone sobre las espaldas de esos insectos. Su confesión la concluye así: "Si no vienes pronto a mí, creo que cortaré mi propio cuerpo en pedacitos muy pequeños para que te los lleven, uno a uno, las hormigas. Sé que tú sabrás cómo armarlo, esta vez como a un rompecabezas vivo. Es tu turno, ven ahora".

Se inscribe más propiamente dentro de lo que tradicionalmente se conoce como narrativa fantástica, aderezada de una pincelada de humor, Peticiones de San Judas. Aquí el llamado patrón de los imposibles pone en un serio aprieto al protagonista, al cumplir al pie de la letra su petición de hacerlo que cambie. Ese cuento, al igual que en cierta medida ocurre en Las hormigas, el elemento sobrenatural o insólito se inserta en un escenario perfectamente realista y cotidiano. Un recurso literario que el autor también emplea en El vino de Dios, La pluma de un ángel y Seremos uno.

Por último, en Soñador González-Llorente parte de un motivo temático frecuente en la narrativa fantástica, las relaciones entre el mundo real y el mundo onírico, y le da una vuelta de tuerca que le permite explorar los mecanismos que activan la creación artística. Su personaje central es un artista integral ("había creado óperas sublimes, piezas de teatro inolvidables, poemarios ilustrados por él mismo, y sus pinturas al óleo eran disputadas por los marchantes de las galerías de arte más reputadas del país"), cuya fuente de inspiración eran sus sueños.

Reloj de arena y otros relatos es, en resumen, un canto a la fantasía, un buen conjunto de textos en el que José Miguel González-Llorente aporta una dosis de despliegue imaginativo y poesía al mundo más o menos cotidiano. Como bien han demostrado maestros como Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, la fantasía puede ser también una puerta para acceder a la realidad.


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