Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Destinos que se bifurcan

'Mirror dance' aborda la historia de las gemelas Margarita y Ramona, bailarinas, separadas en 1964 por razones políticas.

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Poco después de la caída del Muro de Berlín, esa muralla construida por los comunistas para impedir que los ciudadanos de la Alemania Democrática escaparan del "paraíso de los trabajadores", vi un montaje gráfico muy ingenioso en una galería de Lincoln Road, en Miami, que consistía en un auto hipotético: mitad delantera de un Mercedes Benz y mitad trasera de un Trabant estealemán.

La imagen era tan apabullante, que no hacía falta discurso explicativo alguno. Es decir, el mismo país, el mismo pueblo, la misma cultura, con sistemas socioeconómicos distintos, obtuvo resultados tecnológicos muy desiguales. Lo mismo que aún sucede en las dos Corea.

En 1964, las gemelas cubanas Margarita y Ramona de Saá se separaron por razones políticas. Margarita y su esposo, el bailarín norteamericano John White, a quien Alicia Alonso había invitado a unirse al Ballet Nacional de Cuba en 1960, decidieron marcharse al exilio en Estados Unidos, y se radicaron en Pensilvania, donde fundaron una academia de ballet privada que todavía dirigen. Mientras Ramona, casada con Ramón Bello, guardaespaldas de Fidel Castro, decidió quedarse en La Habana y se volcó de lleno en el proyecto de la Revolución, llegando a ser la directora de la Escuela Nacional de Ballet.

Cuarenta años después, la documentalista norteamericana Frances MacElroy, a raíz de un artículo sobre Margarita y John, publicado en un periódico de Filadelfia, se interesó por la historia e inició el proyecto del documental Mirror Dance (La danza del espejo), que compara la vida de las gemelas De Saá.

Margarita aceptó viajar a la Isla junto a su esposo e hija, se reencontró con su hermana, y fue recibida además por la mítica Alicia Alonso.

Mono amarrado vs. león

A diferencia del hipotético automóvil alemán antes mencionado, cuando se comparan las dos "mitades", la trayectoria de ambas hermanas, desde el punto de vista del ballet, estrictamente hablando, la mitad del Mercedes Benz cae en el lado comunista, en la Cuba "de Fidel".

Frances MacElroy escogió precisamente uno de los escasos rubros o aspectos del rico calidoscopio cultural cubano, donde la balanza se inclina a favor de la "Revolución". Para tristeza de los que vivimos en democracia, y supuesta vergüenza de los democráticos gobiernos estatales y federal de Estados Unidos.

Parece ser que las democracias no se llevan bien con el ballet clásico, y que los Estados totalitarios apoyan con todas sus fuerzas este tipo de manifestación artística, como tan bien plantea la crítica Isis Wirth en su reciente libro Después de Giselle.

En el caso de la Isla, el gobierno de Fulgencio Batista retiró en 1956 la subvención estatal a la compañía de ballet que Alicia, Fernando y Alberto Alonso habían fundado en 1948 en La Habana, con tanto esfuerzo y éxito. En tanto, a partir de 1959, el Ballet Nacional de Cuba recibió todo el apoyo del régimen de Fidel Castro.

Cuando Margarita se encuentra con Ramona, la pelea es de mono amarrado contra león suelto. Margarita ha hecho hasta ventas de garaje con el fin de recaudar fondos para su academia privada de ballet en Pensilvania, y Ramona dirige la Escuela Nacional de Ballet en La Habana con apoyo del Estado.

Como se trata del ballet, no diré que Margarita ganó la libertad y ha vivido 40 años en democracia, sino que, desde el punto de vista de su realización como bailarina y maestra, la balanza se inclina sin lugar a dudas del otro lado. De quedarse en la Isla, se habría consolidado como la quinta joya. Por sus manos de maestra hubieran pasado cientos de talentosos bailarines de la afamada escuela cubana de ballet, como puede decir hoy, con justificado orgullo, su hermana Ramona, directora y maestra de dicha escuela.

De este lado, hay que exigir a los gobiernos estatales y federal que, en vez de gastar tanto dinero en guerras sin fin, sin razón y sin fruto, como la de Irak, apoyen y subvencionen la cultura de las ciudades, para que Pedro Pablo Peña y Magaly Suárez, por ejemplo, puedan robustecer la compañía del Ballet Clásico Cubano de Miami, que crearon con tanto sacrificio, contra viento y marea.


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