Actualizado: 17/04/2024 23:20
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Díaz de Villegas o el poder del artificio

Temas básicos del poemario 'Por el camino de Sade'.

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Sendas citas de los cinco primeros sonetos de Por el camino de Sade (Translations from the Spanish by David Landau, Pureplay Press, 2003) bastarán para ilustrar los temas básicos que presenta Díaz de Villegas a partir de motivos de la vida, la obra y el contexto histórico del célebre marqués:

"La gran Revolución lo ha traicionado,/ La misma Libertad que el libertino/ soñó, fornicadora del Estado,// lo acusa de Burlón y de Asesino"; "¡Oh, puta, Libertad, madre del vicio!/ Tus frígidos, fanáticos valientes,/ ¿qué saben del poder del artificio?"; "El Arte es el peor degenerado"; "El Teatro es un sitio peligroso,/ prostituye a la vida y la duplica"; "La lengua en su prisión 'entre comillas'/ —la misma que por fin lo ha liberado—/ no espera ya de utópicas Bastillas/ la Libertad, ni el Verbo equivocado,/ ¿Se pueden comparar las maravillas/ de Mirabeau a un culo destronado?".

Fácilmente se distinguen aquí dos tópicos centrales: la contradicción de la liberación revolucionaria y el represivo puritanismo del reinado de la Virtud, y la que existe entre el fanatismo revolucionario y el poder del artificio. Frente a la condena del teatro en nombre no sólo de la moral sino también de la metafísica, en la que coinciden Platón y Rousseau, Sade viene a representar la liberación por el erotismo, identificado en última instancia a la escritura.

Mirabeau, el tribuno popular, es en cambio arquetipo de lo que Barthes llama "écrivant"; el que escribe algo —panfleto o testimonio—, y realiza por tanto una actividad transitiva y productiva. Luego de la utopía invertida de la represiva revolución, sólo quedan la escritura y el erotismo como reductos de libertad: no más en ellos puede ser subvertida de la economía del orden burgués.

Una nueva moral

Es preciso advertir, sin embargo, que esta poética decadentista y neobarroca procede de Baudelaire mucho más que del autor de Las 120 jornadas de Sodoma. En esta y el resto de sus obras, Sade afirma el instinto sexual siempre en nombre de la naturaleza. En este sentido es un ilustrado, como su tiempo, e imagina como él utopías racionalistas. Baudelaire, en cambio, preconiza el erotismo como la vía más expedita a los paraísos artificiales. La naturaleza es el mal; el artificio es el bien. La religión del arte se convierte entonces en una nueva moral.

No es azaroso que no haya en Sade una teoría de la escritura, una "poética", como la hay en Les fleurs du mal. Y que sí la haya en Por el camino de Sade, como destaca Enrico Mario Santí en su agudo comentario del libro. Díaz de Villegas es, pues, más baudelairiano que sadeano: su malditismo radica, en última instancia, en su lucidez.


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