Actualizado: 18/04/2024 23:36
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Cultura

Libros

Díaz de Villegas o el poder del artificio

Temas básicos del poemario 'Por el camino de Sade'.

Enviar Imprimir

Y esta lucidez radica, a su vez, en su combate sin cuartel contra una revolución que habla y se perpetúa en nombre de la naturaleza. Así como la condena de la Revolución de 1891 hace al marqués, según se afirma en el primer soneto de la serie, "proclamar la República atroz de su destino", esto es, Las 120 jornadas de Sodoma, la oposición a la "otra revolución", la cubana, subyace en todo Por el camino de Sade. No ya porque en algunos sonetos, como el antológico 33, se insinúe o explaye cierto paralelismo entre ambas, sino porque el principio mismo del poemario es justo la erección del artificio frente a ese culto a la naturaleza en que coinciden el rousseauniano "contrato social" y la prédica martiana, los que en memorable profesión de fe contrarrevolucionaria el poeta rechaza para pedir a gritos "la olvidada dictadura".

Con maestría de poeta doctus, Díaz de Villegas consigue la hazaña de oponer a la Revolución no la época batistiana (lo cual no tiene al fin y al cabo nada de difícil ni de extraordinario) sino la rima misma.

Todo cabe en la retorta de su rima: "Jean Valjean, Jean Marais y Janet Reno". A fuerza de ser kitsch, deja atrás el kitsch; hace con él lo que los marxistas aconsejan que se haga con la clase social para superarla de una buena vez: no bordearlo, sino atravesarlo. Es, en este sentido, un cabal discípulo de Sarduy, como lo es, desde luego, en el elogio neobarroco de la escritura y la pederastia.

Como en las rocambolescas aventuras de Auxilio y Socorro, el "poder del artificio" triunfa en este libro sobre la pulsión guevarista del "hombre nuevo"; el calculado placer del sadismo sobre el moralismo realista-socialista; la proverbial cultura del poeta sobre la naturalidad de cierta poesía revolucionaria; el placer del texto sobre el pedagógico discurso de la ideología y el Estado.

El triunfo del poeta

Lo que hay de autobiográfico en este libro hace más raigal aun estas oposiciones. Dedicado a su abuelo, quien le enseñara "a leer y a caminar por un París de heráldicas esquinas" y le legara una biblioteca que fue requisada cuando Díaz de Villegas cayó preso, el último soneto, cuyo tono íntimo y confesional contrasta admirablemente con la frialdad parnasiana del resto, termina con una melancólica reafirmación del triunfo del poeta sobre el estado policíaco. Quemados los libros, "quedaron los asomos: tus palabras mirándose en las mías".

¿Es una aberración oponer esa biblioteca perdida, junto a la célebre biblioteca de Labrador Ruiz, desintegrada luego que el escritor marchara al exilio, o la de Jorge Mañach, lanzada a la calle y convertida en pulpa, a las cruzadas culturales, siempre propagandísticas y masivas, en tanto privilegian el número sobre la calidad, del gobierno cubano?

Aunque queramos para Cuba una tradición democrática ajena a las dictaduras de derecha tanto como a las de izquierda, repetimos, así sea por un momento, junto al poeta: "En la soñada Edad del Batistato,/ que Mirabeau quería fuera corta/ como un sueño despierto que se aborta,/ el crimen ya era parte del Contrato// Social. El compañero que ahora exhorta/ al Patria o Muerte, busca el desacato/ y conmuta la culpa del chivato/ porque el ayer soñado no le importa.// Los viejos que inventaron el mañana/ guardan reliquias. A la sepultura/ se llevarán su angustia soberana.// La invención de Rousseau, ¡a la basura!/ ¡Al carajo la prédica Martiana!/ ¡Que nos den la olvidada Dictadura!".


« Anterior12Siguiente »