Actualizado: 25/04/2024 19:17
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Cultura

Discurso de Raúl Rivero en la presentación del libro 'La libertad de la luz'

Enviar Imprimir

Queridos amigos:

En la Cuba crispada y en penumbras de los noventa y de principios del siglo XXI se producía un fenómeno que escandalizaba a la comunidad científica, indignaba al gobierno, producía tormento y sobresaltos en ciertas jerarquías y llenaba de alegría y esperanzas a la gente de la calle, al cubano de las dos hambres: las del pan y la justicia. El asunto es que la luz, toda la luz posible, había comenzado a aparecer por Occidente y para recibir pronto esas claridades era necesario mirar hacia Pinar del Río y esperar que comenzara circular la revista Vitral.

Los signos tangibles y reales de esa luminosidad imprevista son los 77 editoriales de la publicación que hoy presentamos en forma de libro en España, gracias al esfuerzo personal de muchas personas y a la gentileza y al compromiso con la libertad de esta Asociación de la Prensa de Madrid.

Si, desde las modestas instalaciones del obispado de Pinar del Río, monseñor José Siro González Bacallao, el ingeniero Dagoberto Valdés y un grupo de jóvenes que integraban el Centro de Formación Cívica y Religiosa de la Diócesis de esa provincia, echaron a andar un dinamo que funcionaba con un combustible que la dictadura había demonizado: la mezcla en armonía de confianza en el ser humano, respeto al pensamiento ajeno, pluralismo, amor por Cuba y solvencia profesional.

El fogonazo cayó como una bendición en una sociedad cerrada. En un país secuestrado por un discurso único donde los periódicos, las emisoras de radio y televisión y las arengas de los pícaros en el poder, salían, salen, de unos laboratorios del partido comunista.

Una bendición he dicho, pero una bendición siempre en peligro, acosada porque examinaba la realidad, registraba con mirada crítica el pasado y proponía la presencia de todos los hijos de esa tierra —pensaran lo que pensaran y vivieran donde vivieran— en los proyectos de una comarca inasible que los hombres llamamos porvenir.

La revista Vitral retrataba la vida real del país y junto a esas piezas fundamentales que son los editoriales, había reportajes, artículos, entrevistas, poemas, relatos y sueños, comprometidos con la verdad, con la fe en una evolución positiva y con el propósito de ayudar a pensar y a mirar sin los lentes graduados por el Estado, la alternativas de la vida cotidiana.

Con el bautizo de este libro, recordamos también la importancia del concurso literario que promovió el Centro Cívico y Religioso y las ediciones Vitral, donde decenas de jóvenes autores hallaron un espacio que, sin las camisas de fuerza de los concursos del Ministerio de Cultura, les permitió darse a conocer su obra.

Quiero regresar enseguida al libro de los editoriales, que es el motivo de nuestra reunión aquí esta mañana. Creo, y les propongo tan solo como una aventura inocente, que con una buena la selección y el ordenamiento de los títulos de la mayoría de esos pequeños ensayos, se puede acceder a un programa racional que conseguiría a corto plazo el establecimiento de la democracia y el respeto de los Derechos Humanos en Cuba.

La Libertad de la Luz es un autorretrato que se han hecho los autores. Han conseguido, no se sabe cómo, poner la cámara en la Punta de Maisí y apretar el obturador para que salgan en primer plano los detalles del monte y los solares, perfiles de fantasmas y dolores, la cara del verdugo y la esperanza, mientras ellos miraban desafiantes el lente en las inmediaciones del Cabo de San Antonio.

No puedo dejar en el olvido a otros focos de luz que convivieron (y siguen encendidos) en estos 13 años con Vitral, desde otros ángulos y con otras energías. Hablo del periodismo independiente cubano, que ni el gobierno, ni ningún cómplice habitual o transitorio, ha podido apagar de un manotazo, aunque 25 profesionales sin mandato estén bajo terribles sufrimientos en las prisiones del paraíso proletario.

Los convido a leer este libro para ver un país que se pretende ocultar con propaganda y que algunos invidentes voluntarios se niegan a ver tal como es.

Los invito a tener presentes a los hombres y mujeres que abrieron ese tajo en plena noche. A un hombre como nuestro hermano Dagoberto Valdés, que ha enviado hace poco este mensaje: "Como no tenemos nada en mano, nos sentimos más libres para abandonarnos en Manos del Señor de la historia... y para dejarnos acompañar y abrazar por manos solidarias".

Dagoberto, aquí están las manos de nosotros.