Dos nominadas
Belfast y Flee son dos filmes muy interesantes (el primero muy superior al segundo) y que han recibido varias nominaciones a los óscares de este año
Paso revista a dos filmes de temática significativa, pero realizados con poca pretenciosidad y con recursos artísticos interesantes.
Belfast se ubica en 1969, cuando, en Irlanda del Norte, grupos protestantes comenzaron a atacar a la minoría católica, una efervescencia más de un conflicto que lleva mucho tiempo en tensión. Buddy es un niño de 9 años que vive en una cuadra donde coexisten pacíficamente católicos y protestantes. Su familia es protestante. Vive con su madre y sus abuelos porque su padre se encuentra trabajando en Inglaterra. Buddy tiene una fijación romántica con una compañera de clase que es católica y es la más inteligente de su grupo. Hasta ahora, nunca le había preocupado la diferencia religiosa.
El padre regresa de Inglaterra y el fanatismo y el oportunismo político comienzan a interferir en la vida de la familia. Los padres de Buddy se dan cuenta que no hay mucho futuro en Belfast, ponderan irse a Canadá o a Australia, pero al final aceptan una oferta de trabajo en Inglaterra y se van con Buddy.
Este resumen no le hace plena justicia a la trama, porque hay diálogos importantes que definen mucho de la problemática que toca el filme, que están en boca de personajes secundarios, como el abuelo, que son difíciles de narrar.
Contada a través de los ojos de Buddy, lo que sucede siempre está visto a través del asombro de la ingenuidad y la realidad queda edulcorada por la mirada infantil y el recurso sirve a su vez para definir la ingenuidad de la picaresca infantil contra la incomprensible furia intolerante de los adultos. El director, Kenneth Branagh, utiliza un recurso muy interesante. Para lograr plasmar la visión infantil de la realidad, Branagh recurre a la teatralidad de los movimientos y del decorado. La cuadra de Buddy está montada como una obvia maqueta de estudio que aprisiona a la imagen como lo que se ve en una obra de teatro. Generalmente, cine y teatro no se llevan bien, pero en este caso, que es una inversión de las obras teatrales llevadas al cine, ya que esta es una obra cinematográfica montada en parte como obra de teatro, el recurso funciona a la perfección.
El guion, escrito por el propio Branagh, basado en sus experiencias infantiles, funciona muy bien con esa coherencia propia del cine convencional. Tiene también varios toques humorísticos que evitan que la gravedad del tema hunda la trama. Los personajes son creíbles y están bien delineados. La actuación de Jude Hill, quien tenía diez años cuando comenzó a filmar este, su debut cinematográfico, es genuina y excelente. Caitriona Balfe (Outlander), como la madre y Jamie Dornan (Fifty Shades of Gray), como el padre resultan también muy convincentes y con el histrionismo necesario. Están muy bien apoyados por un excelente elenco secundario en el cual destacan los veteranos Ciaran Hinds y Judi Dench.
La fotografía del chipriota Haris Zambarloukos (Eye in the Sky, Murder in the Orient Express) utiliza un grano y unos matices que resaltan la teatralidad de los decorados y del vestuario, visualizando una era imaginaria, una visión infantil. El otro gran logro del filme es el uso de las canciones de Van Morrison, que ya de por sí, vale el precio de entrada.
El docudrama danés Flee, narra la historia que por primera vez se atreve a contar el personaje central, llamado Amin Nawabi, pero que no es más que un pseudónimo, ya que a pesar de que va a relatar su historia oculta, quiere mantener su persona en el anonimato.
Amin es un hombre que sufrió los efectos del comunismo y que huyó a tiempo para evitar la represión de los talibanes. Su padre era piloto militar y tras caer preso, fue asesinado por el gobierno prosoviético. Más adelante, Amin y uno de sus hermanos, huyen para no ser reclutados en las luchas contra los muyahidines y alrededor de 1992 (a juzgar por uno de los últimos discursos del presidente Najibullah), logran escapar hacia Moscú.
Pero la vida en Rusia no es mucho mejor que en Afganistán. Dada su condición de ilegales, la familia tiene que permanecer encerrada en un pequeño apartamento y la policía rusa es más violenta y corrupta que los propios talibanes.
Lo que se narra a continuación es el azaroso periplo de Amin que lo lleva de Moscú a Estambul, a Estonia, de nuevo a Moscú y finalmente a Dinamarca, que es donde reside, pero que no era el lugar donde se proponía ir, ya que las gestiones para financiar todo este recorrido con inescrupulosos traficantes de seres humanos, fue hecho por un hermano que llevaba tiempo residiendo en Suecia.
La narración se presenta casi como una sesión de psicoterapia, ya que el entrevistador, que se supone sea el director del filme, le pide a Amin que se recline en un sofá y comience a recordar todo lo que pueda desde su infancia. Amir, que ya en este momento está bien asentado en Copenhague y es un académico de prestigio, acaba de sufrir una crisis existencial poco antes de casarse con su prometido, porque ha tenido que mentir sobre su historia familiar por miedo a ser deportado, ya que entró a Dinamarca con una historia falsa. En esta “sesión” llega a recordar el momento en que supo por primera vez que le atraían los hombres (viendo el filme Bloodsport, de Van Damme) e incluso como la familia aceptó cuando salió del clóset, diciéndole que siempre lo supusieron.
El director del documental Jonas Poher Rasmussen, quien también escribió el guion junto con Amin, utiliza el dibujo animado para contar la historia, lo cual favorece el elemento de ficción en la narrativa. Las mismas omisiones de nombres y algunos otros cambios, restan quizá un poco de valor al documento. Pero el filme trae un mensaje fuerte en contra de los totalitarismos y sus efectos represivos y corruptores. La película ilustra bien la búsqueda de un hogar, que define como ese lugar del cual no hay que irse. Es un tema con el cual los cubanos podemos identificarnos muy bien.
La odisea de Amin la comparten muchos pueblos, pero hay muchas personas que la desconocen o que se niegan a recordarla. El filme resulta muy ilustrativo. A pesar de que en general evita el didactismo y la monserga, en su construcción de la ficción, ha elegido un maniqueísmo en el cual los malos son demasiado malos y los buenos demasiado buenos, emana una pureza que le resta un poco de valor al testimonio. Poher Rasmussen es un documentalista militante, sobre todo en el tema gay y ese militantismo, por mucho que lo quiere controlar, le afecta como narrador.
Belfast y Flee son dos filmes muy interesantes (el primero muy superior al segundo) y que han recibido varias nominaciones a los óscares de este año. Es muy probable que se lleven premios en algunas de las categorías (ya han sido premiados en varios festivales y por grupos de críticos). Ambos tocan temas de mucho interés actual, como la búsqueda de la identidad, la intolerancia religiosa y el valor de las relaciones familiares. Son filmes que deben verse.
Belfast (Reino Unido, 2021). Guion y dirección: Kenneth Branagh. Director de fotografía: Haris Zambarloukos. Con: Caitriona Balfe, Jude Hill, Jamie Dornan, Judi Dench y Ciaran Hinds. De estreno limitado en las ciudades mas importantes de Estados Unidos y disponible a través de Amazon Prime.
Flee (Dinamarca/Suecia/Noruega/Estados Unidos/España/Italia/Francia/Reino Unido, 2021). Dirección: Jonas Poher Rasmussen. Guion: Jonas Poher Rasmussen y Amin Nawabi. Director de fotografía: Mauricio González-Aranda. De estreno limitado en algunas ciudades de Estados Unidos. Disponible a través de Amazon Prime.
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