Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Cine, Arte 7

El cine menor

A pesar de una estructura bastante teatral, estamos ante una película que es puro cine

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Hay un cine al cual se le ha dado en llamar “menor”, que se hace con un nivel mínimo de recursos financieros, pero que no reducen su nivel técnico. Se hace por lo general dentro de los cánones del cine convencional y se apoya mayormente en las actuaciones, la creatividad del guión y la composición de los encuadres, así como en una apta edición. Se caracteriza por su falta de pretenciosidad, pero ello no quiere decir falta de interés artístico.

No hay nada malo con esta suerte de clasificación, solamente que afecta la distribución de este tipo de películas, pues no se piensa que alcanzará al gran público (son, por lo general, de un entretenimiento que pone a pensar) y el problema es que por no promocionarse mucho causa que algunas pasen desapercibidas. Bajo esa clasificación se ocultan muchas películas malas, faltas de imaginación y que se quieren hacer pasar por “arte”. Son también el nicho de realizadores que no quieren abrazar una vanguardia que destroce fronteras y abra nuevos caminos narrativos, pero que quieren hacer un cine con dignidad artística y comprometido consigo mismo.

El director irlandés John Michael McDonagh es uno de esos artistas que sin prisa, logran producir pequeñas joyas cinematográficas. Debutó como director de largometrajes con The Guard (2011), una excelente comedia negra que combinaba con eficiencia el thriller con la sátira social y que muy pocos vieron porque pasó sin mucha fanfarria. Sin embargo, todos los que tuvieron la oportunidad de verla quedaron más que complacidos con ella.

Ahora regresa con su segundo largometraje, Calvary, en el que utiliza como actor estelar a Brendan Gleeson, quien también se encargó del papel principal en The Guard. Gleeson interpreta al padre James, un párroco de un pequeño pueblo costero de Irlanda. En la primera secuencia de la película, durante una de sus rutinarias confesiones con el pequeño rebaño que conoce demasiado, una de sus ovejas le advierte que en venganza por haber sido violado por un sacerdote ya muerto, desde que tenía siete años, lo va a matar dentro de una semana y lo cita junto al mar. El padre sabe quién es el feligrés, pero los espectadores no.

El filme se desarrolla durante esa semana en la cual el padre debe poner sus asuntos en orden para prepararse a enfrentar a su Hacedor. Parece aceptar su destino como inevitable. En ese tiempo, asistimos a la presentación de los diferentes personajes que habitan el pueblo y que forman parte del rebaño del padre James, todos miserables a su manera.

Bajo el disfraz de un thriller, la película funciona más bien como una obra coral en la cual se presentan los diferentes estereotipos sociales y políticos de hoy en día con respecto al racismo, la religión, el matrimonio y las relaciones humanas. Todo muy bien tejido en una trama que en realidad es una meditación sobre el sentido de culpa y la capacidad de perdonar.

El padre James no es un cura convencional. Es un hombre frágil, que estuvo casado y tuvo una hija y tras enviudar se dedicó al sacerdocio, con lo cual tuvo que abandonar el cuidado de su hija. Esta, una mujer atormentada, excelentemente interpretada por Kelly Reilly (L’Auberge Espagnole, Me and Orson Welles), regresa para exigirle responsabilidad.

El padre es un hombre que no juzga a nadie, que no tiene respuestas inspiradoras para nadie y que trata simplemente de cumplir su misión con decencia. Lo que más parece preocuparle es que en el mundo de hoy, nadie asume responsabilidades, sobre todo por lo mal hecho. La huérfana culpa.

A pesar de tener algunos diálogos graves y solemnes, McDonagh (quien también escribió el guión), rompe lo ceremonioso con situaciones y diálogos llenos de ironía y de un agudo sentido del humor, que siempre se introducen en el momento oportuno. Nunca se le va la mano ni recarga las situaciones de didactismo. Es introspectivo sin ser oscuro o aburrido.

Los personajes y sus miserias se van presentando como viñetas que fluyen de una a otra y que mantienen la tensión respecto a quién será el asesino potencial. Mantiene su misterio sin trucos, hilando la trama finamente. A veces, quizá, el argumento parece demasiado perfecto, casi manicurado.

El filme se apoya en excelentes actuaciones de un elenco sólido, encabezado por Gleeson, y en el que participan Chris O’Dowd (Bridesmaids), como el carnicero que con dolor consiente el adulterio que en público perpetra su mujer (Orla O’Rourke) con, entre otros, un inmigrante de Costa de Marfil (Isaach De Bankolé). También participan, en roles menores, el veterano M. Emmet Walsh y la excelente actriz francocanadiense Marie-Josée Croze.

Gleeson da uno de sus acostumbrados recitales de actuación, llena de pequeños gestos y pequeños detalles que subrayan el dramatismo sin la menor exageración. La fotografía es discretamente efectiva, moviéndose entre planos íntimos y unas panorámicas de un paisaje que es a ratos sobrecogedor, ominoso. El uso de la música, que combina canciones folklóricas irlandesas con baladas de otros lares, nunca se atreve a empalagar. A pesar de una estructura bastante teatral, el juego de todos estos elementos hace que la película sea puro cine.

Con un final abrupto y violento, McDonagh parece subrayar el tema central de la película, que para poder asumir responsablemente el reto de la culpabilidad, el peor enemigo que debemos enfrentar no es quien nos agrede, sino aquel que nos perdona.

Calvary (Irlanda/Gran Bretaña, 2014). Guión y dirección: John Michael McDonagh. Director de Fotografía: Lary Smith. Con: Brendan Gleeson, Chris O’Dowd, Kelly Reilly, Aidan Gillen, Michael Fitzgerald, Orla O’Rourke, Isaach De Bankolé, M. Emmet Walsh y Marie-Josée Croze.

De estreno en ciudades selectas de Estados Unidos en un número limitado de salas.


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