Actualizado: 23/04/2024 20:43
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«El conde Luna»

La novela considerada como la obra cumbre de Alexander Lernet-Holenia

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Alexander Jessiersky se siente culpable de haber enviado a un tal conde Luna a los campos de concentración nazis.

Terminada la Segunda Guerra Mundial, comienzan a agobiarlo el complejo de culpa y el miedo a que el conde se vengue de él o de su familia.

Debido al terror paranoico que lo atormenta, asesina al primo-amante de su esposa, habiéndolo confundido con Luna. Meses más tarde mata a un cazador, disparo que iba dirigido al acompañante del occiso, al que Jessiersky había erróneamente identificado como Luna.

Antes de viajar a Nápoles, donde iba a abordar un barco con destino a Buenos Aires para escapar de la Justicia, a Jessiersky se le ocurre adentrarse en una de las catacumbas romanas para buscar a dos monjes franceses desaparecidos (lo cual ni le concierne ni le afecta).

Después de vagar durante varios días por esos laberínticos parajes, se encuentra con los espíritus de los religiosos y entabla con ellos una aburridísima y nada original discusión sobre la vida después de la muerte y otros temas metafísicos. Y aunque ya los tres están muertos, Jessiersky que, además de muerto, está muerto de hambre, les pide algo de comer. Los monjes le ofrecen un polvo blanco, y cuando él les pregunta qué es, le responden en tono filosofal: «Nada, nada». Luego, lo montan en un trineo que va a parar a Polonia, a su niñez y a sus progenitores.

Aún obsesionado con Luna, Jessiersky le pregunta a su padre Le Compte de la Lune est ici? Y el padre le responde Le Compte de Lune was not ici, but là. (Así escrito en redondas y en cursivas, en inglés y en francés), enigmática última mención del conde Luna.

Por suerte, la novela no es larga. Casi la tercera parte no aporta nada a la trama. En 9 páginas recrea el árbol genealógico de Luna y en otras 9, el de Jessiersky, sin que esos datos tengan relevancia alguna.

En la descripción del clima de Zinkeneck, donde está el castillo campestre del protagonista, el autor se remonta al año 14400 antes de Cristo para hacer una tediosa comparación climatológica desde esa fecha hasta el 19300.

El siguiente párrafo es sólo un ejemplo de las casi dos páginas sobre el tema.

«Actualmente la oblicuidad de la órbita solar decrece a un ritmo de .4758 segundos por año, y con el transcurso de milenios habrá mermado 21 grados y entonces comenzará a incrementarse paulatinamente.»

En el penúltimo capítulo (#11), hay más de 10 páginas dedicadas a Roma, sus colinas y su historia, desde Numa Pompilio hasta nuestros días (por suerte, no llega hasta Rómulo y Remo ni a la loba que los amamantó).

Leí en algún lugar que esta es la obra cumbre de Alexander Lernet-Holenia (Viena, 1897–1976), no creo que me anime a leer el resto de sus libros.


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