Actualizado: 22/04/2024 20:20
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Cultura

Aldo López-Gavilán, Música

El Cuarteto del pianista cubano Aldo López-Gavilán cautiva al público mexicano

Con cuatro producciones discográficas, estamos frente a un artista que se desplaza de lo clásico al jazz y lo popular con cabal carácter interpretativo

Comentarios Enviar Imprimir

Los cientos de asistente al Lunario del Auditorio Nacional de la Ciudad de México, el pasado 4 de agosto de 2012, fueron hipnotizados por las concordias prodigiosas de Aldo López-Gavilán (La Habana, 1979) y su Cuarteto. A ritmo de buen latin jazz, apuntes de hardbop, trazos aleatorios y asomos de free, el joven intérprete demostró su estirpe de miembro de la prestigiada “Dinastía Lopez-Gavilán” de músicos cubanos.

El apellido López-Gavilán conforma una leyenda en la Isla Mayor de Las Antillas, bajo el liderazgo de Guido López-Gavilán del Rosario —destacado compositor, conductor de orquesta y profesor—, que se complementa con Teresita Junco —pianista y profesora—, madre de Ilmar López-Gavilán Junco, virtuoso violinista residente en Nueva York, y de Aldo López-Gavilán, pianista y compositor de talento extraordinario.

Con cuatro producciones discográficas —En el ocaso de la hormiga y el elefante (nominado para Grammy Latino, 2001), Talking to the Universe (2005), Soundbite (2010), Dimensional (2011)—, melómanos de España, Inglaterra, Holanda, Italia, Francia, Santo Domingo y Venezuela han recibido con fervores los trabajos de Aldo, quien se desplaza de lo clásico al jazz y lo popular con cabal carácter interpretativo. Estilo febril como pianista de jazz fusion/latin (afrocubano y brasileño en mixtura con otras modalidades) y acreditado solista de música de concierto, galardonado con varios premios internacionales: Concurso Internacional de Piano Soloist Competition del Trinity College de Londres (2002), Premio Teresa Carreño de Venezuela (1998), y el Cubadisco (2000), entre otros laureles.

Primera visita a tierra azteca. “Venimos de la ciudad de Puebla donde tocamos antier. Nuestra primera noche en este hermoso Lunario en el que se han presentado muchos músicos de mi tierra. Nos esperan dos horas de grata comunicación sonora”, expresó el joven pianista al inicio del recital. Piano solo en tema “que me acompaña siempre, durante muchos años, está dedicada a mi primera profesora del instrumento, Hortensia Huppman, se titula ‘De princesas, castillos y puntos suspensivos’”.

Y la noche conjugó con prismas y centelleos de acordes el espacio del calendario lunar: una doncella lo convirtió en fortín para que todos los asistentes se arrebujaran en las armonías. Los puntos suspensivos vendrían después.

Ciento diez minutos de un aguacero de notas que el Cuarteto de López-Gavilán regaló a los preludios de la aurora. Batería (Adrián Lopez-Nussa), bajo eléctrico (Luis Izquierdo), sax alto y soprano (Robertico Martínez). Piano provocador con frondas hancockianas. Batería de crisoles deJohnetteianos. Bajo de apuntes peacockianos. Sax en sendas parkerianas.

Funk, songo, timba, reggae, bossa, son cubano, cruces de guajira, bosquejos hardbop, cool, y neoclásico en 12 composiciones que absorbieron a los espectadores. Silencio y pasmos ante las improntas del pianista. Aclamaciones de alarmes afectuosos frente a los tabaleos de la batería. Votos ponderados en los silbos del sax. Contoneos corporales en repuestas a los pulsos funkeros del bajo.

Todo concluye con “A mi hermanito lindo”, un tema bordado con insinuaciones robadas a Bill Evans, que el pianista emocionado dedica a su hermano el violinista Ilmar, “mi ejemplo, mi estímulo para continuar por este camino de la música”.

“Estamos grabando nuestro próximo álbum que seguro se llamará ‘De todos los colores y también verde’. Hemos ejecutado casi todos los temas que conforman ese disco que pronto estará en circulación”, avisa el líder del Cuarteto que se ha robado los resplandores noctámbulos del sábado. Los espectros tiñen los empalmes. Música cubana en esplendores manifiestos. Los retumbos, los ecos reverberantes del piano de Aldo López-Gavilán, anulan el ruido del tránsito de la avenida Reforma de la capital mexicana. El jazz es un albedrío de rumbos sincopados. El público aplaude agradecido.

Breve entrevista con Aldo, el pianista de la “Dinastía López-Gavilán”

Zareska Escalona, directora de Tomeguín, la empresa que ha traído a México a muchos músicos de la Isla, me lleva al camerino del Lunario donde encuentro a Aldo, en el centro de la pequeña habitación, secándose el sudor mientras su esposa le arregla la camisa. Me extiende las manos con afecto, me presenta a los músicos del Cuarteto, bebe varios tragos de agua y sonriente expresa: “¿Eres cubano, verdad? Bueno dale pregúntame. Toy cansao: casi tres horas martilleando las teclas, uno se agota; pero, dale mulato, estoy a tu disposición”. Zareska advierte: “Carlitos, los dejo. Que sea rápido, Aldito tiene que salir a firmar discos”.

Tu formación es de músico de concierto, de música clásica, estudiaste en una prestigiosa academia de Londres. ¿Cómo haces para lograr esas mudanzas al jazz y a lo popular con total naturalidad?

Aldo López-Gavilán (ALG): Bueno, sí mi formación es clásica, pero lo cubano está dentro, en el corazón, escuché mucha música cubana en mi niñez y eso se queda, eso está en los gestos, en la actitud frente al piano. El jazz llegó, quizás, por la admiración que tengo por la música de Brasil: mi segunda patria musical, diría yo. No soy muy consciente de qué estoy tocando, sé que estoy frente al piano y trato de hacerlo lo mejor posible. Esos cambios que mencionas, los hago en forma natural, espontáneamente. No veo diferencias entre el tumbao de un son montuno y los requerimientos que demanda un pasaje de Prokofiev.

Lo que escuché hace un rato devela a un concertino de vasta información de los modelos tradicionales del jazz y, asimismo, de su evolución del bebop al modalismo: Bud Powell, Oscar Peterson, Thelonious Monk, Bill Evans, Chic Corea, Herbie Hancock, Peruchín, Lilí Martinez, Emiliano Salvador… Sin descontar una solidez técnica de solista clásico.

ALG: A todos esos pianistas que mencionas lo he escuchado con mucha atención, me extraña que no menciones a Keith Jarrett que, posiblemente, ha sido para mí más determinante que Chick Corea que sí lo citas en tu larga lista de influencias que me adjudicas. El jazz es un performance, una puesta en escena de gran dinamismo y fuerza: toco en cada concierto de manera diferente. No puedo negar lo que significó para mi generación escuchar a Herbie Hancock; en mi caso particular me marcó mucho la pianística del periodo romántico del siglo XIX. No me canso de escuchar a Peruchín, por ejemplo, ni tampoco los breves solos de Lilí Martínez con el Conjunto de Chapottín. Exigente tanto cuando ejecuto un puente sonero como cuando hago un concierto de Beethoven. Soy jazzista por casualidad, no estudié para instrumentista de jazz. El jazz es, en mi caso, confluencia de estilos, y creo que también lo es para muchos pianistas cubanos.

Observo en algunos solos tuyos que la secuencia rítmica está edificada sobre los empalmes, cierres de cadencias, que seguiría el bailador del guaguancó cubano. Despliegue de clústeres a contratiempo y martilleos que hacen referencias a Cecil Taylor. ¿Te interesan los patrones de la música bailable cubana a la hora de improvisar en el jazz?

ALG: Lo primero que te diría es que no bailo bien. Te vi, entre el público, como bailaste la pieza timbera que ejecuté y yo no podría hacer eso jamás (Risas). No sé, tu pregunta me pone a pensar. Pienso en muchos pianistas cubanos: Bebo Valdés o Chucho; pero, también me viene a la cabeza Wynton Kelly o Erroll Garner. A partir de ahora voy a fijarme en eso. Michel Camilo, a lo mejor, podría darnos una explicación, creo que muchas veces, él hace lo que tú apuntas. Lo que sí puedo asegurarte es que mientras toco no solo lo hago con las manos: el resto del cuerpo también digita; por eso, de momento, me pongo de pie: el cuerpo me lo reclama.

¿Tienes relación o conoces el trabajo de los pianistas cubanos que trabajan fuera de Cuba: Osmany Paredes, Pepe Rivero, Iván Melón Lewis, Gabriel Hernández, Ramón Valle, Elio Villafranca, Omar Sosa, Aruán Ortiz, Manuel Valera o Hilario Durán, ente muchos más?

ALG: Algunos de los que nombras los conozco por referencias de amigos. Manuel Valera es un gran pianista que admiro mucho. He tenido noticias de Sosa y de Paredes. Sé del trabajo en Canadá de Hilario Durán. Por supuesto, tengo muchos de los fonogramas de Gonzalo Rubalcaba. Me han comentado de las incursiones en el free de Gabriel Hernández que por cierto, vive en México, ¿no? De los otros, no tengo noticias. Sé de la presencia de muchos músicos cubanos en España y Nueva York. Estudié con Alfredo Rodríguez, el pianista que actualmente promociona Quincy Jones, considerado revelación de la pianística cubana contemporánea.

Estoy muy cercano a Harold López-Nussa y al trabajo de Rember Duharte, pianistas jóvenes que viven en La Habana. Te diría que hay en Cuba una generación de jazzistas de mucha fuerza.

Las conjunciones de la timba habanera están presente en tus composiciones. En este recital percibimos algunas fusiones de timba con armonías brasileñas y tumbaos del son oriental con retumbos percutivos de changüí guantanamero. Cuestión que se hace patente en el tema “Caipirinha”, el cual puso a la mayoría de los asistentes a contonearse en las mesas.

ALG: Sí, es cierto. La música brasileña, como te dije hace un rato, es una de mis mayores influencias. La timba renovó la ritmática de la música bailable en nuestro país. Nuestra fuerza descansa en el son. Al changüí hay que prestarle atención. El baterista Adrián lo sabe muy bien, por eso apreciaste esos repiqueteos changüiseros. Me dio mucho gusto ver a parte del público bailando.

Manuel Saumell, Ignacio Cervantes. Ernesto Lecuona, Bebo Valdés, Frank Emilio, Peruchín, Lilí Martinez, Chucho Valdés. ¿En cuáles de esas dársenas descansa el concepto de tu música?

ALG: En todas. Has mencionado a la crema y nata de la escuela cubana de piano del siglo XIX y XX. Yo te diría que todos los pianistas cubanos nos alimentamos de ese encadenamiento de figuras emblemáticas que con propiedad has nombrado. De la danza al danzón: agregaría a Antonio María Romeu; del mambo al chachachá: no olvidar a Pérez Prado. El tumbao cubano se ha impuesto en muchos espacios del jazz.

Zareska me hace seña de que el tiempo se agotó. Aldo me firma el álbum de piano solo, Soundbite; afuera, cientos de aficionados que lo han comprado, esperan por el autógrafo del intérprete. Nos abrazamos. Me dice en susurro: “Por este medio envío un saludo a todos los lectores de CUBAENCUENTRO. Ojalá y un día podamos encontrarnos en un concierto”. Sale en busca del público mexicano: escucho los aplausos. Aldo López-Gavilán ha seducido a todos los presentes.

Mordedura sonora de Dios: Soundbite

Soundbite (Producción Autor, Francia, 2010), fonograma que el joven pianista traía bajo el brazo, el cual se puso a la venta el día del recital: muestra de pericia, y viaje por amarraderos capitales de la pianística cubana. Merodeos por Ignacio Cervantes, Manuel Saumell y Ernesto Lecuona en concluyente anclaje por las plazas de Bud Powell, Oscar Peterson, Thelonious Monk, Bill Evans, Michell Petrucciani, Herbie Hancock, Chick Corea, McCoy Tyner, Peruchín, Lilí Martínez y Emiliano Salvador. Ramblas clásicas de Serguei Prokofiev y ciertos arrojos de Rajmáninov, Sain-Saëns, Schubert y Schumann.

Once temas propios ejecutados a piano solo en follajes salpicados por el delirio: “El Regreso”, “Balada de otoño”, “Me voy pa Cuba”, “En algún otro lugar” y “Divagación”, composiciones dibujadas en transparente y lenitivo lenguaje neo-clásico con claras referencias a los modos interpretativos de Keith Jarrett, Bill Evans y Oscar Peterson. “Bossita rica” explora concordancia brasileiras empalmadas con gamas del son montuno cubano.

“Pájaro carpintero” expone líneas de la danza cubana con acentuaciones que bordean resquicios de Michel Petrucciani. “Ray”, abierto tributo a Ernesto Lecuona (suerte de “Comparsa” del siglo XXI). “Shona” recrea retumbos rítmicos de África desde clúster que mezcla aires de vals afroperuano con apuntes vanguardistas. “Compañero”: erigida a partir de citas y variantes de la canción infantil francesa “Frére Jacques” con acuses en abierto cauce jarrettiano. Las virtudes técnicas quedan plasmadas en “Oddudua”: composición de pujas delirantes que van de la contradanza, aires de habanera, son, funk y timba en factura de Tyner/Peruchín/Salvador y lúdica correría por el idiolecto de Cecil Taylor.

Soundbite, de Aldo López-Gavilán, o la suntuosidad a corazón abierto: mordedura sonora que es un beso de Dios.


Los comentarios son responsabilidad de quienes los envían. Con el fin de garantizar la calidad de los debates, Cubaencuentro se reserva el derecho a rechazar o eliminar la publicación de comentarios:

  • Que contengan llamados a la violencia.
  • Difamatorios, irrespetuosos, insultantes u obscenos.
  • Referentes a la vida privada de las personas.
  • Discriminatorios hacia cualquier creencia religiosa, raza u orientación sexual.
  • Excesivamente largos.
  • Ajenos al tema de discusión.
  • Que impliquen un intento de suplantación de identidad.
  • Que contengan material escrito por terceros sin el consentimiento de éstos.
  • Que contengan publicidad.

Cubaencuentro no puede mantener correspondencia sobre comentarios rechazados o eliminados debido a lo limitado de su personal.

Los comentarios de usuarios que validen su cuenta de Disqus o que usen una cuenta de Facebook, Twitter o Google para autenticarse, no serán pre-moderados.

Aquí (https://help.disqus.com/customer/portal/articles/960202-verifying-your-disqus-account) puede ver instrucciones para validar su cuenta de Disqus y aquí (https://disqus.com/forgot/) puede recuperar su cuenta de un registro anterior.