Actualizado: 23/04/2024 20:43
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CON OJOS DE LECTOR

El espejo y el martillo (I)

Bajo el título de 'He who hits first, hits twice', se han recopilado en un dvd ocho de los documentales realizados por Santiago Álvarez.

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Un panfleto, un alegato explosivo

Tales declaraciones de principios aparecen llevadas a vías de hecho en una obra tan temprana como Now, cuyo concepto es, por cierto, idéntico al que muchos años después se aplicaría en los video-clips. Estamos ante un documental épico, un panfleto, un alegato explosivo. El propósito que persigue Álvarez es claramente golpear la conciencia del espectador, a través de una canción y unas imágenes que significan un puñetazo en pleno rostro. La elección misma del tema, una versión del Hava Nagila interpretada por Lena Horne censurada y prohibida por las autoridades del sur de los Estados Unidos, no deja lugar a dudas. Pero por si las hubiese, al final del documental los disparos de una ametralladora van trazando sobre la pantalla en blanco la palabra now.

Mas pese a su declarada parcialidad ideológica, Álvarez no busca convencer por la vía emotiva, no trata de obtener nuestra compasión por el brutal e inhumano trato que recibían los afroamericanos. Deja que las imágenes hablen y actúen por sí mismas (el buen dominio de los medios expresivos puramente cinematográficos fue siempre una de sus cualidades). Confía además en la tremenda fuerza de la canción y en la poderosa voz de Lena Horne. Hablo de imágenes y música, y estoy cometiendo un error: uno de los hallazgos que más admiro en Now es esa asombrosa síntesis total, esa capacidad para conseguir que ambas se integren como si hubiesen sido creadas unas para la otra. De hecho, la duración del filme coincide exactamente con la de la canción y es una de las razones de su eficacia y su fuerza.

Eso lo logró Álvarez mediante un laborioso e inteligente trabajo de montaje, otro de los puntos esenciales de su cine. El suyo es, en esencia, un cine de montaje, un recurso que desempeña un papel primordial cuando se quiere comunicar ideas. Era famosa su divisa: "Denme dos fotografías, una moviola y una música y les haré un documental". En Now demostró que no exageraba un ápice. Quería realizar un filme sobre la discriminación racial en los Estados Unidos (fue testigo personal de ello a los diecinueve años, cuando vivió allí), pero no poseía suficiente material. Tampoco podía pensar en poder ir a filmarlo, por razones políticas obvias. De manera que se vio obligado a recurrir a la piratería, la canibalización de materiales ajenos. Desde la mesa de edición se dio a la tarea de dar vida a fotografías y titulares de revistas y periódicos norteamericanos. Ideó un montaje dinámico, moderno y comunicativo que dotó a las vistas fijas de una movilidad sorprendente. La conjunción de todos esos hallazgos y aciertos cristalizó en Now, calificado con acierto por José Antonio Évora como un exorcismo de la pasión, pero también una fiesta de la inteligencia.

La necesidad, el no contar con material fílmico, fue, pues, un recurso no preconcebido por Álvarez. Pero como fueron ésas las condiciones en que debió trabajar en numerosas ocasiones, terminó por convertirse en uno de los rasgos distintivos de su cine, y dio lugar a lo que puede llamarse su estética del reciclaje. Ese empleo imaginativo de las fotos que hizo en Now está presente también en LBJ y El sueño del pongo. Este último es un raro ejemplo de filme en el que incluye un narrador, un elemento sin el cual El sueño del pongo no existiría. Por otro lado y atendiendo probablemente a la sencillez e ingenuidad que provienen de su origen popular, Álvarez confió su lectura a un niño. El texto que se escucha es la adaptación, hecha por Roberto Fernández Retamar, de un cuento del narrador peruano José María Arguedas; de ahí que algunos clasifiquen el filme como la única obra de ficción del cineasta cubano. No era usual que usase colaboradores en los guiones ("el guión de mis documentales no lo pongo yo, casi siempre lo pone el enemigo"). No obstante, en los créditos de algunos figuran los nombres de Rebeca Chávez ( La guerra necesaria, Mi hermano Fidel, El tiempo es el viento, Maputo: Meridiano Novo) y Marta Rojas ( Los dragones de Ha-Long, Abril de Vietnam en el año del gato, El gran salto al vacío).

El sueño del pongo es además uno de los trabajos suyos hechos con recursos visuales más limitados. Éstos se reducen a unas pocas fotos y algunas imágenes tomadas de un libro de Miguel Ángel. Por ese tiempo, Álvarez había viajado a Perú, para filmar un reportaje sobre el terremoto que afectó a ese país (de esa experiencia surgieron Piedra sobre piedra y Yanapanacuna). En una entrevista contó que un día, al entrar en la plaza de toros de Lima, su olfato lo llevó a fotografiar a un personaje siniestro, que resultó ser el gamonal Puga Estrada (finalizado el filme, se enteró de la noticia de su procesamiento por el asesinato de unos indios). Para el pongo, Álvarez fotografió a un indio a la puerta de un mercado limeño. Este hombre, recordó, huía de la cámara, pero una vez que él le habló, aceptó colaborar.

Álvarez obviamente no ilustra el cuento de Arguedas, sino que lo recrea mediante una narrativa visual imaginativa e innovadora. El agitador profesional no desaparece, pero rebaja el tono y adopta registros más sugerentes. Algo muy distinto es lo que hace en LBJ, que un diario argelino calificó en su momento como "la artillería pesada y la bazooka cubana".


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