Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Cine, Arte 7

El mal humor

Esta película muestra, pero no aprovecha, las situaciones y los lugares en los cuales transcurre la indigencia cotidiana del cubano, tan explotados hasta el cansancio en otros filmes recientes

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Arturo Sotto (La Habana 1967), fue en un momento determinado El Ungido del ICAIC. Graduado del Instituto Superior de Arte y de la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, tras ganar el premio de mejor Opera Prima de la Muestra de Cine Joven del ICAIC con su corto de once minutos En la Calzada de Jesús (1990), debutó en el largometraje con un filme precedido de grandes expectativas y promovido con fanfarria, Pon tu pensamiento en mi (1995), que resultó una obra de pretenciosidad ilimitada y de poca sustancia, que agrupaba los peores clichés utilizados por el cine cubano en años anteriores.

Dos años después realizó Amor vertical (1997) en la cual Silvia Águila y Jorge Perugorría son dos amantes en busca de un lugar donde tener sexo. Aquí de nuevo la pretenciosidad ahoga los diálogos y las posibles situaciones originales, porque se ve demasiado planificada. Diez años después realizó La noche de los inocentes (2007), otro desastre que no se sabe de qué va, una especie de Rashomon del pobre que sucede durante una noche en la sala de emergencia de un hospital habanero.

Ese quizás es el problema de Sotto, quien obviamente parece ser un hombre inteligente, profundo conocedor del cine, bien armado de recursos técnicos, un artesano de buen oficio pero quizá carente de talento para elevarse más allá de los fundamentos. En todas sus películas se le ven demasiado las costuras. Sus referentes intertextuales y sus influencias se enseñan en exceso y entorpecen la fluidez de sus tramas así como la organicidad de sus montajes visuales.

Seis años más tarde se aparece con Boccaccerías habaneras (2013), que ganó el premio de popularidad y el Coral al mejor guión en el Festival de Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, celebrado en diciembre de 2013. La película acaba de estrenarse hace apenas un mes en las salas habaneras.

Aunque en algunos escritos promocionales se pregonó como una obra “polémica” y de “contenido filosófico”, una vez exhibida, los críticos cubanos la han tratado como un “divertimento” de Sotto, que por fin decidió hacer una película refrescante y sin aspiraciones artísticas. Pero eso tampoco es del todo cierto.

El Decamerón de Giovanni Boccaccio (1313-1375), está estructurado como una obra que supuestamente recoge cien cuentos que narran siete mujeres y tres hombres, todos jóvenes, que se encuentran refugiados en una villa florentina tratando de escapar de la plaga conocida por La Muerte Negra. Diez historias diarias se narran durante diez noches a lo largo de dos semanas. Son cuentos que van de lo erótico a lo trágico, en el cual abundan los equívocos, los enredos y los calambures. Utilizando el lenguaje vernacular florentino, Boccaccio intentó documentar la vida italiana de su época.

La obra ha tenido casi cuarenta adaptaciones cinematográficas, siendo las más señaladas El Decamerón, de Pier Paolo Passolini, realizada en 1971, y Boccaccio 70 (1962) que reúne cuatro cuentos dirigidos por Federico Fellini, Vittorio de Sica, Mario Monicceli y Luchino Visconti. Esta última es bastante floja, a pesar de los grandes nombres que reúne y el cuento más salvable es Las tentaciones del Doctor Antonio, de Fellini, y es, a su vez, del cual más parece tomar Sotto para su adaptación.

Según el propio realizador, su filme está basado en “dos fragmentos del Decamerón” que despertaron su interés “El arcón del médico y Tercería involuntaria…intentando recrear el origen de esas historias y conformar un universo con nuevos personajes, peripecias y conflictos”.

Aunque tanto el director como los críticos hablan de tres cuentos, en realidad son cuatro, pues el “último” consta de dos fragmentos narrados por dos personajes diferentes, aunque están ligados a la misma trama.

El filme se enmarca en la historia de un director de cine (protagonizado por el propio Sotto), que convoca gente para que le hagan sus historias personales y, si son de su interés, él se las compra para usarlas después en algún proyecto. Aquí los narradores, al igual que los personajes de Boccaccio que intentan huir de la plaga, parecen huir de la miseria cotidiana de sus vidas, para al menos lucrar con su desgracia.

El primer cuento, que es el más logrado, trata sobre los avatares de una pareja mayor en la víspera de la boda de su hija, mostrando, en el más puro estilo costumbrista, sus frustraciones en sus intentos de llevar a cabo una ceremonia mucho más allá de sus posibilidades. El matrimonio alberga en la casa a un sobrino que estudia en la universidad y del cual se enamora la futura novia, creándose con esto, al enterarse el novio, una gran hecatombe el día de la boda y echando por tierra los esfuerzos de los padres. Aquí la trama se sostiene y hay bastantes chistes buenos, aunque Sotto repite demasiado los recursos narrativos y llega un punto en el cual los chistes dejan de ser graciosos se vuelven chabacanos y pedestres. Pero en general, entretiene.

El segundo cuento parece un rompecabezas mal armado. Una mal digerida influencia de Fellini es obvia por todas partes. En él durante la filmación de una película dirigida por un italiano, un joven utilero es aprovechado para tomar el puesto de un actor que se niega a participar de la promoción. Tiene que hacer una secuencia de sexo simulado con la actriz principal y esta termina solicitando sus servicios sexuales. El utilero, que también da servicio sexual al actor por una suma de dinero, se toma por error un sedante para animales y se duerme cuando la actriz trata de tener sexo con él. Lo encierran en un cajón que es supuestamente de gran valor en la historia del cine y unos raterillos se lo llevan para venderlo y tras unas peripecias nada graciosas y faltas de imaginación, el cuerpo termina siendo descubierto al pasar por la inspección de la aduana y el utilero termina acusado de intento de salir del país ilegalmente.

En el último cuento (o cuentos) se narran los esfuerzos de una torcedora de tabacos por conquistar a un joven estudiante de ingeniería industrial que está pasando un aprendizaje en la fábrica. Al no prestarle él atención, ella urde una trama de acusaciones falsas de acoso sexual que terminan arruinando al joven. Después, para cerrar la estructura del filme, ella se le ofrece sexualmente al director que compra las historias.

La película es principalmente un juego de equívocos y una comedia de enredos, pero para que eso funcione, el absurdo tiene que mantener un mínimo arraigamiento con la realidad que permita la suspensión de la incredulidad. En este caso los enredos, sobre todo en los dos últimos cuentos, son demasiado pueriles, cuando no están llenos de lugares comunes y de situaciones ya muy transitadas. Esto les resta gracia y fluidez narrativa. El segundo cuento, el peor de todos, es como un mal sketch extendido, sin ningún ritmo narrativo, predecible y aburrido.

Otra cosa que la afecta es que Sotto, en su supuesto divertimento, no puede abandonar la pretenciosidad de criticar la realidad cubana, cosa que la película no necesita, y establece situaciones que resultan forzadas con el solo objetivo de mostrar una gravedad fuera de lugar. Tampoco puede evitar el exceso de referencias intertextuales, que resultan pedantes en este filme que supuestamente no es para entendidos, pero que no solamente están mal contextualizadas, sino que ni siquiera tienen gracia, porque ya el cine está cansado de referencias y citas que por obvias pasan inadvertidas.

La película tiene el mérito de mostrar pero no explotar, las situaciones y los lugares en los cuales transcurre la indigencia cotidiana del cubano, tan explotados hasta el cansancio en otros filmes recientes, lo cual es probable sea lo que le haya valido su gran popularidad.

Los actores cumplen sus roles bastante bien. No son personajes de mucha exigencia dramática, pero no hay nada que repararles. Zulema Cruz y Félix Beatón en el primer cuento se mueven con facilidad en los personajes estereotípicos que les toca interpretar. El segundo cuento tiene unos diálogos tan pobres y unas situaciones tan insostenibles y llenas de baches, que los actores no pueden hacer mucho con el material. En el tercer cuento, la debutante Yudith Castillo, en su personaje de María del Carmen, que es casi el personaje principal de todo el filme, tiene las manos llenas, pero a pesar de algunos problemas, que quizá se deben más al guión, sale bastante airosa de la prueba.

Algunos críticos han destacado que las mujeres están al mando de la acción en este filme, son los personajes más fuertes y siempre se salen con las suyas, como si fuera un mérito del mismo, pero lo cierto es que ese es el espíritu de la obra de Boccaccio en la cual se basa, escrita hace casi 700 años.

La fotografía de Alejandro Pérez (Conducta), va reflejando bien los distintos ambientes por los cuales transita la obra, dando no solamente la iluminación y el contraste de color necesarios, sino además buscando ángulos que realzan la narración. Pérez, quien además dirige videoclips, ha tenido un éxito reciente con su video de la canción Bailando, en la cual participan Enrique Iglesias, Gente D’ Zona y Descemer Bueno.

Sotto vuelve a quedar por debajo de las expectativas que de él se tuvieron en un tiempo y probablemente de las que él mismo se impone. No se ha zafado de un grave defecto de la mayoría de los cineastas cubanos, que es asumir una significatividad que nadie les ha pedido y que a la larga lastra sus proyectos, que se hunden en la grandilocuencia, complicando historias que quizá en su sencillez podrían resultar más iluminadoras. Se creen que la exhibición de conocimiento, los homenajes no tan velados y los alardes de tecnicismo es lo que se requiere para un buen cine. Quieren que su protagonismo sea mayor que el de sus protagonistas.

Boccaccerías habaneras (Cuba, 2013). Guión y Dirección: Arturo Sotto. Director de Fotografía: Alejandro Pérez. Con: Yudith Castillo, Zulema Cruz, Félix Beatón, Yarlin Pérez, Claudia Álvarez y con breves actuaciones especiales de Jorge Perugorría, Patricio Wood Y Mario Limonta. Una coproducción del ICAIC y Cottos “una empresa asentada en Cuba y República Dominicana que invirtió en tecnología y que espera diversificar su objeto social”. El filme lleva un mes de estreno en Cuba. Disponible en DVD a través de Kimbara Cinemateca Cubana. Comienza ahora su recorrido por el circuito festivalero.


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