Actualizado: 25/04/2024 19:17
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CON OJOS DE LECTOR

El mamut que se negó a extinguirse

Un documental reconstruye la historia de aquel extraño accidente de la historia del séptimo arte que fue la coproducción cubano-soviética 'Soy Cuba'.

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No gustó ni a cubanos ni a soviéticos

En una de sus intervenciones, Raúl García narra cómo la falta de un actor que encarnara el personaje del estudiante fue el hecho que lo llevó a ponerse por primera vez delante de una cámara. En realidad, el empleo de personas sin experiencia fue un criterio que predominó a la hora de conformar el elenco de Soy Cuba. Kalatozov opinaba que "el cine no requiere actores profesionales, porque más que cualquier otra cosa, lo que cuenta es la presencia humana. Es esto lo que crea un personaje en la pantalla". Ese criterio está corroborado en su entrevista por la bailarina Luz María Collazo, a quien Bielka Fridman, ayudante del director y esposa de Urusevsky, abordó para preguntarle si le interesaba participar en el filme. No era ése precisamente el caso de Sergio Corrieri, quien sin embargo se iniciaba entonces en el teatro. Jean Bouise, un actor francés que se hallaba de turista en Cuba, también fue invitado a sumarse al rodaje. Es curioso que no figure entre los testimoniantes, pues es bastante conocido por haber intervenido después en películas de Resnais, Bertolucci, Costa-Gavras, Losey, Allio y Luc Besson.

Varios de los entrevistados cubanos destacan la gran dedicación al trabajo de Urusevsky. Varona cuenta que en una ocasión el equipo tuvo que esperar durante tres días a que aparecieran las nubes, pues para el cineasta ruso el cielo despejado no es fotogénico. Raúl Rodríguez recuerda que Urusevsky solía ponerse una venda en los ojos y permanecer así por un rato para dilatarse las pupilas, pues de ese modo captaba las imágenes con más brillantez. "Era un hombre, expresa, que constantemente estaba puesto para su película". Corrieri, por su parte, se refiere al cuidado y la meticulosidad extraordinaria que ponía en el trabajo con la luz: "Yo diría que la luz era la gran protagonista de la película".

Soy Cuba se estrenó a fines de julio de 1964 en Santiago de Cuba y Moscú. No gustó ni a cubanos ni a soviéticos, por lo cual tras ese breve paso por las pantallas aquellas dos copias fueron archivadas. El tono negativo de las críticas publicadas en la Isla se sobredimensiona un tanto en el documental. Hubo, sí, una francamente desfavorable, firmada por Luis M. Valdés y titulada No soy Cuba, pero no apareció en el periódico Hoy, como afirma Calzatti, sino en la revista Bohemia. Un tono similar mantiene la de Teresa Ruiz, en Revolución. En cambio, arrojan un balance positivo de la película las de Alejo Beltrán en Hoy ("un verdadero alarde de creación cinematográfica"), Josefina Ruiz en Verde Olivo ("ya Cuba tiene una película para exportar con decoro y grandes posibilidades de éxito") y Mario Rodríguez Alemán en Diario de la Tarde ("es un film histórico en nuestro cine").

En todo caso, los testimonios incluidos en O mamute siberiano ponen de manifiesto que entre los cubanos Soy Cuba no gustó. Es significativo que algunos de los entrevistados incluso la habían borrado de su memoria. Corrieri ni siquiera recordaba que tomó parte en la escena del entierro. Raúl García había olvidado que el estreno fue en Santiago, lo mismo que Salvador Wood (éste es posiblemente el que más valora su participación en aquella experiencia). Casi todos coinciden, eso sí, en el poco aprecio que tienen por el filme. Raúl Rodríguez critica el protagonismo que se dio a la fotografía, y considera exagerada la acogida internacional que ha tenido Soy Cuba tras su rescate en los años noventa. Otros señalamientos se refieren a la narración sobreactuada y melodramática, al ritmo lento de muchas escenas, a la visión de la realidad cubana desde el prisma eslavo. Curiosamente, Ferraz no relaciona esta última opinión con la polémica similar que provocó en Brasil el Orfeo negro de Marcel Camus, película a la cual también se criticó por dar una imagen estereotipada y falsa de aquel país.

Algunas de esas personas admiten, no obstante, que todo lo que dejó Soy Cuba no fue negativo. Rodríguez reconoce que gracias a aquel rodaje, en el cine cubano se empezó a trabajar más con la cámara en mano, y pone como ejemplo a Jorge Herrera. Pineda Barnet también se refiere a ello, y expresa que nuestra cinematografía le debe grandes escenas al estilo como fotógrafo de Urusevsky. Y Varona apunta la gran experiencia que adquirió en aquel rodaje. Guevara es significativamente el único que le niega la sal y el agua a la película. Dice que hoy la ve con nostalgia e inmensa simpatía, pero afirma que "tajantemente no tuvo ninguna influencia en el cine cubano".

Ferraz reserva para el final de las entrevistas filmadas en la Isla la noticia del exitoso estreno de Soy Cuba en Estados Unidos. Entrega a cada uno de los testimoniantes una copia del video que ahora se comercializa y en la pantalla se ven sus reacciones. "¡Espectacular! Jamás me imaginé que pudiera suceder una cosa así", dice Yolanda Benet. "¡Mi madre!", es el breve pero expresivo comentario de Corrieri. Quien se muestra más agradecido y entusiasmado es Salvador Wood, para quien recibir este reconocimiento al cabo de casi cuarenta años es muy emocionante, y lo considera "un patrimonio de un valor incalculable" para él y para su familia.

Resulta notoria en el documental la ausencia de una entrevista a Evtushenko, quien de seguro hubiese aportado un testimonio muy valioso. Hubiera contribuido además a que Soy Cuba no aparezca vista fundamentalmente desde la visión de los cubanos (Alexander Calzatti es el único integrante del equipo ruso que aparece). Pero pese a ese detalle para mí inexplicable, O mamute siberiano representa una inteligente e interesante investigación, que arroja mucha luz sobre aquella coproducción tan mal recibida en su momento, pero que al igual que esos cometas que pasan fugazmente, regresó al cabo de los años.


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