Actualizado: 18/04/2024 23:36
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El mensaje, el mensajero y la redención

El director trabaja el guion de este filme con excelente control dramático, muy pocas concesiones y llevándolo al borde de la incomodidad

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Aunque ha sido muchas veces malinterpretada y simplificada, la afirmación de Marshall McLuhan, quien en 1964 advirtió que “el medio es el mensaje”, ha ganado en fuerza y complejidad a lo largo de los años. Uno de sus ejemplos, tomado de Shakespeare, es que uno no se rasca si no tiene picazón. Por lo tanto, cómo distinguir al mensajero del mensaje en esa relación simbiótica en la cual el tercer miembro de la comunidad es el receptor. Peor aún, si en esta simbiosis todos tienen intereses creados.

De lo anterior y mucho más, extrapolado al ámbito de la religión y el reino de la espiritualidad trata el excelente filme polaco Corpus Christi. No creo que el director Jan Komasa haya tenido que pensar mucho en McLuhan para abordar el tema, el cual enfrenta con razonamiento cuestionador y furia intelectual.

Daniel es un joven que ha pasado tiempo en un reformatorio condenado por un crimen. Nos asomamos a sus últimos días de confinamiento, pronto será puesto en libertad provisional. Actúa de monaguillo en las misas que ofrece el padre Tomasz, el cura de la cárcel y al parecer ha sufrido una transformación espiritual. Horas antes de su salida, le insiste al padre que su deseo es entrar en el seminario para convertirse en sacerdote, pero este le dice que no puede hacer nada, porque la naturaleza del crimen que cometió se lo impide. Lo envía a un pequeño pueblo lejano para que trabaje en el aserradero local.

Cuando Daniel llega y ve el aserradero decide que no le interesa estar ahí. Se cambia de ropa y se pone el cuello sacerdotal y haciéndose pasar por un sacerdote recién egresado del seminario, se presenta ante el párroco del pueblo. Este lo recibe sin mucho cuestionamiento. Es un hombre ya mayor, un poco cínico, ya ajustado a la idiosincrasia y las politiquerías de este pequeño villorrio perdido en medio de la nada rural. Daniel dice que está de paso, pero el padre sufre un infarto y su ayudante, una mujer que parece perennemente amargada, le pide a Daniel que lo sustituya por unos días.

Daniel entra con pasión a asumir su papel y se entrega completamente a ello. Da confesiones (en un momento de comicidad sutil se le ve chequeando en su celular los pasos de la confesión mientras un feligrés espeta sus secretos), oficia misa y se empieza a meter en los secretos celosamente guardados del pueblo.

Tanto él, como sus feligreses, buscan redención. Daniel cree que Dios está más allá de las limitaciones que impone el cuerpo religioso. Sus sermones y arengas le salen muy de adentro y su rebaño, acepta, aunque un poco confundido, su originalidad. Todos quieren creer en lo divino, no importa a través de quien y como venga envuelta la palabra de Dios.

Daniel se acerca cada vez más a Eliza, la hija de Lidia, que es la acólita del párroco. Trata de ganarse a los jóvenes del pueblo. A su manera, es un gran proselitista. ¿Se ha creído acaso ser un vehículo de Dios? Todos le creen. Pero empieza a enredarse en los problemas que el pueblo mantiene en secreto y se busca la ojeriza del alcalde. El párroco regresa, el padre Tomasz se entera de todo. ¿Puede la misericordia salvar a Daniel? ¿Puede Dios salvar a Daniel? ¿Es acaso la usurpación sincera motivo de perdón? Todo esto y mas se cuestiona el filme.

Komasa (Polonia, 1981), trabaja un guion de Mateusz Pacewicz, con excelente control dramático, muy pocas concesiones y llevándolo al borde de la incomodidad. Cuestiona constantemente la realidad que presenta la cámara y mantiene a los actores dentro de los límites emocionales necesarios. Este es el primer guion de largometraje de Pacewicz, de Komasa no he visto nada de lo que anteriormente ha realizado y es verdaderamente una pena que sea así.

Bartosz Bielenia, de cuyas actuaciones anteriores tampoco se nada, está electrizante en su papel. Es un actor de gran intensidad que la trasmite a su personaje sin por ello dejar de ofrecer los matices que lo humanizan y lo hacen creíble. Gran parte del éxito del filme se debe a su trabajo. Eliza Rycembel, que procede mayormente de la televisión polaca, logra elevar su papel como Eliza, gracias a una actuación mesurada, que da el dramatismo adecuado a un personaje que es probable hizo crecer en la pantalla mucho más de lo que estaba en el guion. Los veteranos Aleksandra Konieczna (Lidia) y Lukasz Simlat (padre Tomás) prestan excelente apoyo en sus roles secundarios.

La fotografía de Piotr Sobocinski Jr, que utiliza una coloración de bajo contraste y de tonalidad grisácea, es excelente y se ajusta a crear el ambiente necesario para el desarrollo de la trama.

Este es un guion bastante lineal con el problema inherente que tiene que resolverse de una manera negativa o positiva, pero Komasa y Pacewicz se las arreglan para a pesar de lo predecible de los últimos minutos, dejar algo abierto a la interpretación. Al final, la respuesta acerca de quien se redime y quien trasciende su circunstancia, queda en manos de espectador.

La película fue nominada al Oscar para la mejor película extranjera. Ha ganado premios y nominaciones en varios y prestigiosos festivales internacionales y arrasó con los premios nacionales polacos.

Corpus Christi (Polonia, 2019). Dirección: Jan Komasa. Guion: Mateusz Pacewicz. Director de fotografía: Piotr Sobocinski jr. Con: Bartosz Bielenia, Eliza Rycembel, Aleksandra Konieczna y Lukasz Simlat. La película forma parte de la iniciativa de cines locales y cine-clubs de “estrenar” cada viernes varios filmes y la mitad de lo que se paga va a esos cines. Este filme en particular es posible verlo a través de la plataforma Film Movement Plus.


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