Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Cine, Rumanía, Arte 7

El poder de la comunicación

Es difícil relacionar directamente una catástrofe política con un hecho aislado, pero el poder de la comunicación nunca se puede desestimar

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A raíz de las protestas populares que comenzaron a desatarse en Cuba desde el domingo 11 de julio, la primera medida de emergencia que tomó el gobierno para tratar de controlar las consecuencias de los reclamos del pueblo, fue cortar la internet. Las dictaduras totalitarias conocen muy bien, y le temen, el poder que tiene la comunicación y, en consecuencia, la dispersión de la información.

Ello me llevó a revisitar un docudrama de 2015 titulado Chuck Norris vs. Communism que se centra en la distribución clandestina de filmes occidentales en formato de VHS y las repercusiones que tuvo.

Entre las satrapías que conformaban el antiguo “bloque soviético”, Rumanía se encontraba entre las más aisladas, más reprimidas y más pobres del extinto imperio. La censura en todos los medios de comunicación y artísticos era cruda y aplastante. En el cine, como se ve en este documental, era estricta. Se cortaban todas las escenas de filmes europeos en las que se viera riqueza y opulencia, “para que el pueblo no pensara que en el Occidente existía prosperidad”. Se prohibía la mención a Dios, a religión y a cualquier tipo de asomo ideológico que no estuviera alineado con el dogma oficial. Mantener al pueblo desinformado y atiborrado de propaganda comunista era vital para sustentar el poder absoluto.

En 1985, Irina Nistor trabajaba en traducción y doblaje para la televisión estatal rumana cuando alrededor de 1985 se le acercó Teodor Zamfir, un dudoso personaje, traficante en artículos ilegales, y le propuso que trabajara para él traduciendo y doblando películas americanas y de Europa Occidental, traídas y luego distribuidas de forma clandestina. Irina aceptó.

Chuck Norris vs. Communism va mostrando, mediante entrevistas a individuos que, muchos de ellos como niños y adolescentes, vivieron el fenómeno, así como con dramatizaciones que recrean los hechos, la transformación de Irina como icono nacional.

Los rumanos comenzaron a consumir las películas con avidez. Dada la escasez de equipos reproductores de video, y de televisores, varias familias se reunían en la oscuridad, en los reducidos apartamentos de quienes poseían los medios, para ver dos y tres películas hasta altas horas de la madrugada. En un sistema en el cual la paranoia es la regla y no la excepción, la gente perdía el miedo y se arriesgaban a ser denunciados con tal de asomarse a una ventana al occidente prohibido.

Irina no solamente doblaba y traducía, sino que era la voz de todos los personajes. Sin cambiar el tono de voz lo mismo hacía de Sylvester Stallone en Rambo, que de Brooke Shields en The Blue Lagoon, que de Chuck Norris en Missing in Action, que de Julie Christie y Omar Shariff en Dr. Zhivago. La adoraban. En un momento determinado se sumó otro traductor y hubo rechazo al mismo.

Cuesta trabajo entender como en un país tan controlado esto pudo suceder. De hecho, la Seguridad del Estado hace su aparición varias veces e incauta equipos y materiales y se lleva presos a algunos televidentes, pero lo cierto es que todo el mundo estaba en la componenda. Zamfir traía sus videos a través de la frontera con Hungría sobornando a los guardafronteras. También regalaba videos y equipos a los jerarcas que vinieron a pedirle cuentas. Parece que quien único no sabía nada, o si lo sabía no apreciaba la dimensión del asunto, era el propio Ceausescu. Sus jenízaros no se atrevían a informarle, fue víctima de su propia represión.

El filme muestra el poder transformativo del arte (aunque muchas de las películas que se exhibían apenas califican como tal), sus consecuencias no intencionales (porque no hay nada peor que el arte militante, o el arte que se propone “inspirar” o “empoderar”), pues su efecto secundario es el abrir nuevos mundos y nuevas perspectivas al espectador, despertar su imaginación.

Para quienes venimos de un sistema totalitario, muchas de las situaciones resultan familiares. Para los que no han sufrido el totalitarismo en carne propia muchas cosas pueden parecer incomprensibles, pero deben entender que son reales.

El filme trata con mano suave y con ingenuidad al personaje de Zamfir (quien sale brevemente al final), pues debió haber sido un hombre con muchas conexiones en las más altas esferas del aparato represivo. Hoy en día es millonario. Irina Nistor, tras doblar unas tres mil películas, es actualmente productora y crítica de cine.

Es difícil relacionar directamente una catástrofe política con un hecho aislado, pero el poder de la comunicación nunca se puede desestimar. Cuarenta y ocho meses después que comenzara la empresa de Zamfir y Nistor, caía el gobierno de Ceausescu debido a una masiva protesta popular. Gracias al desarrollo de los medios digitales, el aislamiento total hoy en día resulta casi imposible y los dictadores pasan aprietos para poder controlar a los pueblos. Los medios sociales, las nuevas tecnologías han hecho posible que ocurran eventos capitales como los de la Plaza Tahrir, la Plaza Maidan y la Revolución Cantante de Tallin.

Escrito y dirigido por la realizadora Ilinca Calugareanu (Cluj-Napoca, 1981) quien creció en Rumania hasta que tras sus estudios universitarios emigró a Londres, y quien confiesa que su primer contacto con el cine americano fue mediante las películas dobladas por Irina Nistor, Chuck Norris vs. Communism no es, ni creo que pretenda ser, un documental novedoso. Es más bien ordinario en su factura, pero es una obra que merece verse porque testimonia una realidad que no debe ser olvidada y que mantiene su actualidad.

Chuck Norris vs. Communism (Reino Unido/Rumanía/EEUU, 2015) Guion y dirección: Ilinca Calugareanu. Director de fotografía: José Ruiz. Disponible gratis en YouTube.com


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