Actualizado: 29/04/2024 7:40
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Literatura

El precio del silencio

Que Orígenes esté presente en el premio de alguien que perteneció al grupo, vale. Pero que también lo esté el régimen es un poco excesivo

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El Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana se contempla dentro del Convenio de Cooperación Cultural suscrito por la Universidad de Salamanca y el Patrimonio Nacional, con el fin de resaltar el conjunto una obra poética de un autor vivo que signifique un aporte destacado al acervo cultural de Iberoamérica y España.

Así pues, que este año haya recaído en la obra de la poeta cubana Fina García Marruz, es un feliz acontecimiento. Lástima que la noticia haya aparecido, al menos en España, con una envoltura no del todo apropiada.

Pero antes de reflexionar sobre eso, quiero adelantar una confesión al margen: admiro a Fina García Marruz más por lo que no ha publicado, que por lo que sí. Y que nadie vea en esto algo peyorativo. Muy lejos de ello. He leído con gran placer sus poemas de lo cotidiano, domésticos, intimistas, evocadores; incluso he disfrutado de los de tema religioso. Y la considero una figura muy digna del prestigioso grupo Orígenes y, por extensión, de este premio.

Lo que quiero decir es que admiro sobre todo su reticencia a publicar. Veinte años necesitó su editor español, Manuel Borrás, para convencerla. Fue en 2010 que la Editorial Pre-Textos sacó El Instante Raro, una antología. Y este es, para mí, el dato más sobresaliente de su actitud como poeta y —si tuviese sentido la dicotomía— como persona. Algo que no quiero atribuir necesariamente a su humildad ni, mucho menos, a una supuesta inseguridad acentuada por una visión machista que hizo prevalecer la obra del esposo —Cintio— sobre la suya, sino, digamos, a una percepción no profesional de algo que no puede ser una profesión; de algo que, simplemente, es un modo de vida, o de ser. Así que ese desinterés suyo por la visibilidad; esa vocación de silencio, se me antoja el modo más… poético, visceral, auténtico de concebir la poesía. ―Para decirlo con unos versos de su “Lecciones de Charlot”: “Se es equilibrista/ porque no queda más/ remedio”.

Su trabajo profesional ha sido, en cualquier caso, el que ha desempeñado, por ejemplo, en su calidad de doctora en Ciencias Sociales, como investigadora literaria en la Biblioteca Nacional José Martí y en el Centro de Estudios Martianos, o formando parte del equipo que realizó la edición crítica de las Obras Completas de José Martí.

Pero continuemos con el premio que le han concedido. O, más exactamente, con esas connotaciones extraliterarias que más arriba califico de “envoltura”. Me referiré a dos de ellas. Una justa, otra indignante.

La justa es que con este galardón ―como declaran algunos voceros― se premie también al Grupo Orígenes.

La indignante, que el premio, como consecuencia de otro de sus silencios (no el de su poesía), se contextualice del modo que se ha hecho. Para empezar, muchos medios informaban que era la única superviviente de Orígenes. ¿Por qué olvidaban a Lorenzo García Vega? ¿Porque vive en Miami y pertenece al ala disidente del Grupo (la de Virgilio Piñera) y no a la que ha callado frente a los abusos de poder del castrismo (la de Lezama que, sin duda, es la de Fina)?

Por otro lado, con el premio —a juzgar por lo que dicen estos voceros―, se pretende abarcar (premiar) zonas aún más lejanas, no solo de la poesía de la autora, sino también de la poesía en general. Una de esas zonas es, por ejemplo, la de las “contradicciones de la Cuba actual”. A la luz de este prisma, su cristianismo (común al resto del Grupo Orígenes) es una contradicción que, encarnada en la imagen de la poeta, aparece solventada o en vías de hacerlo. Todo un salto “cualitativo” del régimen.

Y, para finalizar, lo más infame de esta segunda connotación. Nos lo explica Daniel Hernández, rector de la Universidad de Salamanca, con estas palabras: “Este premio es también una oportunidad, indirecta si se quiere, para alabar esos cambios que se están produciendo dentro del régimen en Cuba y que merecen nuestro apoyo”. Lo que conecta con la pretensión anterior.

Que Orígenes esté presente en el premio de alguien que perteneció al grupo, vale. Pero que también lo esté el régimen, aunque la premiada sea una poeta que ha vivido en buena vecindad con él, me parece como poco excesivo. Es sacar de quicio el premio y enviar un guiño servil e innecesario al castrismo. Es ignorar que (pese a la obra de Fina García Marruz y de otros excelentes poetas que escriben en la Isla) el régimen representa ―entre otras restricciones que conspiran contra la creación literaria―, la falta de libertad de expresión, ese “fundamento de la dignidad humana y piedra angular de la democracia” que dice el Comunicado del Secretario General de las Naciones Unidas, la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y la Directora General de la UNESCO, con motivo del Día Mundial de la Libertad de Prensa el pasado 3 de mayo.

No descubro nada importante al afirmar que esto (esa tendencia a vincular al régimen con todo lo que tiene que ver con Cuba, aunque sea una obra poética) forma parte de una antigua metástasis. Las ramificaciones (y confusiones) del castrismo que han penetrado en muchos cerebros de todas las latitudes y que, como sucede con el cáncer, no siempre tiene cura. También que se trata de una consecuencia directa del otro silencio, menos admirable, de la poeta: el que ha mantenido, no con respecto a su obra, sino a las injusticias del régimen cometidas incluso contra otros poetas por defender opiniones diferentes.

Lástima no obstante que su pus haya salpicado un premio como este y a una poeta como ella. Pero es que todo, hasta el silencio, tiene precio.


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