Actualizado: 25/04/2024 19:17
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CON OJOS DE LECTOR

El testimonio de un optimismo feroz

En 1971 empezó a circular la revista 'Alacrán Azul', que depara al lector curioso de hoy una considerable cantidad de sorpresas y hallazgos.

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Atención a la música y las artes plásticas

Lejos de mi intención hacer una enumeración completa del contenido literario de los dos números. Sin embargo, no quiero dejar de referirme al homenaje que Alacrán Azul dedicó a Calvert Casey, quien el año anterior se había quitado la vida en Italia. Lo conforman poemas de Baeza Flores y Ana Rosa Núñez, así como trabajos críticos firmados por Natalio Galán, Wifredo Fernández y Palenzuela. Este último introduce una selección de fragmentos de cartas que le enviara desde Europa el autor de El regreso. Como apunta allí Palenzuela, esas páginas poseen un gran valor testimonial, pues "revelan el hondo perfil humano de aquel hombre que fue mi amigo, Calvert Casey, que nació en Baltimore, amó a Cuba y se suicidó en Roma".

Mas como no sólo de las bellas letras vive el hombre, Alacrán Azul también prestó atención a otras disciplinas artísticas. Una de ellas fue la música, manifestación a la cual están dedicados dos deliciosos ensayos de Natalio Galán, Barroco termina con b y El danzón ars nova, que años después pasaron a integrar el libro Una historia inusitada. Mucho más importante es la presencia que tuvieron las artes plásticas (el director artístico de la revista fue, por cierto, el pintor José María Mijares). En los dos números se pueden hallar dibujos de Riverón, Soriano, Carulla, Castillo, Lozano, Moreno, Osvaldo, Rosabal y Córdoba (copio los nombres tal como figuran en el índice). Lydia Cabrera firma además un texto sobre este último, mientras que Arcocha y Palenzuela escriben a cuatro manos sobre Mijares, de quien señalan que "ha conseguido articular el mundo de lo maravilloso en imágenes que hablan por sí solas, con un lenguaje duro y transparente como el cristal de roca". Tampoco se olvidan los editores de la fotografía. Aparte de unas cuantas que sirven para ilustrar algunos textos (las tres de Cabrera Infante, por ejemplo, llevan el crédito de Néstor Almendros), aparecen seis firmadas por Jesse Fernández y publicadas bajo el título general de Páginas de un Diario Fotográfico.

El talento y el placer con que esa pareja de incorregibles letraheridos que eran Palenzuela y Arcocha confeccionaban la revista se ponen de manifiesto hasta en detalles tan nimios como las fichas de los colaboradores. Éstas aparecen redactadas con mucha imaginación y combinan la información bibliográfica con el humor y el espíritu lúdico. A modo de ilustración, copio a continuación una de ellas: "NATALIO GALÁN nació en Camagüey y dice tener 55 años para asombro del interlocutor que siempre exclama: —Pero qué bien se conserva. Ha vivido en grandes ciudades: París, Nueva York, Habana, y en pequeños infiernos: Emporia (Kansas) y Somter (Carolina del Sur). En todas ellas la 'competencia' ha tenido el mismo significado: crueldad. Poco gregario, su círculo de amistades es más el centro que la circunferencia. Compone música cuando no escribe y por escribir no compone. Se distrae con la astrología y otros enseres esotéricos. No desdeña ser escritor, músico y astrólogo, pero nació en las Antillas donde la política despierta más curiosidad. Y de eso nada sabe".

Pero el excelente nivel que alcanzó Alacrán Azul no puede atribuirse únicamente a la calidad de las colaboraciones. También es muy significativo el aporte realizado por Mijares. Ignoro si antes éste había tenido alguna experiencia como diseñador gráfico. En todo caso, en su concepción artística de la revista demuestra que ese campo no le era del todo ajeno. Quiero destacar como primer acierto la adecuada valoración de los textos, que se benefician con una tipografía elegante y que se lee muy bien. Disponen además de unos amplios márgenes que los realzan y les permiten respirar, si cabe aquí emplear ese verbo. La elección de los grabados, viñetas y fotos es igualmente atinada, y Mijares sabe sacarles un gran rendimiento estético. De todas las revistas cubanas editadas hasta entonces en el exilio, Alacrán Azul es posiblemente la mejor diseñada. Y entre las que aparecieron después, no son muchas las que en ese sentido la superan.

En el último número que alcanzó a circular, Alacrán Azul parecía haber comenzado un moderado proceso de crecimiento. El signo más visible es la incorporación de una sección nueva, Arcano de papel, que reunía reseñas de libros y notas cortas (hay asimismo una entrevista a Lino Novás Calvo). Pero la revista no pudo ir más allá, seguramente por razones económicas. Un anuncio incluido en esa entrega nos permite tener una idea de lo que iba ser el contenido de la tercera. Estaban previstos ensayos de Luis Ortega, Octavio Armand, Juan-Eduardo Cirlot, Hilda Perera y Beatriz V. Cuellar; poemas de Isaac Goldemberg y Rolando Campins; narraciones de Marcelo Salinas, Celedonio González y Juan Alonso; y entrevistas a Salvador Elizondo, Juan García Agudiz y Néstor Almendros.

Pero en lugar de ver el vaso medio vacío, digamos mejor que está medio lleno. Como de nada vale lamentarnos por lo que ya no vamos a leer, prefiero apuntar que en la Librería Universal, de Miami, aún pueden adquirirse ejemplares de esos dos espléndidos números de Alacrán Azul. Quienes se arriesguen a aventurarse en sus páginas por primera vez, tendrán la grata recompensa de una considerable cantidad de sorpresas y hallazgos. En todo caso y como dice el anuncio, si no quedan satisfechos les devolvemos el dinero.


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