Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Perros, Cine

Eran nuestros mejores amigos

A través de una historia protagonizada por perros, que combina melodrama, thriller y cine de terror, el realizador húngaro Kornél Mundruczó propone una inquietante reflexión sobre cómo el odio, la opresión y la discriminación generan un fuerte odio y una reacción violenta

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El año pasado, el programa de Un Certain Regard, la prestigiosa sección paralela del Festival de Cannes, estuvo integrado por 20 largometrajes representantes de 23 países. Entre otros nombres, aparecían los de cineastas como Wim Wenders (Alemania), Jaime Rosales (España), Rolf de Heer (Holanda), Lisandro Alonso (Argentina), Ned Benson (Estados Unidos), Pascal Ferran (Francia) y Ryan Gosling (Canadá). Al final, el máximo galardón fue adjudicado al húngaro Kornél Mundruczó por Féher isten (Dios blanco, 2014, 121 minutos).

Gracias al aval que significa ese premio, el sexto filme realizado por Kornél Mundruczó (1975) se ha estrenado en varios países. En todos ha sido bien acogido por el público y además ha recibido los parabienes de la crítica. Paris Match comentó que “con una puesta en escena sin efectos digitales, con un dominio absoluto de principio a fin y con un plano final que pone los pelos de punta, Dios blanco confirma sin lugar a dudas que Kornél Mundruczó es un gran cineasta”. Para el diario londinense The Guardian, se trata de “una fantasía de locura canina que se ve a veces como un thriller de terror, basado en algo que podría haber sido escrito por James Herbert o Stephen King, un gran homenaje a Los pájaros de Hitchcock”. Por su parte, Los Angeles Time define a Dios blanco como “dickensiana, marxista y anti utópica”, y opina que “es tan deliciosamente inclasificable como centrada en su deseo de provocar y entretener”. Y en opinión del diario español ABC, la película de Mundruczó representa “una propuesta atractiva, impecable técnicamente y dotada de los suficientes elementos para convertirse en visita obligada a las salas”.

Ante todo, me imagino que quienes no tengan referencia sobre ella se preguntarán de qué va la película de Mundruczó. A continuación, hago una breve sinopsis de su argumento. Una nueva y absurda regulación da preferencia a los perros de raza e impone un fuerte impuesto a los dueños de las razas que no sean puras. Eso provoca que muchos canes sean abandonados y vayan a parar a los refugios caninos, que ya no tienen espacio para acogerlos. Lili, una adolescente de 13 años, lucha por proteger a Hagen, su perro, pero su padre se niega a pagar el tributo exigido y lo suelta en la calle. Tras eso, Lili se dedica a buscar a su perro para salvarlo. Por su parte, Hagen lucha por sobrevivir y rápidamente se da cuenta de que no todos los seres humanos son sus mejores amigos. Se une a un grupo de perros errantes, pero eventualmente es capturado y va a parar a la perrera. Allí consigue escapar y es seguido por los demás canes. Todos juntos inician entonces una rebelión contra la especie humana.

Como se señala en uno de los extractos críticos que antes cité, Dios blanco hace pensar de inmediato en Los pájaros, el emblemático filme de Hitchcock. No es, sin embargo, la única referencia que puede mencionarse. Está también la saga de El planeta de los simios. Asimismo y aunque para quienes no han visto la película de Mundruczó pueda sonar descabellado, hay que añadir el Espartaco de Stanley Kubrick, en el cual probablemente el realizador húngaro se inspiró para rodar las escenas del entrenamiento para transformar a Hagen en un perro de pelea. Y si extendemos la lista al campo de la literatura, es inevitable recordar la novela de Georges Orwell Rebelión en la granja. Sin embargo, la existencia de todos esos antecedentes no resta originalidad a esta inquietante y agridulce parábola que su director cataloga como un melodrama político.

Además del melodrama —Mundruczó ha declarado su gran admiración por el cine de Fassbinder—, Dios blanco toma ingredientes del thriller y de las cintas de terror. A partir de esa inteligente amalgama de géneros, su director creó una película que permite más de una lectura. Habrá así espectadores que han de optar por la más obvia: un mensaje ecológico acerca del maltrato a los animales. Pero el filme es mucho más rico en significados, y traza una parábola social expuesta con claridad y eficacia cinematográfica: sugiere reflexionar sobre cómo el odio, el sometimiento y la discriminación generan un fuerte odio y una reacción violenta.

Una alegoría de la Europa de hoy

En varias entrevistas, su realizador ha insistido en que Dios blanco es una alegoría de la Europa de hoy: “Durante los últimos cuatro años he sentido vivamente el miedo de las minorías flotando en el aire. Hay una actitud colonizadora de la sociedad que excluye a las minorías, las margina. Europa ha cambiado mucho. Está infectada, es caótica y extrema, y hay una fiesta de contradicciones en las ideologías. Por eso pensé: hagamos algo. El mayor miedo de Europa es el levantamiento de las masas. Están asustados pensando: ¿cuándo vendrá la turba? La película se trata de eso: de lo que pasará si la brecha entre ricos y pobres sigue aumentando. Usé esta metáfora protagonizada por animales para contar este miedo”.

En el afiche con el cual se promociona el filme, se lee esta frase: Eran nuestros mejores amigos. La historia que se cuenta en Dios blanco narra por qué los perros dejaron de serlo. Pese a que Hollywood lleva décadas tratando de convencernos de lo contrario (recuérdense Tiburón, Parque Jurásico, Cujo, El gran gorila, Anaconda, Ben, la rata asesina, Python, Aracnofobia, El enjambre, Orca, la ballena asesina, El clan de los doberman, Escarabajos asesinos, Murciélagos…), los animales no son malos, a menos que los enseñemos a serlo. Son buenos por naturaleza. No saben ser de otro forma. No matan por el simple placer de matar.

A propósito de esto, en 1982 el cineasta estadounidense Samuel Fuller realizó una cinta muy controversial en su momento titulada White Dog. Trata acerca de un perro blanco que es entrenado para atacar y asesinar a las personas de raza negra. Algo similar le ocurre a Hagen. Es un perro pacífico y cariñoso. Pero durante la odisea que vive tras ser abandonado conoce lo peorcito del ser humano y aprende que es el más cruel de todos los animales. Es precisamente por su culpa que el más noble y fiel de estos se transforma en una máquina de matar que no consigue desprenderse de la furia que le han inculcado.

No deja de causar asombro que el jurado que premió Dios blanco apostase por una insólita cinta protagonizada por perros. Asimismo constituye también un caso excepcional que en la época de los efectos digitalizados un director haya renunciado a toda ayuda tecnológica. “Quería rodar las emociones reales de los animales”, argumentó Mundruczó. Ni una sola de las escenas en que aparecen los canes fue generada por computadora. No hay trucos ni efectos especiales, y por eso lo que se ve en la pantalla impacta por su realismo. En ese sentido, Dios blanco puede ser difícil de ver para quienes aman los animales (este cronista se incluye entre ellos). Pero conviene señalar que buena parte de la violencia no es mostrada explícitamente, sino solo sugerida.

Eso lleva a reconocer el magnífico resultado que se logró con el elenco canino, merecedor de todos los aplausos. Para que “interpretara” a Hagen, el director declaró que “quería un Dr. Jekyll y Mr. Hyde, alguien como Jack Nicholson, capaz de ser amable y agresivo a la vez”. Lo encontró en Body y Luke, dos perros gemelos de un barrio pobre de Arizona. En los créditos, sus nombres aparecen inmediatamente después del de Zsófia Psotta (Lili), lo cual es un acto de elemental justicia. Uno de esos perros viajó a Cannes con el director y la novel actriz para el estreno de la película, y como toda una estrella caminó por la alfombra roja. Para dar vida a los otros “personajes”, fueron utilizados 200 canes provenientes de refugios. Un entrenador trabajó con ellos durante dos meses, y de acuerdo a lo que se aprecia en la pantalla su labor fue estupenda. Algo a destacar y aplaudir es que al terminar el rodaje del filme, sus realizadores consiguieron que los perros fueran adoptados y encontraran un nuevo hogar.

Desde el punto de vista cinematográfico, Dios blanco cuenta con una magnífica realización. Está narrada con gran sequedad y se beneficia con una cuidada fotografía. En particular, es muy impresionante la secuencia que sirve de prólogo al filme, en la que se ve a Lili en una bicicleta, cuando es perseguida por una jauría de perros por las desoladas calles de una Budapest apocalíptica. Asimismo y aparte de funcionar como un atractivo espectáculo, la cinta de Mudruczó invita a que reconsideremos nuestras relaciones con los animales y advierte sobre las leyes absurdas basadas en la pureza racial y la diferencia genética.

Dios blanco está disponible en Netflix en dvd y streaming, bajo el título de White Dog.