Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Estuche con 80 instantes melódicos de Oro

Cuatro fonogramas sin orden cronológico ni genérico, el azar y la tonalidad recurrente definen las conformidades tímbricas

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La historia del bolero es una crónica de azares recurrentes: los principales países cultivadores del género (Cuba, México, Colombia, Puerto Rico, República Dominicana, Costa Rica, Perú, Ecuador, Venezuela, Panamá…) tejen una red manchada por las tintas suplicantes del deseo. El mar Caribe, cómplice y testigo, baña con sus espumas el desborde de la pasión que nos define como animales que amamos. Se afirma que “Tristeza” (1883), del trovador santiaguero Pepe Sánchez, marca el nacimiento del género: no cabe duda, esa composición resume y presenta “la manera del ritmo cantable y danzario que luego recorrería en serenatas y reuniones, las esquinas de Santiago de Cuba” (Helio Orovio). Pero, se debería precisar que ya desde los años 30 del siglo XIX hay noticias de esa forma musical y, como refiere Natalio Galán (Cuba y sus sones, 1983), en muchas canciones cubanas y yucatecas se hace evidente la presencia del pasacalle, heredado de la música europea (siglo XVII), con variaciones armónicas de hermosa obstinación rítmica creada en compás de 3 por 4 (la chacona), como preámbulo de eso que hoy conocemos como bolero.

El son yucateco, con su rasgueado y punteado en la guitarra, llega a Cuba en los años 20 del siglo XIX: será determinante en la conformación del rico panorama melódico de la Isla y, sobre todo, de las “canciones bolereadas” que hacen los trovadores y soneros de la época (Pepe Sánchez, Sindo Garay, Alberto Villalón, Manuel Corona, Patricio Ballagas, Rafael Gómez, Rosendo Ruiz Suárez, Emiliano Blez, Graciano Gómez, Manuel Luna, José Bandera, José Figarola, Ángel Almenares, Salvador Adams, Rafael Saroza, Miguel Campanioni, Eusebio Delfín, María Teresa Vera, Miguel Matamoros…). Habrá que insistir en el bolero como una forma musical del Caribe: contrapunteo cultural de facetas diversas en arborescencia de “una civilización popular viva y actuante que halló en las aguas cálidas del Caribe, y en las de sus islas tierra firme, un nicho privilegiado de reproducción y encantamiento” (García de León, El mar de los deseos, 2002), para los expedientes del amor.

El bolero, directorio: diario de confesiones, cenagal de gozo y dolencia: los amantes desmigajan sus venturas, guitarra en mano y copa de por medio. Poética del deseo, pero también alegato de aflicciones. Un buen bolero desangra los gladiolos: en la ventisca de la algazara de los amantes las rosas enmudecen y nace la declamación incitante: “En la vida hay amores que nunca/ pueden olvidarse / imborrables momentos que siempre / guarda el corazón / porque aquello que un día nos hizo / temblar de alegría / es mentira que hoy pueda olvidarse / con un nuevo amor” (“Inolvidable”, Julio Gutiérrez); “No puedo ser feliz, / no te puedo olvidar, / siento que te perdí / y eso me hace pensar / que he renunciado a ti, / ardiente de pasión, / no se puede tener conciencia y corazón(“No puedo ser feliz”, Adolfo Guzmán): la vocalización de Bola inigualable; “La realidad es nacer y morir, / por qué llenarnos de tanta ansiedad, / todo no es más que un eterno sufrir, / si el mundo está hecho de infelicidad” (“La vida es un sueño”, Arsenio Rodríguez); “Pero así van pasando las semanas, / pasando sin lograr lo que yo quiero, / yo no sé para qué, / para qué son esos plazos traicioneros” (“Plazos traicioneros”, Luis Marquetti)… Metonimias espontáneas que muchas veces tocan el diseño del poema (plazos traicioneros: imaginativa trasnominación retórica). El mexicano Luis Demetrio escribió uno de los textos más hermosos de la historia del bolero latinoamericano, envidia de cualquier bardo: “La puerta se cerró detrás de ti / y nunca más volviste a aparecer / dejaste abandonada / la ilusión / que había en mi corazón por ti. // La puerta se cerró detrás de ti / y así detrás de ti / se fue mi amor / creyendo que podría convencer / a tu alma de mi padecer”. Bolero, las palabras trasmutan la melodía y, en viaje de armoniosa configuración, las heridas del amor revisten la presencia. Tiempo para toda una vida estar contigo a sabiendas de que “no vale la pena sufrir en la vida / si todo se acaba, si todo se va” (“No vale la pena”, Orlando de la Rosa).

Boleros de Oro. 80 versiones originales (Producciones Mexicanas Discográficas, 2011. Licencia EGREM), funda que contiene cuatro placas que abrigan 80 piezas que transitan entre habanera, bolero, filin, bolero son, trova tradicional, bolero moruno, nueva trova y danzonete. Autores que resumen casi un siglo de composición musical: de María Teresa Vera a Isolina Carrillo, de Arsenio Rodríguez a René Touzet, de Candido Ruiz a Juanito Márquez, de Eliseo Grenet a Pedro Vega, de Bienvenido J. Gutiérrez a Pablo Milanés, de Marcelino Guerra a Ernesto Lecuona, de Manuel Corona a Amaury Pérez, de Luis Casa Romero a Ignacio Villa, de Ernesto Duarte a Marta Valdés, de Juan Pablo Miranda a Frank Domínguez, de Félix B. Caigne a Jorge Mazón, de Miguel Campanioni a César Portillo de la Luz, de Margarita Lecuona a Juan Arrondo, de Pedro Junco a Osvaldo Farrés, de Niño Rivera a Julio Brito… Vocalistas de recalcada trayectoria: Miguelito Cuní, Conjunto de Roberto Faz, Celeste Mendoza, Pacho Alonso, Tito Gómez, José Tejedor, Elena Burke, Pablo Milanés, Orquesta de Bebo Valdés, Abelardo Barroso y Sensación, Miriam Ramos y Pancho Amat, Celio González, Omara Portuondo, Orquesta Aragón, Dúo de María Teresa Vera y Lorenzo Hierrezuelo, Barbarito Diez, Paulina Álvarez, Esther Borjas, Dúo Cabrisas-Farah, Clara y Mario, Benny Moré, Cuarteto Cubano de Feeling…

Cuatro fonogramas sin orden cronológico ni genérico, el azar, la tonalidad recurrente, definen las conformidades tímbricas: CD uno: habanera (“Veinte Años”, Vera; “Si llego a besarte”, Casas Romero), trova tradicional (“Aurora”, Corona; “Pensamiento”, Teofilito), trova tradicional en orquestación de danzonete (“Ojos malvados”, Saladrigas), bolero son (“Lágrimas negras”, Matamoros)… CD dos: bolero (“Nosotros”, Junco), filin (“Hasta mañana vida mía”, Rosendo Ruiz Jr.), bolero son (“Convergencia”, Gutiérrez)… CD tres: bolero son (“La vida es un sueño”, Arsenio Rodríguez), bolero moruno (“Mentiras tuyas”, Mario Fernández; “Total”, Perdomo), filin (“En nosotros”, Tania Castellano)… CD cuatro: bolero (“Cómo fue”, Duarte), bolero moruno (“En el balcón aquel”, Ulloa), filin (“La gloria eres tú”, Mendez), filin/nueva trova (“Tú mi desengaño”, Milanés); “Quédate ese bolero”, Amaury Pérez)… Pistas originales grabadas entre 1950 y 1985. Muestrario que no alcanza el rigor musicológico e investigativo del box set con 4 cds 100 Canciones Cubanas del Milenio (Alma Latina, 1999. Productor Jordi Pujol) de Cristóbal Díaz Ayala. No incluir a Olga Guillot, Cuarteto de D’Aida, Vicentico Valdés, René Cabel o Antonio Machín en un sumario de boleros cubanos, error injustificable.

Sin embargo, son loables las interpretaciones de Abelardo Barroso/ “Cleptómana” (Manuel Luna) de singulares inflexiones bajo sonoridad charanguera de la Orquesta Sensación; Miriam Ramos/ “Sublime ilusión”(Adams) con las pulsaciones del tresero Pancho Amat; sublimidad de flautas y violines de Orquesta Aragón/ “Nosotros” (Junco); Esther Borjas/ “Aquella tarde”(Lecuona) con el piano locuaz de Nelson Camacho; Orlando Vallejo/ “Por eso no debes” (Margarita Lecuona) con la espléndida Orquesta de Bebo Valdés; Blanca Rosa Gil/ “Quiero hablar contigo” (Puebla) con la Orquesta de Joaquín Mendivel; Cuarteto Cubano del Feeling/ “Hasta mañana vida mía” (Rosendo Ruiz Jr.); Fernando Álvarez/ “Dos gardenias” (Carrillo) con la Orquesta EGREM bajo la dirección de Rolando Baró; Olga Rivero/ “La última noche” (Collazo) con la Orquesta de Julio Gutiérrez; la guapería vocal de Rolando La Serie/ “Mentiras tuyas” (Fernández Portal) con Orquesta de Ernesto Duarte; Pacho Alonso y sus Pachucos/ “En nosotros” (Tania Castellano); José Tejedor/ “En el balcón aquel” (Ulloa); Marta Valdés y su guitarra/ “Tú no sospechas” (Marta Valdés); Pablo Milanés y la guitarras de Martín Ramos y E durdo Ramos/ “Tú, mi desengaño” (Milanés): cruces de bolero, filin y nueva trova, una de los temas más hermosos de la canción cubana contemporánea…

Ochenta momentos en los que las cortinas se abren para que entren reminiscencias. Un vendaval sin rumbo cose las heridas y el galope del amor conversa con el halo del desvelo: el bolero suscribe la furia y el letargo. Azarosa arca musical necesaria en estos tiempos de desamores proscritos. La memoria protagoniza los armónicos en evocaciones que definen cabalgatas en las orillas de las ansias: nada mejor que quedarsecon un bolero y tararearlo en medio de la ventisca. Esta antología, original de Cuba, muestrario apremiante para tales propósitos. Todos los amantes encuentran aquí un rincón de refugio y sosiego: una o dos cucharadas de bolero en los ceñidores iniciales de la tarde no le hacen mal a nadie.


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