Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Galas de las Estrellas del XVI Festival Internacional de Ballet de Miami

Luego de casi un mes de intenso ajetreo danzario, concluyó en días pasados el evento que viste a la ciudad y sus alrededores con los vistosos trajes del mundo del ballet

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Luego de casi un mes de intenso ajetreo danzario, en el que se develaron el cartel oficial del evento y la estatuilla “Una vida por la danza”; se presentaron dos libros —uno de ellos con el homenaje a la bailarina Sonia Calero como marco—, y se ofrecieron cinco galas en cuatro teatros de Miami Dade y Broward, concluyó el XVI Festival Internacional de Miami, un evento que viste a la ciudad y sus alrededores con los vistosos trajes del mundo del ballet.

El sábado 17 de septiembre, en el Teatro Jackie Gleason del Fillmore Miami Beach, tuvo lugar la Gran Gala Clásica de las Estrellas, que comenzó con la entrega del premio anual “Una vida por la danza” a la prima ballerina brasileña Marcia Haydée, quien no pudo estar presente debido a un accidente de última hora, según explicaron los organizadores del programa.

Venus Villa y Pedro LaPetra, del English National Ballet, abrieron el desfile con el Sattanela Pas de Deux del ballet El Carnaval de Venecia, coreografía de Marius Petipa y música de Cesare Pugni, donde brillaron por su musicalidad, simpatía, excelente pantomima y brillantez en el trabajo de pies, saltos, giros y extensiones.

Les siguió el Ballet Teatro de Turín, Italia, donde seis dotados bailarines, con igual vestuario para hombres y mujeres, bailaron un inusual, sorprendente y transgresor pas de six llamado Corpicrudi, con la música del Adagio de la rosa (Chaikosvki) del ballet La bella durmiente del bosque como banda sonora, donde la frescura y la sensualidad casi andrógina de los bailarines fue un regalo para la vista y para los sentidos.

A continuación, Michelle Saramago, del Mineiro Group Ballet de Brasil, y Alexandre Hammoudi, del American Ballet Theater, “ejecutaron” —sobre todo ella— la coreografía del Grand Pass Classique, con coreografía de Víctor Gsovski y música de Daniel Auber; donde Alexandre bailó mucho mejor que su compañera, la cual evidenció un penoso desbalance técnico con su partenaire.

Afortunadamente, el fabuloso bailarín español Sergio Bernal, del Ballet Teatro Rafael Aguilar, acudió enseguida para interpretar El último caballero, una coreografía de Antonio Pérez y música de Follia Espagnola; muy requete “majo” —dueño absoluto de sus castañuelas— y con gran bravura técnica además.

Jan M. Burkhardt y Richard Krusch sacaron bastante bien la cara por el Carolina Ballet, con su grato escarceo como pareja al bailar un fresco y agradable Chaikovski Pas de Deux, coreografía de George Balanchine, donde lograron una agarrada exquisita al final del adagio, aunque en las variaciones ella cometió algunas imprecisiones, sobre todo al final de los fouettés.

La primera parte concluyó con ese recurrente caballo de batalla de los bailarines en los festivales de ballet que es el pas de deux del Cisne negro de El lago de los cisnes, coreografía de Marius Petipa y música de Chaikovski. Natalia Berrios y José Manuel Tejada, del Ballet de Santiago de Chile, se atrevieron a bailar toda la música de ese difícil dueto, como si no hubiera ya una muy atinada versión editada del mismo y una impactante revisión de la coreografía hecha por Alicia Alonso. José brilló en sus variaciones pero Natalia debe pulir aún más su interpretación, tanto en estilo y actuación como técnicamente.

La segunda parte del programa se inició con Balada mexicana, a cargo de Valeria Alavez y Jorge Vega, bailarines de la Compañía Taller Coreográfico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con coreografía de Gloria Contreras, directora de la compañía, y música de Manuel M. Ponce. Ambos bailaron el uno para el otro, como siempre debería ser, y ofrecieron una intensa y lograda interpretación.

El moldavo Dinu Tamazlacaru, del Staatsballett de Berlín, subió aún más la parada de la pirotecnia técnica masculina —que ya había puesto en alto el español Bernal en la primera parte—; Dinu, casi mimo a ratos, con sus saltos espectaculares, acrobáticos, interpretó un solo llamado El burgués, coreografía de Ben Van Cauwenbergh y música cantada por Jacques Brel, con el que dejó muy caliente el escenario.

Continuando la feliz incursión de bailarines de Europa del Este en el festival, Eniko Somorjai y Mate Bako, del Ballet Nacional de Hungría, se apropiaron de la coreografía de Krzysztof Pastor para bordar la música de Kurt Weill en Wie Lange Noch? (donde se le debió dar crédito a la excelente soprano que la cantó).

Talismán, coreografía de Marius Petipa y música de Ricardo Drigo, fue la pieza escogida por los brasileños Marcia Jaqueline Araujo y Filipe Moreira de Sousa, del Ballet del Teatro Municipal de Río de Janeiro, para mostrar ante los espectadores miamenses su buen trabajo como pareja. Ambos sobresalieron también en sus variaciones —fouettés con pirouettes intercalados en la de ella—, aunque al final a Filipe le faltó velocidad cuando se la llevó cargada del escenario.

Romeo y Julieta, quizás la historia de amor más famosa de la literatura, fue el pretexto para que dos grandes luminarias cubanas se volvieran a encontrar en el escenario. Alihaydée Carreño, del Ballet Clásico Dominicano, y Rolando Sarabia, del Cuban Classical Ballet of Miami, dejaron de ser ellos mismos para encarnar de modo magistral a los dos enamorados de Verona, con un derroche de emociones tan exquisito en sus movimientos y una intensidad tal, que no parecían estar actuando mientras bailaban este adagio de tan gran belleza plástica, coreografía de Kenneth MacMillan y música de Serguéi Prokófiev. Uno hubiera querido que no se terminara, para poder seguir disfrutando de ese juego sensual, erótico —¿por qué no?—; de esa fascinación mutua, esa espiral danzaria, donde el regodeo con el otro, con el cuerpo del otro, mediante el contacto y la intensidad de las miradas, es un canto a la alegría del amor; eso es bailar, bailar con gusto, como si en ello les fuera la vida, como se amaron Romeo y Julieta gracias al genio de William Shakespeare.

Para concluir la feliz velada, Ariane Lafita, del Ballet Clásico de Regio Emilia, y Vitorio Gallero, del Ballet de Víctor Ullate, se unieron para interpretar el pas de deux del ballet Le Corsaire, coreografía de Petipa y música de Ricardo Drigo. Tras un buen trabajo como pareja en el adagio, Vitorio se superó a sí mismo en la coda —con respecto a su variación—, con saltos audaces “de hélice” en el aire, mientras que Ariane brilló en sus fouettés y piqués, aunque en los primeros no debió haberse desplazado del lugar.

Al día siguiente, domingo 18 de septiembre del 2011, la Gala de Clausura de las Estrellas del Festival se inició con la entrega del premio “Crítica y cultura del ballet” a Alfio Agostini, director de la revista Ballet 2000, y un reconocimiento honorario a la bailarina y coreógrafa mexicana Gloria Contreras, quienes con sentidas palabras agradecieron los galardones recibidos.

Gloria, quien fue un poco más extensa en sus palabras de aceptación de su premio, expresó que “gracias a Nueva York existo como artista”, aunque recordó también que “no era bien visto (en los Estados Unidos) que una bailarina tuviera familia, por lo que me tuve que ir a México, donde la UNAM estaba completamente abierta a la danza. Me dieron dos teatros, y no se cobra, hasta los presos vienen y se sientan con nosotros; no importa si son ricos o pobres, sino que puedan sentir con su corazón a Mozart y a Bach. A todos los invito a venir”.

Tintoretto, coreografiado por Gabrielle Rossi y con música de Benjamín Britten y Vincenzo Core, fue el ballet escogido por la Compañía de Danza de Gabrielle Rossi (Italia) para ratificar sus cartas credenciales en esta Gala de Clausura. Tres hombres descalzos, dos con faldas, una corta y la otra larga; dos mujeres vestidas como soldados con armaduras, y un cuarto hombre, con mallot verde y corona de flores en la cabeza, con excelente técnica e interpretación, recrearon la atmósfera renacentista que revolucionó el genial pintor veneciano.

Emociones, coreografía de Jaime Pinto y música de Astor Piazolla, le siguió para traer el tango a la escena, donde Natalia Barrios y José Manuel Tejada se movieron a sus anchas para convencer con su interpretación, libres ya del “encantamiento lacustre” de la noche anterior.

Michelle Saramago, del Mineiro Group Ballet de Brasil, y Alexandre Hammoudi, del American Ballet Theater, mejoraron bastante su entrega precedente, ahora con sus caracterizaciones del Grand Pas de Deux del ballet La Esmeralda, versión de Agripina Vagánova sobre la coreografía original de Petipa, y música de Pugni y de Drigo. Alexandre estuvo exacto y preciso en todos sus pasos —con gran salto incluido en la coda—, y Michelle estuvo mucho más decorosa, aunque debe repasar más la coreografía y ser un poco más expresiva y musical con la pandereta.

De nuevo a Sergio Bernal, del Ballet Teatro Rafael Aguilar (España), le tocó acudir a refrescar la escena como en la noche anterior. Con capa roja y pantalón de luces —todo un torero de la danza—, nos regaló una Farruca del molinero donde bordó la coreografía de Antonia Ruiz Soler para esa música preciosa que Manuel de Falla compuso para El sombrero de tres picos.

A seguidas, Marcia Jaqueline Araujo y Filipe Moreira, del Ballet del Teatro Municipal de Río de Janeiro, nos transportaron desde España hasta la Floresta amazónica, tema del ballet de Dalal Achcar con música de Héctor Villalobos (cantada por otra soprano incógnita), que bailaron con sentimiento y pasión.

Cerraron la primera parte de la Gala de Clausura Jan M. Burkhardt y Richard Krusch, del Carolina Ballet, con su fresca y convincente apropiación del estilo Bournonville, en el pas de deux del Festival de las flores, con música de Edvar Helsted.

En la segunda parte, Huapango, la emblemática partitura de José Pablo Moncayo —que es parte indiscutible de la banda sonora de la nación mexicana—, coreografiada de modo magistral por Gloria Contreras, tuvo en Valeria Alavez, Carla Robledo, Ana Roca y Jorge Vega a unos intérpretes de lujo, donde el bailarín cubano, en su debut miamense, se mostró completamente en forma.

De regreso a Europa del Este, la pareja húngara repitió su acierto de la noche anterior, Wie Lange Noch?, mientras que el moldavo Dinu volvió a calentar el escenario con sus alardes acrobáticos —lo más impresionante de la noche— en otro solo espectacular.

Ariane Lafita, del Ballet Clásico de Reggio Emilia (Italia), y Vitorio Gallero, del Ballet Víctor Ullate de la Comunidad de Madrid, escogieron la coreografía del soviético Vasily Vainonen para el ballet La llama de París, para traernos uno de sus pas de deux “revolucionarios”, con música de Boris Asafiev, donde brillaron tanto en el adagio como en las variaciones y en la coda, aunque ella perdió la punta al final de sus fouettés.

Venus Villa y Pedro LaPetra, del English National Ballet, tuvieron a su cargo el cierre de la gala, con el Pas d’ Esclave del ballet Le Corsaire (El corsario), coreografía de Petipa y música de Riccardo Drigo, con una impecable demostración de técnica, estilo e interpretación.


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