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Literatura, Literatura cubana, Poesía

“Golpe en la sombra”, de Alejandro Fonseca

No hay un solo texto en este libro en que el poeta cuente, o solo cuente, sin hacer saber su conclusión

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Con la muerte súbita y a destiempo de Alejandro Fonseca (Holguín, Cuba, 1954 - Miami, 2015), se pierde una de las voces más originales de la poesía cubana actual; al menos, tomando en cuenta la poesía escrita por cubanos por mí leída, que no es poca.

Como otros poetas de la Isla surgidos en la década de 1980 —eso de las generaciones es un timo— la poesía de Alejandro Fonseca (AF) resulta en alguna medida, voluntariamente o no, contestataria de la etapa inmediatamente anterior, en la cual sobresalía el coloquialismo, a veces emparentando con la llamada poseía exteriorista; en ocasiones posesa por los cantos a la revolución castrista, en no pocos casos, patriota o patriotera.

Los poetas de la década de 1980, por lo general, desestimaban el coloquialismo y algunos dieron a la luz excelentes poemarios que otros calificarían de poesía “intimista”. No era justamente así; varios de los “intimistas” solo hicieron “intimizar” la realidad del entorno, más que exponer sus razones “intimas”.

De cualquier manera, aquellos poetas, en uno u otro sentido, fueron ascendiendo mediante una obra poderosa, hoy reconocida en un sitio y otro, tanto de la Isla como allende los mares.

Poco después de que, en abril de 2010, en Miami, Alejandro Fonseca me obsequiara su libro Ínsula del cosmos, con una generosa dedicatoria, comprobé la originalidad dicha al principio de estas líneas. Sus poemas, de relativa raíz vallejiana, asumían en parte aquellos “golpes en la vida, tan fuertes...”, pero, valga la reiteración, de un modo singular: la interrogante acerca de la existencia humana, iría más hacia el porqué cercano, circundante, que hacia la razón ontológica; todo por medio de una poesía en que la metáfora, compleja en ocasiones, nos enviaba la reflexión, o más aún: nos inducía a interactuar con ella.

Cito al respecto:

“Con qué arma pudiera abolir el rostro
que en los espejos domésticos
aprendió a simular tanto miedo”.

Del poema “Una pésima metáfora”.

“Aunque perdida la vastedad de mis cuatro paredes
aún puedo inclinarme sobre los muros:
por ahí andan los monstruos de la infancia
ahí estás las sabanas de tristísimo perfil”

Del poema “Sobre los muros”.

Creo que este par de fragmentos de Ínsulas del cosmos sirven para testimoniar algunos de los atributos de la poesía de AF que citaba antes.

Pero quisiera sumar un rasgo que he advertido en muchos de sus poemas: el título; ahí, no pocas veces, encontramos el mensaje cifrado del poema. O quizás hallamos el tropo madre de lo que encontraremos en el cuerpo del texto.

Creo que no es irrelevante este detalle porque poetas de alta talla, de antes y de hoy, nos han hecho llegar el “dictamen” de que el poema no necesita de título. Es decir, lo de siempre: autores que dan por hecho que el único credo artístico que vale es de ellos.

En el libro que hoy nos ocupa, Golpe en la sombra (Eriginal Books, 70 páginas), felizmente, hallamos lo dicho en líneas anteriores, y más. Poeta en ascenso.

Los temas y asuntos fundamentales que AF aborda en este poemario son el tedio, la pérdida del rumbo, el abandono, la nostalgia de lo ido, los dolores sufridos injustamente, el escepticismo a veces, el qué vendrá luego de ahora, pero todo, siempre, auscultando, interrogando, respondiendo; tal si, como suele decirse en la Isla “la procesión va por dentro”. He ahí otro aspecto que realza a un poemario que, dicho sea de paso, mantiene un ritmo, una cadencia —asordinada, diríamos— que al menos para mí resultó otro de los elementos torales para no abandonar la lectura. Para esta consecución, quizás, contribuye el hecho de que el poeta suprime los artículos que en verdad no resultan imprescindibles. Así, además del intelecto, goza también el oído.

A lo largo de Golpe en la sombra no encontré un solo texto en que el poeta cuente, o solo cuente, sin hacer saber su conclusión. Será por eso que en este libro, como en el que antes citaba del mismo autor, hallamos una abundancia de versos que se constituyen en apartes sin dejar de ser una pieza del todo. Es decir, la poesía de AF resulta sentenciosa, en ocasiones mediante ciertas metáforas, otras por medio de una frase en limpio como un disparo que nos para del asiento.

Cito de Golpe en la sombra:

“La acrobacia del refugiado
que canta equívoca furia
apetece víctimas, hendiduras
donde acomodar sus miserias”. (Pág. 10)

“Cómo arrepentirnos de la sospecha, del abismo
de un cuerpo tropical perdido en la nieve”. (Pág. 15)

“Toda ciudad en su piel esconde una pistola”. (Pág. 20)

“Al bardo que persiste no hay que despedirlo”. (Pág. 29)

“La misantropía será la ciencia del futuro”. (Pág. 35)

“Cualquier hueco del mundo pudiera ser el infierno”. (Pág. 43)

“La riqueza de seguro llegará
pero tarde a la carne del espíritu”. (Pág. 63)

Tanto en los ejemplos que inmediatamente preceden, como en los otros citados en estas líneas, notamos la polisemia de estos versos, este libro; algo que en no pocas ocasiones nos deriva a leer con todos los sentidos; o sea, que nos transmite un estado de ánimo más allá de la palabra.

Quisiera terminar esta nota con este fragmento del poema que da título al libro, “Golpe de sombra”:

“Por qué la extrañeza, el espía
que recorre el esplendor ajeno.
Hay música, gatos que huyen:
miseria en los sarcófagos abiertos.
La piel, los bolsillos, los aplausos
es palpable la amenaza que te lleva
y te despierta en habitaciones
que apenas tienen dueño”.


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