Hacer la cultura más accesible
La Biblioteca Nacional José Martí ha digitalizado la colección completa de su revista y ha preparado además una multimedia que recoge una parte considerable de los documentos de José Lezama Lima que allí se atesoran
En alguna ocasión, me he referido al hecho de que en Cuba no se hayan proporcionado más recursos para microfilmar o digitalizar las principales publicaciones periódicas. Es algo que desde hace ya unos cuantos años hacen en las bibliotecas de muchos países, pues, además de que facilita la consulta, contribuye a que esos materiales se conserven. En el caso de la Isla, el paso del tiempo hace que, a estas alturas, sea algo imposible de realizar, debido al avanzado estado de deterioro en que muchos cuantos diarios y revistas se encuentran.
De todos modos, se han hecho algunos esfuerzos y desde este diario he comentado oportunamente algunos de ellos. Así hice con las multimedias, que es el término que se emplea en la Isla, dedicadas a Orígenes, Virgilio Piñera y la Revista de Avance (existe también una que recopila el suplemento cultural Lunes de Revolución). Esta semana me ocuparé de reseñar la salida de un trabajo similar centrado en la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí. Consta de cuatro discos, en los cuales están recopilados en formato pdf todos los números de esa revista, aparecidos entre 1909 y 2018. Se incluyen asimismo índices temáticos y onomásticos, herramienta indispensable para sacarle todo el provecho a tan loable trabajo. Aparte de la edición de los discos, su contenido se puede consultar en internet en esta página: http://revistas.bnjm.cu/index.php/revista-bncjm.
La revista empezó a circular en enero de 1909, bajo la dirección de Domingo Figarola-Caneda, a su vez director de la Biblioteca. Inicialmente se llamaba Revista de la Biblioteca Nacional, y en su proemio inicial se expresaba que no debe ni habrá de ser “más que una publicación consagrada principalmente a la institución que representa, y luego, por consecuencia indispensable a la vez que por deber profesional, a contribuir, tanto como sea posible, a la vulgarización de las diversas ramas constituyentes de la ciencia del libro y de la biblioteca”.
En esa primera etapa (1909-1913), aunque no respondió del todo al objetivo anunciado, sí representó el primer esfuerzo serio de publicación bibliográfica periódica, que, por otra parte, comenzó la transcripción y documentación del tesoro documental de la Biblioteca. Fue una revista erudita que publicó epistolarios inéditos, bibliografías de escritores cubanos, necrologías, listados periódicos de las adquisiciones. Como dato curioso, conviene anotar que todos los textos eran redactados por Figarola-Caneda, a excepción de una colaboración de Carlos Velazco y tres notas de Juan M. Dihigo.
Tras un prolongado período sin salir, la revista inició una segunda época (1949-1958), esta vez bajo la dirección de Lilia Castro de Morales y con Manuel Moreno Fraginals como jefe de redacción. Como propósitos, en la segunda entrega se anunció que iba a tener “tres aspectos diversos en apariencia pero internamente unidos a la raíz: la revisión de obras que para la época de su edición ya tengan carácter histórico; la crítica de libros recientes y por último, artículos de fondo que den a conocer aspectos ignorados de nuestra cultura, así como la publicación de documentos y obras inéditas o reedición de los que por su rareza lo merezcan”.
Hubo tres secciones fijas: Vigencia del ayer, destinada a “señalar y seleccionar aportes importantes para nuestro hoy”; Temas e indagaciones, que mostraba “las inquietudes creadoras e investigativas, en sus mejores frutos”; y Vida de los libros, cuyo fin era “un vivo y activo panorama de lo que se publica en nuestra patria y de cuanto se publica afuera, que interesa a la cultura cubana”. Se prepararon números especiales sobre Figarola-Caneda, Luis Rodríguez Embil, la inauguración del nuevo edificio de la institución y el centenario del natalicio de José Martí. Asimismo, en los 35 números editados en esta etapa aparecieron colaboraciones firmadas, entre otros, por Emilio Ballagas, José Antonio Fernández de Castro, Hortensia Rodríguez Acosta, José María Chacón y Calvo, Emeterio S. Santovenia, Antonio Martínez Bello, Salvador Bueno, Francisco de Paula Coronado, Ofelia Rodríguez Acosta, Emilio Roig de Leuchsenring, Julio Le Riverand, Alberto Baeza Flores, Enrique Gay Calbó, Juan J. Remos, Guy Pérez Cisneros, Víctor Agostini y Jorge Mañach. La revista no se vendía, sino que se enviaba gratuitamente a las instituciones que la solicitaban.
En 1959, salió el número correspondiente al año anterior. La nueva dirección lo encontró ya listo y consideró un deber imprimirlo y repartirlo “en atención a los intelectuales que han contribuido a él con interesantes trabajos”. Fue el cierre de la segunda etapa y el comienzo de la tercera, que se extiende hasta 1993. En esta, “sin descuidar las labores de investigación que le son propias”, la Biblioteca se propone “vincularse al movimiento renovador que anima nuestro país, desde el primero de enero del Año de la Liberación”. Fiel a eso, la dirección declaró como aspiración que en cada número de la revista “se conjuguen trabajos de investigación y otros que reflejen las proyecciones de nuestros valores más jóvenes, a fin de que esta publicación sea un reflejo verdadero de las inquietudes intelectuales del país”.
Al igual que la de la Biblioteca, la dirección de la revista pasó a ser ocupada por María Teresa Freyre de Andrade, aunque su crédito solo apareció en un número. La jefatura de redacción fue encomendada a Graziella Pogolotti y se incorporó un consejo que además lo integraban Amalia Rodríguez, Aleida Plasencia, Juan Pérez de la Riva, Argeliers León, Mario Parajón, Eliseo Diego y Cintio Vitier (en los años siguientes hubo cambios en los integrantes). Asimismo, el título fue ampliado y pasó a llamarse Revista de la Biblioteca Nacional José Martí. En los años siguientes, sus directores fueron Cintio Vitier (1959-1960, aunque su nombre no aparece), Reneé Méndez Capote (1961-1963), Juan de la Riva (1964 hasta la primera entrega de 1977), Julio Le Riverand (1977-1993).
Cinco años sin salir
A partir de 1964, la revista logró sacar regularmente tres números al año (en 1966 se publicaron cuatro). Cambió la cubierta, que pasó a estar ilustrada con grabados antiguos. Se prepararon ediciones especiales dedicadas a Juan Marinello, Ernesto Guevara y los 80 años de la Biblioteca, así como bloques de homenaje a Regino Pedroso y Nicolás Guillén. Un número estupendo fue el de 1988 en donde se dio a conocer parte de los documentos de José Lezama Lima atesorados en la Colección Cubana. También se reprodujeron las conferencias magistrales leídas por Félix Pita Rodríguez, Ángel Augier, Nicolás Guillén, José Cid y Roberto Fernández Retamar, en el ciclo Vida y Obra de Poetas Cubanos organizado por la Biblioteca. Y en las páginas de la revista aparecieron textos de escritores y especialistas como Salvador Arias, Jorge Ibarra, Fina García Marruz, José Rodríguez Feo, Hortensia Pichardo, Roberto Friol, Carolina Poncet, Zoila Lapique Becali, Octavio Smith, Tomás Fernández Robaina, Vicentina Antuña, Ambrosio Fornet, Roberto Segre, Ricardo Repilado, Nara Araújo, Josefina y Araceli García Carranza.
Tras cinco años sin salir, en 1999 la revista comenzó a circular de nuevo. Comenzó así su cuarta época, que se extiende hasta nuestros días. En la misma sus directores han sido Eliades Acosta Matos (1999-2007) y Eduardo Torres-Cuevas (2007-2019). Los números iniciales correspondieron al Período Especial, y en el primer editorial Acosta Matos reconoció que en medio de las dificultades por las cuales atravesaba la Isla, “mantener la publicación de una revista académica alejada del glamour de los cromos y las modas es un reto para pioneros y fundadores que exige la tenacidad de los visionarios y la fe de los cruzados”. Animados por ese espíritu, sus editores lograron sacarla regularmente, aunque tuvieron que reducir los números a dos y, en ocasiones, a uno al año.
Araceli García Carranza fue designada jefa de redacción, cargo que hasta hoy desempeña. Continuó el consejo editor, que pasó a estar integrado por nuevos nombres, varios de ellos investigadores y especialistas de la Biblioteca. El diseño también cambió de manera notoria. En cuanto al contenido, es pertinente apuntar que se distribuyó en las secciones Aniversarios, Meditaciones, Crónicas, Documentos raros y Libros. Durante la etapa de Torres-Cuevas, estas fueron reestructuradas, se incrementaron y se les dieron otros nombres. En estos veinte años se han publicado números especiales dedicados a Alejo Carpentier, Raúl Roa, Cintio Vitier, el centenario de la Biblioteca y el cincuentenario del asalto al Cuartel Moncada. Asimismo, han aparecido bloques con trabajos con motivo de aniversarios señalados de Carlos Enríquez, Lezama Lima, Eduardo Chibás, Dulce María Loynaz, José Antonio Ramos, Wifredo Lam, Enrique Labrador Ruiz, Carlos Manuel de Céspedes, María Villar Buceta y Bonifacio Byrne, Salvador Cisneros Betancourt, para citar solo unos pocos.
Las dos entregas correspondientes a 2018 fueron dedicadas a los 150 años del inicio de las Guerras de Independencia. La primera agrupa trabajos sobre temas, figuras y publicaciones correspondientes a ese período. Los firman, entre otros, Torres-Cuevas, Roberto Méndez, Alexander Ruiz Beltrán, Jorge Luis Montesinos Grandías, Rafael Acosta de Arriba, Damiana N. Ruiz Figueredo y Ana Cairo Ballester. El segundo número se abre con un bloque titulado “La Guerra de los Diez Años en los fondos de la Colección Cubana”. Lo completan una bibliografía preparada por Araceli García Carranza, que continúa la hecha por la doctora Aleida Plasencia Mora, que llegaba hasta 1968; y un trabajo de Emilio Cueto acerca de cómo las publicaciones extranjeras reflejaron aquel conflicto bélico. La nómina de colaboradores en estas dos décadas es muy extensa, y en lugar de mencionar algunos quiero resaltar el notable número de firmas femeninas que aparecen, muy superior al de las etapas anteriores.
El poder contar con la colección de la revista en formato digital representa una aportación de inestimable valor. Tras más de un siglo de existencia, se ha convertido en una fuente de referencia de consulta obligada por estudiosos y especialistas. En sus páginas ha acogido una información amplia y variada, plasmada en bibliografías, rescate de textos y documentos pertenecientes al tesoro documental de la Biblioteca y trabajos de investigación que arrojan luz y enriquecen el conocimiento de nuestra memoria histórica y cultural. Ha llenado el vacío que existía en la literatura bibliográfica cubana, para provecho de los investigadores.
862 imágenes de documentos
Aparte de la digitalización de la revista, la Biblioteca Nacional ha preparado la multimedia Todo Lezama Lima, que se anuncia como el primero de dos volúmenes. Se trata de un trabajo que recoge una parte considerable de los materiales del autor de Paradiso que se conservan en la Colección Cubana de esa institución, y con el mismo se inicia la Colección Raros y Valiosos. Este primer disco reúne 862 imágenes en formato pdf, y cuyo contenido paso a describir sucintamente.
Los documentos están distribuidos en varias carpetas: Documentos, Fotografías, Publicaciones y una adicional, que recoge los dos números de la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí (marzo-agosto 1988 y julio-diciembre 2000) donde se dio a conocer una muestra de los manuscritos del escritor. En la primera de esas carpetas se puede acceder a numerosos originales, fechados entre 1938 y 1972 y clasificados en Personales, Laborales, Miscelánea y relativos a su etapa de estudiante en la Universidad de La Habana. Para dar una idea de ese abundante contenido, se pueden ver la partida de nacimiento, un recuerdo de cuando hizo la comunión, certificado del examen de ingreso en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana en el curso 1922-1923, su inscripción en el Cuadro de Honor del Colegio San Francisco de Paula por “su constante aplicación y excelente comportamiento”.
Entre los referidos a sus estudios universitarios, se hallan la constancia de la formalización de la matrícula y los pagos correspondientes a ella, así como las certificaciones de notas correspondientes a Expresión Composición Español (sobresaliente), Traducción Jurídica del Francés (notable) y Geografía e Historia de Cuba (aprovechado). Y de su actividad laboral, están su nombramiento de auxiliar de administración de primera clase con sueldo anual de $492.1 (1932) y su renuncia al cargo en la Prisión de La Habana (1951). El bloque de publicaciones lo integran las colecciones de las revistas Verbum, Espuela de Plata, Clavileño, Nadie Parecía y Orígenes (de esta última se incluyen los números 35 y 36 en su doble edición, la de Lezama Lima y la de José Rodríguez Feo).
De particular interés es el Libro de Amigos, un álbum en el cual, a partir de 1965, Lezama Lima hizo que amigos y visitantes dejasen estampado algún testimonio. La mayor parte son escritores, aunque no faltan músicos y artistas pintores. Entre estos últimos, hubo alguno que, como resulta evidente, fue provisto de pincel y de colores. Los demás se limitaron a trazar dibujos hechos con bolígrafo. Además de las páginas del álbum, en la multimedia se incluye una lista con los nombres de todos los que colaboraron. En la misma figuran Alfredo Lozano, Gabriel García Márquez, Juan Blanco, Sergio Vitier, Belkis Cuza Malé, Reynaldo González, Umberto Peña, Ugné Karvelisse, César López, Antón Arrufat, José Agustín Goytisolo, Onelio Jorge Cardoso, Alfredo Lozano, José Ángel Valente, Mario Parajón, Mauricio Wacquez, Lorenzo García Vega, Alba de Céspedes, Armando Álvarez Bravo, Manuel Pereira, Loló de la Torriente, Nicolás Guillén, Leonardo Acosta, Samuel Feijóo, Antonio Saura, Ernesto Cardenal, Antonia Eiriz, Roberto Fernández Retamar, Fina García Marruz, Jorge Camacho, Claribel Alegría, Francisco Urondo. El propio Lezama Lima contribuyó con algunos de sus poemas, así como con una “Carta a Cleva Solís”.
Poemas y dibujos para expresarle admiración
Varios escritores aprovecharon la ocasión para expresar al escritor su respeto y su admiración. Eso lo ilustran los textos que reproduzco:
“Al gran Lezama Lima, con mi admiración por su espléndido Paradiso y la alegría de este encuentro en La Habana Vieja, junto a su familia y sus cosas. Jorge Edwards, 18 febrero 1968”.
“Querido Lezama, conocía anteriormente su poesía y su formidable Paradiso; pero ahora que he tenido la maravillosa gloria de conocer su persona empezaré a leer de nuevo toda su obra con la seguridad de tropezar de nuevo con un mundo más mágico y genial todavía. Su obra y su persona son verdaderos estímulos que me ayudan a seguir viviendo y a buscar la ilusoria eternidad. Saludos, Reinaldo Arenas 1967”.
Otros eran amigos suyos, unos desde que él era joven y otros pertenecían a generaciones posteriores a la suya. más recientes.
“Mi querido Lezama:
“Nos encontramos, hace ya más de treinta años, en la Universidad de La Habana, integrando un inquieto grupo estudiantil en el que figuramos no pocas figuras protagónicas —y antagónicas— de nuestro proceso histórico contemporáneo. La Revolución aventó la paja y asentó el grano y, de nuevo estamos, tú y yo, trabajando juntos, en la misma institución —esta vez el Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias— por Cuba, haciendo cada uno su faena específica, con un ideal intacto, indeclinable, contribuyendo los dos, mano a mano, a la gran tarea colectiva de edificar una Patria más justa, más bella y más feliz.
“Con el afecto de José Antonio Portuondo, agosto 11 1965”.
“Lezama: sus viejos amigos, los que siempre le admiramos, nos mantendremos siempre en nuestras filas. Ud. es un verdadero maestro de poesía, de poetas, a quien todos debemos muchas cosas, mucho misterio y humildad. Un abrazo de su amigo Fayad Jamís. La Habana enero de 1966”.
Unos cuantos autores prefirieron dejar un poema, algunos incluso más de uno. Eso hizo Virgilio Piñera, de quien hay tres. José Triana era visita habitual de Lezama Lima durante la etapa de marginación de ambos. De él copio su “Soneto para María Luisa”:
María Luisa sirve aprisa
aunque el viento paraliza.
Vuelca lámparas, ceniza;
de la gran sacerdotisa
la porcelana de China
y el delfín que me abomina
María Luisa amor empina
en airosas culebrinas
y lo reparte y atiza
como el fuego en la repisa.
María Luisa suave inclina
el pastel, la golosina;
y luego se volatiza
en el té de la sonrisa.
8 septiembre 1971”.
Roberto Friol también plasmó su testimonio en versos. “A Lezama” es el título del poema suyo que se puede leer en el Libro de Amigos:
“Tu Nombre como una piedra,
para el último soñar;
si nueva escala no hay,
hay esta esperanza recia
de que el agua ha de manar
(¡Y al fin nos despertará!).
Para garantizar que la calidad de las imágenes fuese la mejor posible, los documentos se enmarcaron, se recortaron los bordes, se ajustaron los niveles de luminosidad y contraste. Y en algunos casos en que fue necesario, se corrigió el color afectado por el tiempo y el clima. Asimismo, en las revistas se realizó una limpieza de manchas para conseguir la mayor legibilidad. Se trata, en suma, de un trabajo hecho con esmero, amor y profesionalismo, que merece nuestros elogios y nuestro reconocimiento.
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