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Historia de un amor disfuncional

Con The Havana Habit, Gustavo Pérez Firmat ha escrito un libro tan documentado como entretenido sobre los modos como Cuba ha penetrado en la imaginación de los norteamericanos

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“Few nations anywhere have enjoyed —and endured— as close a relationship with the United States. For more than two centuries, the two countries have been linked by what William McKinley termed «ties of singular intimacy», a close but contentious relationship that has produced rapprochements, disappointments, misunderstandings, embargos, embarques, and, every once in a while, a military occupation. If Cubans have always regarded los americanos with a mixture of fascination, fear, lust, disdain, and envy, Americans, for their part, have looked Cubans with mixed feelings of their own. Ever since John Quincy Adams compared the island to an apple ready to drop into the lap of the United States, Cuba has been the object, and sometimes the target, of American desires. For Americans, Cuba has been both mirror and mirage: a magnified reflection of domestic anxieties as well as a beckoning oasis of otherness (…) The Cuba of these pages is a locale that Cubans and Americans have imagined together, at times in agreement with and at times in defiance of the two countries’ changeable political relations. There is something —calls it bilongo— that draws Cuba and the United States together, as if the two countries and cultures complemented, perhaps completed, each other”.

La cita pertenece a la introducción de The Havana Habit (Yale University Press, New Haven-Londres, 2010, 246 páginas), el libro más reciente del cubanoamericano Gustavo Pérez Firmat. Me ha parecido conveniente reproducirla porque resume de modo preciso y claro el tema que en el mismo se estudia y se documenta. El análisis está desarrollado en ocho capítulos, un epílogo y la introducción, que aquí logra cumplidamente el propósito de proporcionar los elementos imprescindibles para preparar al lector sobre el asunto que se va a tratar.

Pérez Firmat dedica siete de los capítulos al período que va de los años 20 a los años 80 del siglo pasado. No obstante, en el primero, titulado “America´s Smartest City” se remonta un poco más atrás para referirse a algunos antecedentes necesarios para la comprensión. Recuerda que a mediados del siglo XIX cada año varios centenares de norteamericanos visitaban La Habana. Asimismo hace notar el hecho significativo de que entre 1850 y 1899 en Estados Unidos fueron publicados más de 70 libros de viaje sobre Cuba. Algunos de los autores plasmaron en ellos su admiración por el encanto de La Habana, así como su buena opinión sobre los habitantes. Y apunta que, continuando la idea de Cristóbal Colón, a partir de esos años y durante varias décadas Cuba insistentemente fue relacionada, unas veces en serio y otras en broma, con el bíblico Jardín del Edén.

Otros de aquellos viajeros, en cambio, no dejaron una imagen tan favorable. El mal sistema de drenaje que entonces poseía nuestra capital era la causa de que las aguas de la bahía fueran sucias y pestilentes. El mal olor era, pues, permanente en la ciudad, que además era insalubre debido al dengue, la fiebre amarilla y otras enfermedades tropicales. En algunos de los libros se habla también de unas hormigas tan grandes, que mataban a las aves de corral cuando las picaban en el pescuezo. Esta plaga de temibles hormigas fue el origen de uno de los apelativos dados a La Habana: Queen of the Ant-hills, en lugar de Queen of the Antilles. Y, en fin, otros autores se quejan de que los cubanos son insolentes, escandalosos y, sobre todo, haraganes. Pérez Firmat concluye que para aquellos viajeros norteamericanos, la Isla era una contradicción, a la vez atractiva y repulsiva, pestilente y paradisíaca.

Souvenir fotográfico del Sloppy Joe's (1938)Foto

Souvenir fotográfico del Sloppy Joe's (1938).

Pérez Firmat también dedica espacio a las pretensiones anexionistas que tuvieron gobernantes como Thomas Jefferson y John Quincy Adams. Otros, como Ulysses Grant y William McKinley, propusieron lograr la incorporación de Cuba a través de la compra. Al igual que ellos, muchos norteamericanos de la época creían que la adquisición de la isla vecina era la consecuencia natural del destino manifiesto de Estados Unidos. Con la agudeza que lo distingue, el autor de The Havana Habit destaca como una de las ironías de nuestra historia el hecho de que Narciso López, el hombre que murió luchando por la anexión a Estados Unidos, ayudó a diseñar la bandera cubana. Y señala que no es accidental su parecido con la de Texas. En fin, no voy a detallar todos los aspectos de los cuales Pérez Firmat se ocupa en ese primer capítulo.

Dos de los que luego vienen, “A Little Rumba Numba” y “Mad for Mambo”, se centran en los ritmos cubanos que fueron llegando en oleadas a Estados Unidos: la rumba, el mambo, el chachachá. Pérez Firmat afirma que la popularidad de esos ritmos comenzó con el boom turístico norteamericano de los años 20. En la acuciosa investigación y la atenta lectura que hizo para escribir su libro, encontró un artículo aparecido en la revista Time en febrero de 1931 y titulado “Cuban Invasion”. Allí se saluda la llegada de una canción acerca de un vendedor callejero que ofrece maní a las aburridas amas de casa (the sexual innuendo was probable lost in translation, comenta). “El manisero” marcó el inicio del gran impacto que la música cubana logró entre los norteamericanos, y que entre otros efectos tuvo la proliferación de bandas de rumba dirigidas por norteamericanos que se presentaban como cubanos. De ello son ejemplos Alvino Rey (Alvin McBurney) y Alfredo Mendez (Alfred Mendelsohn).

La epidemia de la mambomanía

Acerca del mambo, Pérez Firmat escribe: “Of all the Latin dances that, at one time or another, have migrated to the United States —the tango, the rumba, the conga, the samba, the cha-cha-cha, the merengue— none did so more boisterously than the mambo. The rumba may have been a rage, but the mambo was madness —mambomanía, the condition afflicting the thousands of Americans carried away by «that crazy out-of-this-world impossible-to-absorb mambo», in the words of Jack Kerouac”. Para finales de 1951, la mambomanía se había convertido en una verdadera epidemia. Un dato que Pérez Firmat recoge en su libro lo ilustra: Mercury Artists, la principal agencia para la música latina, incorporó especialistas cuyo trabajo consistía en buscar orquestas de mambo que existían en ciudades tan inimaginables como Albuquerque, Las Vegas e Indiana Harbor. Un artículo aparecido en 1951 en el diario New York Times trataba de explicar así aquel ritmo que nadie lograba definir: “Take the muscular contortions of the jitterbug, add the compulsive beat of African drums, find a rumba addict who has a miler´s stamina and is uninhibited and double-jointed and you may soon find yourself doing the mambo”. (Me excuso por hacer una digresión que en realidad no lo es: en Life on the Hyphen (1994), del propio Pérez Firmat, se puede leer un estupendo ensayo sobre este mismo tema, titulado “A Brief History of Mambo Time”.)

Imagen de la película Holiday in Havana (1942)Foto

Imagen de la película Holiday in Havana (1942).

Muy interesante y revelador, por toda las informaciones y los datos que saca a la luz, es “Music for the Eyes”. En esas páginas, Pérez Firmat repasa la visión de Cuba que se da en los filmes norteamericanos de los años 30 y 40. Títulos como Cuban Love Song (1931), Bolero (1935), Week-End in Havana (1941), Moon over Miami (1941) y Holiday in Havana (1949) contribuyeron a construir una imagen maniquea y estereotipada de nuestros país y de quienes lo habitan. En esas películas predominaban las convenciones, el exotismo, los lugares comunes y los argumentos tontos, que a menudo son aderezados con música (de ahí que se les conocía como maracas musicals).

En esas cintas lo cubano aparece muchas veces mezclado con elementos de otros países latinoamericanos. Eso responde, como afirma Pérez Firmat, a que en lugar de un continente con dos idiomas, dos docenas de países y tradiciones musicales divergentes, América Latina es vista como una “atmósfera” en la cual las diferencias nacionales se evaporan. Y dado que una atmósfera no tiene historia, fronteras ni bandera, el latinoamericanismo atmosférico la convierte en un continente con partes intercambiables. Así, es perfectamente posible que en Week-End in Havana la brasileña Carmen Miranda interprete a una famosa artista cubana que canta (en portugués) en un centro nocturno habanero llamado Casino Madrileño.

En “Cuba in Apt. 3-B”, Pérez Firmat vuelve sobre la figura de Desi Arnaz, a quien ya había dedicado un excelente texto en su libro Life on the Hyphen. En esas páginas realiza un atento y minucioso estudio del trabajo de Arnaz en la popularísima serie de televisión I Love Lucy, en la cual compartía el espacio con su esposa Lucille Ball. Y a propósito del creador de “Cuban Pete”, para buscar ilustraciones para este trabajo acudí a un magnífico libro, Cuban Style, que prepararon Vicki Gold Levi y Steven Heller. Allí encontré esta dedicatoria que el segundo incluyó: “For Desi Arnaz, who made my feet sing”.

“A Taste of Cuba” está dedicado a la popularidad que el consumo de tabacos cubanos alcanzó en Estados Unidos, a partir del siglo XIX. Pérez Firmat menciona, entre otros aficionados ilustres, a John Quincy Adams, Abraham Lincoln, Mark Twain y Ulysses Grant, quien se fumaba dos docenas de habanos cada día. Proporciona asimismo el curioso dato de que en 1855 la importación alcanzó 300 millones de tabacos procedentes de la Isla, una cifra que hasta hoy no ha sido igualada. La entrada cesó en los primeros años de la década del 60 del siglo pasado, cuando el embargo aprobado por el presidente John F. Kennedy prohibió cualquier tipo de relación comercial con Cuba. Pérez Firmat se refiere también al mojito, el Cuba Libre y el daiquiri (“day-kee-reé”), los tres cocteles cubanos que pasaron a figurar entre los preferidos por los norteamericanos. Acerca de este último, expresa que durante las décadas del 20 y el 30 se convirtió en una verdadera institución norteamericana y su receta se podía encontrar en manuales tan conocidos como The Merry Mixer (1933) y So Red the Nose (1935).

A partir de 1959, la percepción que los norteamericanos tenían sobre los cubanos ha cambiado y pasó a adquirir características siniestras y amenazadoras. En The Havana Habit esto aparece tratado en “Comic Comandantes, Exotic Exile”, donde su autor se detiene en la representación hecha en Estados Unidos de las figuras de los principales dirigentes cubanos a través de libros, caricaturas y películas como Che! (1969), Bananas (1971) y Up the Sandbox (1972). Ese capítulo se cierra con un análisis de cómo aparecen reflejados los exiliados cubanos en los filmes Scarface (1983) y The Perez Family (1995). Pérez Firmat menciona asimismo títulos como Godfather II, Havana, The Mambo Kings, Dirty Dancing: Havana Nigths y The Lost City, que confirman la vigencia de la fascinación de los norteamericanos por “their island paradise of rum, rump, and rumba”.

Postal turística diseñada por Gustavo MassaguerFoto

Postal turística diseñada por Gustavo Massaguer.

Igualmente expresa que los estereotipos referidos a Cuba y a los cubanos se niegan a morir. Apoya su afirmación con dos ejemplos. Uno es que en 1980, la cantante cubano-americana Gloria Estefan se hizo famosa con la conga, exactamente como lo había hecho Desi Arnaz cincuenta años antes. El otro es la descripción de Miami que Francine Prose incluye en un artículo que dio a conocer en 1992, en el New York Times: “One feels the spirit of Carmen Miranda hovering over the new Miami, informing and reflecting the city´s sense of itself: flashy, Latin, exotic, dangerous and sexy, self-mocking and ironically self-obsessed”. Pruebas evidentes de que el tema en el cual se centra The Havana Habit aún no es un caso cerrado.

Pero como es evidente Pérez Firmat no se sentó a escribir un libro informativo y ameno, que simplemente proporciona una buena cantidad de revelaciones y datos. Ese acucioso repaso demuestra, por un lado, la importancia que Cuba ha tenido en la historia cultural de Estados Unidos y cuán extensa y profundamente arraigada está en el gusto de los norteamericanos. Pone de manifiesto además el poder que han tenido los estereotipos en la construcción de lo cubano, desde que en el siglo XIX se instauró la imagen de la Isla como un jardín lujurioso, exuberante y tentador. Como bien apunta Pérez Firmat, cada cierto número de décadas Estados Unidos descubre de nuevo a Cuba por primera vez, ya sea por un baile, una serie de televisión, una revolución o hasta una novela. Todo eso lleva a concluir que hoy conserva plena vigencia la frase publicitaria que la Comisión Cubana de Turismo lanzó en los años 30 y 40 para atraer a los norteamericanos: “So near and yet so foreigner”.

The Havana Habit tiene el no muy usual mérito de ser un libro que instruye y entretiene, que gratifica con una lectura de la cual se extrae conocimiento y diversión, esto último entendido en su sentido más noble. Pérez Firmat maneja un enorme caudal de información, procedente de fuentes muy diversas: libros, canciones, programas de televisión, anuncios, folletos turísticos, películas. No desdeña ninguna, por ínfima que sea, y en ese aspecto pareciera seguir algo que Vladimir Nabokov decía a sus alumnos: “El que busca tesoros examina cada hebra”. Pero esa abundancia y esa variedad de documentación en ningún momento llegan a aturdir o fatigar al lector.

Eso Pérez Firmat lo logra en buena medida gracias a una escritura transparente, accesible, cordial y fluida. Y también a un estilo que no echa mano a la verborrea seudocientífica que tantos estragos causa en el mundo académico. En ese mundo, del cual él forma parte, Pérez Firmat ha conseguido distinguirse precisamente por su independencia de criterios, por la originalidad de sus enfoques y por la singular capacidad para conjugar inteligencia, erudición y humor.

En resumen, con The Havana Habit, Gustavo Pérez Firmat ha enriquecido su bibliografía con uno de esos libros que constituyen la alegría de todo buen lector.