Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Fotografía, Mayito, Norberto Fuentes

Hubo una noche de felicidad

Tras el anuncio —este sábado 22 de abril— de la muerte del fotógrafo Mario García Joya, mejor conocido como Mayito

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Desde la izquierda: persona no identificada (muy jodido el pie de foto que comience con una «persona no identificada»); Rafael Rojas, en su etapa de vindicación de los alzados contrarrevolucionarios del Escambray; Eliseo Alberto, bajo el abrazo protector de Norberto Fuentes y que se ha pasado la noche con esa seguidilla: «Cuídame, Norbertico, cuídame de los malos»; Norberto Fuentes, encantado de protegerlo; detrás, Jorge de la Fuente, profesor de Filosofía en la Universidad de La Habana de casi toda la concurrencia; aproximándose, Adriana Oller, mujer de Jorge; recostada a Norberto, la actriz Ivonne López Arenal, ¿existe una mujer más bella en el mundo?, y dueña de la casa y mujer de Mayito, el fotógrafo; recostada a su vez a Yvonne, Niurka de la Torre, pediatra, sicóloga y (como es de suponer, con esos dos títulos) mujer de Norberto; al fondo, el actor Jorge Luis Álvarez y la legendaria ballerina Rosario Suárez «Charín»; Alejandro Armengol cierra el semicírculo, siempre severo, siempre reflexivo y, como corresponde, ataviado de negro. Mario García Joya «Mayito» falta en la imagen, pero se impone en el escenario, por encima de todo, porque es la criatura que ha creado esta obra de arte, yo diría que perfecta, extraída de una ocasión al vuelo y de sus fulgores inherentes, que ninguno de los presentes advirtió aquella noche de noviembre de 2005.

norberto fuentes punto net (8/8/11)

El anuncio —este sábado 22 de abril— de la muerte del fotógrafo Mario García Joya, mejor conocido como Mayito, y a quien yo llamaba Mayombe —entre otras maneras—, me obliga a buscar en mis gavetas alguno de los muchos objetos de nuestra amistad desde los tiempos de la revista Cuba en los 60 y luego de nuestro reencuentro en el Miami del exilio. Aquí tienen una muestra. Una especie de nota sobre una foto suya publicada como obituario del poeta Eliseo Alberto Diego «Lichi», que se murió en México el 31 de julio de 2011. (Ahora es un obituario de uso doble.) La colgué en alguno de mis blogs el 8 de agosto de 2011 con ese título de «Hubo una noche de felicidad». La foto había sido tomada seis años antes durante una fiestecita en la casa del propio Mayito y su mujer, la actriz Yvonne López Arenal. De cómo un grupo tan heterogéneo se dio cita bajo el techo de los García-López es algo que escapa a mi memoria. Pero el dominio de esos colores entre ocres y amarillo rescatados de las brumas de una noche en el trópico —el de Miami—, y la gracia magistral de convertir un inocuo souvenir de un grupo de farras en una pequeña obra de arte por el simple gesto de hacer girar levemente la cámara hacia la izquierda y ganar toda la profundidad posible con su lente de ángulo ancho es lo que queda, lo que permanece.

Advierto que no he variado nada de la publicación original. Advierto también que la «persona no identificada» fue reconocida por un lector dos días después de su publicación. Yoela Chaveco, con el dato añadido que era hija de «alguien importante», un ministro, creo, dato si se quiere superfluo para un obituario. Última advertencia: Jorge de la Fuente era profesor de Filosofía Marxista Leninista.

El ojo del águila

Debido a la imposibilidad de que el Mayombe me responda ahora, acudo al fotógrafo principal de mi cófrade, Ernesto Fernández, en La Habana, vía WhatsApp, para cerciorarme de que la imagen fue obtenida con un lente de ángulo ancho. Responde por la misma vía: «Claro, nadie tiene un campo visual tan amplio. Tú puedes ver y hasta distinguir, pero, al objeto de tener resolución y foco tendrías que mover los ojos hacia los lados o de arriba abajo. Es decir, el asunto es la mácula de los ojos. El águila, el animal que mejor ve, lo logra, pero tampoco lo hace fijo. Logra capturar en su foco visual cualquier presa a la altura inmensa de su vuelo porque tiene dos máculas; es decir, en ese cuadro tan amplio que se ve, pero que no se define todo, ella logra capturar su presa porque dispone de dos máculas: una fija en la presa, que no la mueve, y la otra que mira constantemente en derredor del marco visual para evitar cual interferencia, y la otra firme, mantenida sobre la presa.»

Once objetivos (¿presas?) tenía Mayito frente a su lente cuando —primero haciendo panear su cámara como en un suave banqueo a las nueve en vuelo rasante— apretó el obturador. Habíamos salido a la terracita para la sobremesa y para la foto del grupo. Los cristales de la doble puerta de corredera a nuestras espaldas surgen ahora como una frontera en el tiempo. En una de las dos fotografías que precedieron a esta toma, se revela el apetito con que acometen el yantar la bonita muchacha hija (creo) del ministro y el riguroso ensayista Rojas mientras el filósofo marxista leninista concentra su atención al otro lado de la mesa en lo que parece ser una de las divertidas contiendas verbales entre Lichi y Norberto, Lichi admonitorio, Norberto —¿qué quieren ustedes?— riéndose. Quizá el lector necesite ampliar la imagen para captar esos detalles que ocurren frente a Alejandro Armengol y Niurka de la Torre (enseguida se une Yvonne López-Arenal, en la foto siguiente) y que les está provocando la misma diversión que al filósofo marxista leninista, puesto que lo que en apariencia ocurre detrás de ellos es en realidad el reflejo de lo que está ocurriendo delante. El siempre deslumbrante juego de los espejos. Pronto cruzaremos ese lindero espaciotemporal y nos moveremos hacia el otro lado de la frontera de cristal y entonces, muy elegantes nosotros, procederemos a la sobremesa donde se produce la foto de aquella noche de felicidad. Y con el Mayombe sin soltar su cámara.

Tomado de Libreta de Apuntes.


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