Actualizado: 17/04/2024 23:20
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La carretera, la tormenta y el recorrido mental hacia la nada

A veces oscura, a veces difusa, esta película es a ratos excesivamente verbal y a ratos abrumadora

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Jake y su novia (cuyo nombre nunca se revela en el filme) emprenden un viaje por carretera, en vísperas de una tormenta de nieve, a la finca donde residen los padres de Jake. El lugar puede ser cualquiera de las planicies del medio oeste, en donde llanuras interminables se extienden ante la vista de los viajeros y que cuando la lluvia, la nieve o los tornados se aproximan, no hay prácticamente forma de protegerse, ni hay topografía que los detenga.

La pareja lleva poco tiempo junta y no parece que tengan mucho en común. Hay poca afectuosidad entre ellos y al parecer, su relación está basada en una atracción intelectual que tampoco parece consumarse. Entran en conversaciones que son más bien largos monólogos que de cierta manera intersecan. En algunos momentos, anticipan sus pensamientos o son capaces de leerlos.

Llegan a la aislada finca donde viven los padres de Jake y estos entran y salen de cámara envejeciendo y rejuveneciendo sin que nadie se sorprenda. Son seres solitarios con pocas gracias sociales. Se relacionan torpemente, se corrigen sus historias, Jake les reprocha y su novia es la única que parece ser capaz de estabilizar las situaciones. Los personajes también cambian de ropa en diferentes planos, la temporalidad se disipa y solamente viene dada por la preocupación de la joven de regresar antes de que la nevada arrecie.

Finalmente ella convence a Jake de partir de regreso y este, en medio de la tormenta, con poca visibilidad, decide tomar dos desvíos para mostrarle su formación, sus ilusiones y sus frustraciones en sus años de adolescencia. Lo que resulta no es previsible, aunque uno conjetura que nada bueno va a suceder.

I’m Thinking of Ending Things tiene un poco de filme de horror, de road movie, de suspense y de meditación filosófica sobre la vejez y el envejecimiento. Es un drama existencial disfrazado de todo lo anterior, un carnaval cinematográfico. Los soliloquios están llenos de referencias y citas. Jake y su novia intercambian frases y largos párrafos de Oscar Wilde, David Foster Wallace, León Tolstoi y de Pauline Kael. Repiten clichés y los corrigen. Es un filme excesivamente cerebral en el cual la emocionalidad esta supeditada al intercambio intelectual.

La teatralidad se evita con éxito mediante la introducción de flashbacks, de dibujos animados y de escenas de otros filmes, así como referencias a musicales, principalmente Oklahoma!, que es donde bien pudiera estar sucediendo el filme.

Charlie Kaufman (New York, 1958) es un director y guionista cuyos temas se centran en la relación entre la realidad y la imaginación. Uno de sus argumentos centrales es que el hombre pudiera vivir solo de lo que sucede en su mente si no fuera por la presencia de los otros y para insistir en seguir viviendo como uno imagina, pues resulta importante tratar de absorber el pensamiento del otro.

Kaufman comenzó en el cine colaborando con dos cineastas conocidos por su excentricidad, Spike Jonze (Being John Malkovich, Adaptation) y Michel Gondry (Human Nature, Eternal Sunshine of the Spotless Mind) quienes se encargaban de visualizar y potenciar sus ideas literarias (su colaboración con George Clooney, un cineasta más convencional, resultó en Confessions of a Dangerous Mind, un filme interesante pero no bien logrado). Entonces decidió ir por su cuenta, empezando con Synecdoche, New York, una obra muy irregular, y luego el animado Anomalisa, un excelente estudio de la soledad del mediocre. De nuevo como director y guionista, I’m Thinking of Ending Things, es su tercer largometraje, esta vez basado en la novela homónima del canadiense Ian Reid.

Nunca he sido un admirador de Kaufman, porque me parece que su extravagancia argumental es forzada, es alarde de intelectualidad a través de intertextualidades y referentes que muchas veces no dicen nada. Su prolijidad y complejidad me parecen una incapacidad para la sencillez. Su humor es demasiado frío y sus personajes carecen de vida emocional. Es, para muchos, un gusto adquirido.

Sin embargo, Anomalisa me cautivó y me parece un filme original y excelente. Ahora con I’m Thinking of Ending Things, aunque no me convenció, me pareció un director muy seguro de lo que hace y el filme, con esa mezcla de géneros, me captó y me parece una película que pone a pensar y que se queda con uno mucho después del final. De hecho, hay claves que, para descubrirlas, se requiere una segunda mirada.

La película es larga, pero no se siente. Jessie Buckley (Dolittle, Chernobyl), una joven cantante y actriz irlandesa tiene una personalidad arrolladora y en su rol de la novia innombrada se echa la película en sus hombros, aunque tiene apoyo. Jesse Plemons (The Irishman), se integra y da vida a su personaje, Jake, un ser desagradable, lleno de frustraciones y mayormente inexpresivo. Los veteranos David Thewlis y Toni Collette, como los padres de Jake, resultan convincentes en unos personajes que desafían la suspensión de la incredulidad. La extraordinaria fotografía del polaco Lukasz Zal (Cold War, Dovlatov) convierte a la carretera y a la tormenta en dos personajes centrales y nos hace ver los estados de ánimo de Jake y su novia. La música y la banda sonora del filme son también muy orgánicas al argumento.

A veces oscura, a veces difusa, a ratos excesivamente verbal y a ratos abrumadora, I’m Thinking of Ending Things, es un filme que se toma en serio sin mucho gravitas y que resulta en un reto intelectual que nos lleva en un recorrido introspectivo que termina en la nada, pero que nos hace meditar sobre asuntos de peso,

I’m Thinking of Ending Things (EEUU, 2020). Guion y dirección: Charlie Kaufman, basado en la novela homónima de Ian Reid. Director de fotografía: Lukasz Zal. Con: Jessie Buckley, Jesse Plemons, David Thewlis y Toni Collette. De estreno en la plataforma de Netflix.


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