Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Cine, Guerra, Arte 7

La guerra y la amistad

Con sus fallos, esta es una película que está por encima de la mayoría de las que se han hecho sobre las guerras recientes

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Los gobiernos de Estados Unidos tienen una larga historia de abandonar a quienes les han servido de aliados una vez que los pellejos de los estadounidenses peligran y los antiguos aliados resultan inservibles. Al menos en la versión de sus gobernantes. Pragmatismo cruel. Los cubanos sabemos algo de eso.

Muchas de esas historias han sido llevadas al cine. El 12 de abril de 1975, el gobierno de Richard Nixon, ante la inminente caída de la República Khmer, en Cambodia y de su aliado Lon Nol, mandó a evacuar a todos los americanos y a los cambodianos aliados, pero por supuesto, la cantidad de americanos que pudieron salir fue mucho mayor que la de los cambodianos. Hay unas fotos muy ilustrativas sobre la estampida. Cinco días después el Khmer Rouge, nombre con el cual se conocía al Partido Comunista de Kampuchea, inspirados y apoyados por Mao Tse-tung, tomó el poder, declaró 1975 el año cero, y se dedicaron a masacrar a un tercio de la población del país, con el beneplácito de la antigua Unión Soviética y sus satélites, incluyendo a Cuba, uno de los más entusiastas.

En 1984 se realizó una muy buena película titulada The Killing Fields, basada en hechos reales dentro de ese contexto, en la cual se narraba la historia del periodista del New York Times, Sidney Schanberg, quien había realizado un gran trabajo periodístico con la colaboración de un periodista y fotógrafo local, Dith Pran, sin el cual su labor habría sido imposible y quien pudo huir en la estampida y ganar el premio Pulitzer por este trabajo, mientras Pran, que había enviado a su familia por delante, quedaba atrás, a merced de la violencia del Khmer Rouge. Por traidor.

La cinta narra los trabajos que pasó Pran para poder salir, así como los esfuerzos que incansablemente realizó Schanberg para tratar de sacarlo. Entre otras cosas, se muestran las dificultades de lidiar con las burocracias gubernamentales.

En agosto de 2021, ante la inminente llegada al poder, nuevamente, de los talibanes, el gobierno de Biden evacuó centenares de americanos y algunos aliados locales de Afganistán, de una manera abrupta y desorganizada. Muchos traductores y personal de apoyo locales, quedaron abandonados a su suerte. Por supuesto, estoy resumiendo, y ambas situaciones presentan elementos complejos. Pero la realidad es que, los gobiernos americanos, no cumplen con sus compromisos de proteger a quienes colaboran con ellos.

Guy Ritchie’s The Covenant se ubica en ese contexto. Esta vez se basa en varios hechos reales, pero ninguno en particular. La película narra la historia del sargento John Kinley y su intérprete afgano Ahmed. Al principio la relación está matizada por la desconfianza. Ahmed estuvo involucrado en el tráfico de cocaína y se alejó del mismo tras perder un hijo. Su hermano todavía es una figura importante en el negocio.

Pronto Ahmed prueba ser mucho más que un mero intérprete y se gana la confianza de Kinley. Tras caer en una emboscada, en la cual solo sobreviven Ahmed y Kinley, estos tienen que escapar a la persecución de los talibanes (la película transcurre en 2018, todavía no estaban en el poder). Kinley resulta gravemente herido, pero Ahmed utilizando sus conocimientos del terreno y de sus compatriotas, así como demostrando habilidades heroicas, logra llevarlo de vuelta hasta la base militar.

Kinley es regresado a Estados Unidos, mientras que Ahmed, a quien se le había prometido una visa americana para él y su familia, esta no le llega, y como se ha convertido en una celebridad local, tiene que comenzar a esconderse de los talibanes y su vida corre peligro las 24 horas del día.

Kinley hace lo indecible por que le den la visa a su amigo. Se frustra con la inoperante burocracia gubernamental y finalmente resuelve la visa gracias a un amigo en alta posición. Entonces le paga a unos contratistas americanos que “trabajan” en Afganistán, para rescatar a Ahmed y él va a participar de la misión, que comienza teniendo problemas desde el principio.

El filme comienza con un largo prólogo, que dura casi dos tercios del filme, para después encargarse del desenlace. Es una película de guerra y acción muy bien hecha, con violencia visual sin usar innecesarios fuegos artificiales, cruda. Pero esa primera parte se pudo haber cortado en por lo menos 20 minutos. Narra las vicisitudes de Kinley y Ahmed para evadir a los talibanes, pero carece de drama, porque se sabe que van a escapar. Es demasiado larga para solamente sentar las bases de lo que viene atrás.

La segunda parte es mucho más movida y tiene mucha acción, con bastante dramatismo. Pero dura mucho menos, aunque dura quizá, lo que tenía que durar. A esta parte no le sobra un minuto.

Guy Ritchie es un director inglés, que comenzó su carrera realizando excelentes filmes como Lock, Stock and Two Smoking Barrels (1998) y Snatch (2000), que se caracterizaban por una brutal violencia, pero también por un gran sentido del humor y excelentes diálogos. Luego se casó con Madonna y bajo su influencia, dirigió y escribió la horrible versión de Swept Away (2002), basado en la excelente original de Lina Wertmuller, con Madonna en el rol estelar. Aunque después se divorció de la cantante, su cine no ha vuelto a ser el mismo, ha perdido su fuerza creativa y la pujanza de sus diálogos.

Este parece ser un filme muy personal, ya que lo titula con su nombre (aunque se conoce como The Covenant, el título oficial es Guy Ritchie’s The Covenant). Aquí no hay mucho humor ni diálogos ocurrentes. Es un seco filme de guerra, bien hecho, pero sin ninguna de las características del cine de Ritchie.

Trata de reducir la glorificación de los combatientes y, aunque por supuesto, mueren muchos más talibanes que americanos, no hay un endiosamiento del ejército americano. Ritchie quiere mostrar el precio de la lealtad y parece insistir en que si bien el gobierno americano no cumple con sus compromisos, los americanos comunes y corrientes sí lo hacen. Nos muestra la frialdad y la incompetencia de la burocracia gubernamental mientras acentúa el valor y la insistencia humana de Kinley y sus amigos. También muestra el difícil destino que toca a los aliados abandonados. Ritchie quiere dejarnos pensando. A final cierra con un texto sobre la evacuación americana de 2021.

Jake Gyllenhal, en el rol de Kinley, está, como siempre, excelente. No hay un gesto de más y su actuación es natural, sin poses. Dar Salim, nacido en Iraq, pero emigrado a Dinamarca desde los seis años, con una carrera que incluye papeles en A Hijacking (2012) y Loving Adults (2022), así como en las series Game of Thrones y Borgen, por solo citar algunos, está muy bien en su papel de Ahmed. Casi parece haber nacido para hacerlo.

La fotografía de Ed Wild (London Has Fallen 2016), es eficiente y utiliza un grano realista que se apoya en la claridad del desierto para resaltar la violencia visual. La película fue filmada en España, en la región de Alicante.

Con sus fallos, su lentitud inicial y algunas cosas predecibles en el guion, este es un filme que está por encima de la mayoría de los que se han hecho sobre las guerras recientes, quizá con la excepción de Zero Dark Thirty, realizada ya hace diez años.

Guy Ritchie’s The Covenant (Reino Unido/España, 2022). Dirección: Guy Ritchie. Guion: Ivan Atkinson, Marn Davis y Guy Ritchie. Dirección de fotografía: Ed Wild. Con: Jake Gyllenhal y Dar Salim. De estreno en salas de todo Estados Unidos.


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