Actualizado: 27/03/2024 22:30
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CON OJOS DE LECTOR

La Historia convertida en mito literario (II)

Lezama Lima penetra con pasión, inteligencia y agudeza en nuestras instancias formadoras y nos revela las esencias secretas de lo americano.

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Un paisaje abierto que engendra cultura

Eso nos lleva al concepto de espacio gnóstico, introducido por Lezama Lima en Sumas críticas del americano, el último de los ensayos de su libro. Lo opone a la concepción dictada por los europeos, según la cual el paisaje se reducía al ser humano. Asimismo la impugna al sostener que el paisaje "nos lleva a la adquisición del punto de mira". Para él además representa "la naturaleza amigada con el hombre", así como una de las formas del dominio logrado por éste. Por otro lado, ese concepto europeo, afirma Lezama Lima, no podía aplicarse en el vasto y abierto espacio americano, al cual atribuye un importante papel como definidor de nuestra expresión: "En América dondequiera que surge posibilidad de paisaje tiene que existir posibilidad de cultura". Avala su tesis con ejemplos convincentes: el valle de México, la bahía de La Habana, la zona andina de Cuzco donde germinó el barroco. Y agrega otro mucho más sorprendente, aunque coherente con algunas de las ideas que desarrolla en su libro: Francisco de Miranda no encontró un nuevo centro en los paisajes de Inglaterra, Francia y Rusia. Sólo lo consigue en un calabozo, donde reconstruye su país por ausencia.

Asimismo Lezama Lima señala que, a diferencia de continentes como África o Asia, en donde el espíritu occidental no pudo extenderse ni integrarse a la naturaleza, en América el espacio gnóstico aguardaba una "fecundación vegetativa", esperaba que "la gracia le aportase una temperatura adecuada, para la recepción de los corpúsculos generatrices". Además de acertadas expresiones como "protoplasma incorporativo", "potencia recipiendaria" y "horno transmutativo de la asimilación", a lo largo de los cinco ensayos emplea términos como voracidad, banquete, saboreo, apetencia, devoración y festín. Eso ha llevado a Irelmar Chiampi a señalar las semejanzas entre la asimilación orgánica de Lezama lima y la mucho más audaz teoría de la antropofagia o el canibalismo que el brasileño Oswald de Andrade planteó en su Manifiesto Antropófago (1928). "Sólo me interesa lo que no es mío. Ley del hombre, ley del antropófago", expresa allí De Andrade para reivindicar y legitimar la apropiación de lo extranjero por la cultura brasileña. Pese a que no alude al Manifiesto Antropófago, sostiene una opinión similar Saúl Yurkievich, para quien el autor de La expresión americana "concibe América como voracidad sincrética, como un gran estómago capaz de asimilar manjares de cualquier origen, todo lo que incite su apetito: América digesta, apta para participar en el festín de todas las culturas, la de la digestión universal, metamorfósica, dotada de la máxima potencia fruitiva y asimilativa".

Al analizar el desarrollo de nuestra expresión en el siglo XX, Lezama Lima se refiere a la década de los años veinte, cuando "el concepto de originalidad estallaba y se extendía como los avisos matinales del gallo". Hace en ese sentido un par de inteligentes precisiones. La primera es para puntualizar que en esa frenética búsqueda de lo original y lo nuevo, se olvidaba que lo que la motivaba e impulsaba sus pasos era el cansancio de la cultura europea, algo a lo cual se refirió en el primero de los ensayos. La otra idea, que da lugar a varias páginas, es la de que, al juzgarse el carácter rupturista de la obra de creadores como Pablo Picasso, Igor Stravinsky y James Joyce, se perdía de vista su deuda con las generaciones que les precedieron, su espinazo histórico. Lo que se consideraba originalidad viene a ser, para Lezama Lima, producto de una secreta continuidad, pues "las generaciones tienen que partir de su creación, no de un voluntarioso anti, de un combatir a, en proyección matinal de adivinación de futuro". En particular, dedica amplio espacio al artista español, sobre quien expresa: "Ningún pintor ha enseñado tantas cosas ocultas, resurgido tantos estilos, proyectado sobre épocas muertas tantas posibilidades de reencuentros y de inicios". Y no duda en valorar como fértil y provechosa la influencia de su "aguijón fertilizante" en los artistas americanos.

Lezama Lima cierra este último capítulo con un resumen de las principales ideas expuestas por él en La expresión americana, y cuyo núcleo irradiador es la cuestión de hasta qué punto la cultura americana posee identidad propia y no constituye una simple prolongación de la europea. Así, mientras en aquel continente el barroco se había convertido en un inerte juego de formas, en América "el señor barroco domina su paisaje y regala otra solución cuando la escenografía occidental tendía a trasudar escayolada". Cuando el idioma en España decaía, en América "ofrecemos la dionisiaca guitarra de Aniceto el Gallo y el fiesteo cenital en la rica pinta idiomática de José Martí". Y, en fin, "frente al glauco frío de las junturas minervinas o la cólera del viejo Pan anclada en el instante de su frenesí", América ofrece en sus selvas el turbión del espíritu, que "se deja distribuir apaciblemente por el espacio gnóstico, por una naturaleza que interpreta y reconoce, que prefigura y añora".

A medio siglo de la publicación de La expresión americana, se puede discrepar con los presupuestos teóricos a partir de los cuales Lezama Lima interpreta la historia y la cultura americanas (es obvio que deja fuera aspectos esenciales). Pero del mismo modo se debe reconocer que su proyecto se halla lejos de ser arbitrario, pues posee una lógica y una causalidad propias, además de desplegar una gran lucidez analítica. Uno de los aspectos que admira de su libro es que, como ha señalado Oscar Collazos, el discurso racional, subyacente, viene por vía de un proyecto poético que, sin soslayar la teología, la hace literatura, y sin soslayar la rigidez de la Historia, la convierte en mito literario. No hay que olvidar, anota también Collazos, que Lezama Lima no busca una historia, sino una mitología. No lo dialéctico, sino lo ontológico. Precisamente, ese acercamiento a nuestros gérmenes seminales, a aquellas manifestaciones definidoras del mundo americano, le permite penetrar con pasión, inteligencia y agudeza en nuestras instancias formadoras y revelarnos las esencias secretas de lo americano.


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