Actualizado: 23/04/2024 20:43
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CON OJOS DE LECTOR

La mujer de la cual Martí debió haberse enamorado (II)

A través de María de las Nieves, Francisco Goldman recrea en su novela la figura de María García Granados.

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Imaginar mi propia idea de cómo era Martí

Hay que recordar que en el siglo XIX Guatemala era una ciudad muy provinciana y muy conservadora, con esa mezcla tan extraña que no es la de una sociedad mestiza: allí la gente es muy indígena o muy española. A aquella ciudad llegó en 1877 Martí y, según me dijo Mario, las mujeres nunca habían conocido a un hombre como él, con tanta chispa, con toda su educación, con todos esos modales antillanos que él tenía. Martí electrizó a la sociedad guatemalteca, y todas las mujeres se enamoraron de él. De acuerdo a la abuela de Mario, Martí lo aprovechó y la pasó super bien. (Se ríe) Cuando yo escuché esas historias me dije: ah, ya entiendo. Esto me da la libertad para imaginar mi propia idea de cómo era Martí. Aquella conversación con Mario fue como una ventana que se abrió ante mí. Pero al mismo tiempo no quería que cuando se publicara la novela aparecieran personas que dijesen: eso no fue así. Era algo que me daba terror, que un experto en Martí comentara que tal suceso está muy documentado y que no ocurrió de ese modo. Uno tiene que investigar todo para evitar esto, para quedarse muy cerca de lo que se conoce y no falsificar nada.

Tú has reivindicado a Martí como neoyorquino y lo consideras el mayor escritor que vivió en esa ciudad después que Walt Whitman se mudó.

Sin duda alguna. ¿Quién estaba a su nivel como para ser su rival? En esa época, ¿qué escritores importantes vivían aquí? Stephen Crane, quien escribió muy poco. Lo siento por William Dean Howells, pero no me parece un rival para Martí. Después que Whitman dejó Nueva York, un año antes de que Martí llegara, indiscutiblemente el escritor más grande que residía en la ciudad era Martí. Y no sólo el escritor más grande, sino además el hombre más grande. En este aspecto, su único rival posible era Thomas Edison, que vivía al otro lado del río, en Nueva Jersey.

Lo increíble es que en todos esos años que Martí vivió aquí ningún norteamericano lo conoció. Eso dice mucho de cómo es esta sociedad tan monolingüe y ensimismada. Tú lees a los grandes historiadores norteamericanos que escriben libros sobre el siglo XIX y ves que están empobrecidos, porque no pueden leer a Martí. Te doy un ejemplo concreto. Acaba de publicarse un estudio muy elogiado sobre los sucesos de Haymarket Square. Allí se habla de Lucy Parsons y se comenta sobre ella que se dice que era chicana, pero que en verdad nadie sabe si lo era o no. ¡Carajo! Si el autor hubiera podido leer a Martí, habría encontrado toda una crónica que él le dedica cuando la escuchó hablar. Pero como estas gentes no son capaces de investigar en fuentes que no estén escritas en inglés, no tienen manera de enterarse y pierden muchísimo.

Igual cuando tú lees la famosa crónica sobre Chinatown, te das cuenta de que Martí se podía acercar a esos barrios como un marginado más, y por eso se mete allí sin problemas. En cambio, cuando lees a los escritores anglosajones, siempre escriben de esos lugares como si estuviesen en un zoológico, y lo hacen desde muchísima distancia. ¿Quiénes son estas gentes tan raras?, parecen decirse. El único escritor de esa época que yo he leído que se mete en esos lugares y escribe sobre ellos desde dentro es Martí.

De acuerdo a las numerosas críticas y reseñas publicadas sobre tu novela, ¿crees que actualmente se conoce a Martí en los Estados Unidos?

Eso fue algo que me sorprendió: se conoce muy poco. A muy pocos críticos les interesó investigar para saber quién fue Martí. Si uno va a escribir una reseña y quiere realizar un trabajo serio, lo menos que debe hacer es leer un poco sobre la época y sobre los personajes históricos. Pero no, son muy haraganes, y mucho más cuando se trata de escribir sobre un tema que tiene que ver con América Latina. Yo estoy feliz de que a muchas personas les haya gustado mi novela, pero siento mucho que sean incapaces de entrar en su mundo intelectual. Por eso tengo muchas esperanzas de que cuando salga la edición en español se escriban comentarios más inteligentes.

¿Se está preparando ya la traducción de 'The Divine Husband'?

Ah, sí. La está haciendo una excelente traductora, alguien que por su trabajo ha ganado premios y todo. Es Laura, la hija del poeta mexicano José Emilio Pacheco. Y lo que es un reconocimiento para ella y para mí es que por primera vez Jorge Herralde, el director de Anagrama, va a publicar una novela extranjera traducida en el español de las Américas (en poesía hay un antecedente, el libro de Derek Walcott Omeros).

Para mí es algo muy importante, pues la traducción de mis otras novelas, La larga noche de los pollos blancos y Marinero raso, fueron un desastre. La segunda yo la concebí como un coro de voces, un aspecto que trabajé mucho. El guatemalteco suena como guatemalteco, el mexicano suena como mexicano, los dominicanos suenan como dominicanos. En la versión española eso se perdió, pues todos hablan como si fueran de Madrid. En un barco lleno de centroamericanos, los marineros cuando hablan dicen gilipollas, follar. Da náusea. Laura y yo estamos trabajando mucho para lograr que por lo menos esta novela salga bien traducida.


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