Actualizado: 25/04/2024 19:17
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La sombra del general Ochoa

En la cuerda de la nueva novela histórica, Arnoldo Tauler recrea el proceso judicial de la Causa 1-89.

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Así como Sergio Ramírez utilizó el proceso criminal más sonado de la historia de Nicaragua para escribir su tercera novela ( Castigo divino, 1988), el escritor cubano Arnoldo Tauler (Santiago de Cuba, 1937) toma el escandaloso proceso judicial (Causa 1-89) contra el general Arnaldo Ochoa Sánchez como pre-texto para dar nuevos textos a imprenta. Su obra de iniciación literaria en el exilio, El general Sombra (PurePlay Press, 2004), puede leerse como un palimpsesto que sigue el patrón de la llamada "nueva novela histórica".

En la última página (294), el autor agradece a "Fidel Castro y sus satélites" por haber "suministrado parte de la materia prima (histórica, por supuesto) con que se ha escrito esta obra de… ¿ficción?". Esta insinuación es la clave áurea por su enlace aparentemente contradictorio con la nota prelimar: "los personajes y hechos reales que aparecen en esta novela son utilizados para aportar más realismo a la trama elaborada por la fantasía del autor. Esta obra pudiera ser reflejo de hechos ocurridos, pero en realidad representa una de las tantas variantes de lo que pudo haber sucedido" (página 9).

A tenor de la nueva novela histórica, Tauler no apunta tanto hacia una (nueva) verdad, como al rechazo de la posibilidad de reconstruir la verdad absoluta. La imaginación literaria puede y debe reivindicar el valor subversivo de la ambigüedad cardinal de la historia: ser lo que pasó ( res gestae) y también lo que cuentan que pasó ( res gestarum). En contra de la historia oficial se alzan entonces la imposibilidad de la verdad histórica absoluta y la posibilidad infinita del conocimiento histórico.

Según el expediente judicial, las acciones criminales más graves de Ochoa y otros tres acusados estaban previstas en el Código Penal cubano (1987) como Tráfico de drogas, que se conminaba con privación de libertad de 7 a 15 años (artículo 190). El fiscal hizo entonces la pirueta jurídica de endilgarles, por los mismos hechos, otro delito que contemplara la pena máxima: Actos hostiles contra un Estado extranjero (artículo 110). No había siquiera indicios de represalias contra Cuba, pero se consideró que Estados Unidos, Colombia, México y Panamá habían sido hostilizados. Este giro es desconcertante, porque Castro declararía el 11 de junio de 1989 ante su Consejo de Estado que los actos de Ochoa "que podían ocasionar daño a la política exterior (…) no eran factores decisivos".

Los hechos novelados

Tauler aborda el caso para contar lo no contado y propone una relectura desmitificadora de aquel pasado desconcertante mediante su reescritura por entre las ruinas que dejaron los vacíos, falsías y tabúes oficiales. Así articula hechos probados con hipótesis probables, falsas o no verificadas, que acaban exigiendo al lector creer y no creer al mismo tiempo. Tal escepticismo se propaga enseguida hacia la historia oficial y de ahí viene el ímpetu crítico de la novela frente a la chatura del proceso judicial y su apuntalamiento ideológico.

Tomas Eloy Martínez advirtió ya que la novela suele entablar "un duelo de versiones narrativas" con el poder político. A su historia (congelada por el servilismo) se opone otra infinitamente reescribible, donde los personajes históricos no son ya meros soportes de la veracidad. Ambrose Bierce y Pancho Villa, por ejemplo, viven destinos de la imaginación de Carlos Fuentes en Gringo viejo (1985). Lo mismo sucede en la novela de Tauler con Ochoa, Fidel Castro, su ministro del Interior Juan Abrahantes y "entorchados generalitos de escritorio" (181) como Raúl Castro, Ulises Rosales y Abelardo Colomé.

A todos ellos se suman el general Sombra y otros personajes fictos para engendrar tramas que alternan de un capítulo o de un párrafo al otro con intervenciones directas del narrador, quien se ocupa tanto del tendel dramático como de encarar con ironía parahistórica al Comandante en Jefe. Así salen al ruedo toros biográficos que raramente se han cogido por los cuernos periodísticos, como el asesinato del líder estudiantil Leonel Gómez (21), la hija de Castro con Micaela Cardoso (una tal Francisca Pupo) en Santa Clara (113), o la "mariguana en la Sierra [Maestra] para consumo guerrillero" (152).

Tauler sugiere que el mejor vehículo para llegar a la verdad histórica son los hechos novelados en contra del así fue oficial, donde el no ser, el puede ser y el debiera ser fueron preteridos. Traerlos a colación en contrapunto es el cometido de su novela, que gira alrededor de la Operación Cocodrilo Verde: "eliminar al Buró Político" (16).

El general Sombra precisa con Abrahantes los detalles del complot, que contaría con el apoyo de Ochoa y otros oficiales. Tras bastidores actúa Serguei Balkin, agregado cultural de la embajada soviética, quien es el doble agente Urano (KGB)-Roma (CIA) y por este lado tiene subordinada a Mariana Broward, secretaria consular en la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana.

Los juegos estratégicos se entrecruzan. El capitán Carlos Roca, hombre de Raúl Castro, consigue una tenue referencia a Sombra. Broward recibe la orden de matar a Roca, pero desobedece porque era "el padre de la criatura que llev[aba] en el vientre" (252). Los americanos saben demasiado acerca del vínculo de los hermanos Castro con el narcotráfico: habrá que sacrificar torres, alfiles y peones para salvar al rey (230). Sobrevienen entonces el enjuiciamiento y la ejecución de Ochoa, el coronel Tony de la Guardia y otros, mientras Sombra queda expuesto al riesgo de ser descubierto.

Roma reprocha a Broward el descalabro y termina por matarla, pero Roca logra interceptarlo en el aeropuerto. Balkin tiene "la llave de los truenos": sabe quién es el general Sombra (267). Roca confiesa a su jefe inmediato superior: "si no dejo escapar a Roma hubiera denunciado a mi padre" (270). El coronel Andrés Serrano percibe la oportunidad de ascender y encañona a Roca, quien a su vez quita la espoleta a una granada.
Sendas notas del periódico Granma dan a conocer la muerte del coronel Serrano en "misión militar" y el accidente fatal de un tal Roca "en el kilómetro 45 de la carretera a Pinar del Río" (271 s). Fidel pasa de inmediato la cuenta a Abrahantes: "Hay que salvar la revolución, Pepe" (279 ss). Este se atreve a gastarle la broma de que Raúl era Sombra y, consecuentemente, muere por infarto en la prisión de Guanajay, tras administrársele epinefrina de forma aleve (281).

Otra historia con sentido

Disponer de la historia es signo inequívoco del poder político en Cuba. Amén de rescribirse a voluntad, se incineran algunos escritos, se prohíbe leer otros y se promueven la ceguera y la sordera para prevenir relecturas políticamente incorrectas. Los textos trasegados procuran endiosar el presente con ayuda del pasado. Por guardar distancia frente a ellos, Tauler desemboca con naturalidad en otra historia con sentido a lo Hayden White, es decir: por obra y gracia de la propia narración y sus figuras retóricas. Entrar por los lados cotidianos sin registro en la historia oficial y hasta podría reclamar, en algunos pasajes, mayor credibilidad que la propia historiografía. Su imaginación irreverente humaniza personajes mitificados y acaba por disolver la frontera entre historia y ficción.

Aunque no se atiene a la regla implacable de Pedro Juan Gutiérrez: "eliminar detalles superficiales, todo lo que pueda parecer obvio o pedagógico", tampoco se limita a episodios rocambolescos como la bronca entre Raúl Castro y Celia Sánchez, que habría finalizado con la muerte de ella por un disparo en el hígado (115). A medida que avanza en su relato, Tauler desvela el trasfondo cultural del régimen castrista: desde la animadversión hacia el pluralismo político y el miedo a la libertad, pasando por la creencia ciega en el líder y las sospechas en torno a la sociedad civil, hasta la gazmoñería sexual y la obsesión del enemigo enfrente. No son gratuitas ni siquiera las referencias al fetichismo narcisista de la élite militar cubana, como el Rolex Oyster Perpetual Submarine (89) o la camisa Mc Gregor hecha en Hong Kong (163).

Roberto González Echevarría destaca cómo la narrativa hispanoamericana se ha tornado "radicalmente crítica ante la historia y ante cómo narrarla". Wolfang Iser señalaba que la ficción permite imaginar para completar carencias y compensar frustraciones. Aunque no sea real, el relato de Tauler puede ser efectivo para dar con verdades ocultas. Sus personajes están supeditados a la trama, pero ésta no se agota en sí misma, sino que contribuye a buscar sentido existencial.

Tauler ha escrito también su novela para situar el futuro en el lugar de los deseos. Así como reafirma la libertad de creación frente a la historia oficial, no puede librarse de la trampa dialéctica que descubrieron Adorno y Horkheimer: la ilustración se transforma en mito. En la dedicatoria incluye al "general desconocido que en esta obra lleva el nombre de Sombra" y le desea suerte (5).

En el epílogo, este general pone una flor blanca sobre la losa de su hijo Roca y, tras enjugarse una lágrima, se vuelve a sus dos acompañantes: "Vamos. La Operación Cocodrilo Verde continúa" (290). Trátase del general mitológico que daría el coup d'etat a Castro. De este modo la obra de Tauler enrumba hacia el porvenir y expresa un deseo que muchos comparten (y otros aborrecen).

Terry Eagleton subrayó con tino que ni la literatura (con su pretendida libertad de creación) ni la historiografía (con su presunta objetividad) dejan de ser gobernadas por las presiones ideológicas de la realidad fatalmente histórica. Pero al menos en El general Sombra sopla un viento de fronda en dirección a la justicia. Y como toda novela basada en hechos reales, no se acabará hasta que mueran todos sus personajes reales y entonces renacerá ella misma como historia, porque la experiencia literaria nunca deja de ser vital.

El espíritu de la época se aprehende también desde perspectivas en que la ficción no tiene cabida. Quizás el premio Nobel Sir Vidiadhar Surajprasad Naipaul tenga razón cuando asevera que sólo la no ficción puede alzarse con el santo mundo actual y la limosna de su complejidad. Con todo, Cervantes demostró para siempre y Vargas Llosa no cesa de recordar que la novela capaz de fingir un mundo tan persuasivo como el real, es un ademán de insubordinación contra los poderes constituidos. Tal vez sea aquí donde radica la dignidad literaria más alta de Tauler.