Actualizado: 02/05/2024 23:14
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CON OJOS DE LECTOR

La televisión acaba con todo

Títulos buenos y espantosos, largos y cortos, ingeniosos y anodinos, iluminadores y confusos. Una ojeada al modo como los escritores cubanos bautizan sus libros.

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E n cuestiones de títulos todo vale

Un recurso muy utilizado por los escritores cubanos es el de construir el título a partir de un par de sustantivos, enlazados mediante la conjunción copulativa y. Ejemplos de ello son La roca y la espuma, La rueda y la serpiente, El mar y la montaña, La piel y la máscara, La espada y la pared, El arpa y la sombra, La piedrafina y el pavorreal, La sonrisa y la otra cabeza, Magias e invenciones… La lista es muy extensa. En cambio, desde hace décadas ha dejado de usarse el nombre del o la protagonista para titular las novelas, algo que se hacía en el siglo XIX y primeras décadas del XX. A esa época pertenecen Francisco, Pelayo González, Papaíto Mayarí, Pedro Blanco, el negrero, Leonela, Cecilia Valdés, Sab, Sofía, Carmela, Doña Guimar, Humberto Fabra. Es algo que ha pasado a ser considerado anacrónico. De décadas más recientes sólo me viene a la memoria Oppiano Licario.

Hay, en fin, mucha más tela por donde cortar, pues el tema da para mucho. Pero no me voy a extender al respecto. Sólo quiero mencionar brevemente tres detalles más. Uno es el cuidado que se toman algunos autores para indicar a qué público específico va dirigida su obra. Eduardo Benet tiene un par de libros titulados El jardín de la inocencia. Versos para lectores de 7 a 12 años y La primavera vuelve. Varias pinceladas líricas para jóvenes y viejos. Y Lydia Cabrera publicó en 1983 Cuentos para adultos niños y retrasados mentales. El segundo detalle al cual quiero aludir es el carácter críptico de ciertos títulos. El ya citado Emilio Blanchet proporciona uno muy elocuente en un libro suyo de 1900: Odas y sátiras. La Libertad. Antropofagia culta. Periodismo lucrativo. ¿Se trata de un poemario? ¿De un ensayo? ¿De una colección de trabajos periodísticos? Y por último, están los libros que nunca se escribieron y de los cuales sólo ha quedado el título: El Banalizador, novela que en una entrevista de 1948 Virgilio Piñera decía haber concluido; Doble juego y Breve homenaje a los comediantes cubanos, piezas teatrales estrenadas por Fermín Borges y cuyos textos se han perdido; El año 59, la novela sobre la revolución que prometió Carpentier; Gianni Giani, obra narrativa que Calvert Casey destruyó antes de suicidarse…

Pero no sólo de literatura cubana vive el hombre —y la mujer, por supuesto—, así que dedicaré el espacio que me queda a algunos datos curiosos relacionados con los títulos de algunas obras extranjeras. Posiblemente el más interesante tiene que ver con su traducción a otros idiomas, labor que ya se sabe tiene sus puñeterías. Casi todo el mundo recordará que La importancia de llamarse Ernesto debió traducirse como La importancia de ser honrado, pero tal título es inapropiado para alguien que derrochó tanto ingenio como Oscar Wilde. De igual modo, el título original de la novela de Ernest Hemingway A moveable feast (Una fiesta movible) no admite comparación con París era una fiesta.

Henry James bautizó una de sus obras más populares como The Turn of the Screw (La vuelta del tornillo), que el argentino José Bianco tradujo de manera excelente como Otra vuelta de tuerca. La abadía de las pesadillas, de Thomas Love Peacock, en realidad se titula Nightmare Abbey. Acertado es también el título de Desayuno con diamantes con que circula en español la novela de Truman Capote Breakfast at Tiffany's. En definitiva, uno no tiene por qué conocer la existencia de esa famosa joyería de Nueva York. Menos suerte ha corrido la pieza teatral de Thornton Wilder T he Skin of our Teeth, que se representa, vaya por Dios, como La piel de nuestros dientes. Proviene el título de la expresión "to escape with the skin of our teeth", que significa escapar por poquito, salvarse por los pelos. Pero como comentó Augusto Monterroso, es evidente que si el traductor hubiese escogido Por los pelitos, ni él mismo hubiera ido a ver la puesta en escena. Y aunque no se trata de traducción, no puede faltar aquí el ejemplo de Boarding Home, la excelente novela de Guillermo Rosales, que cuando se reeditó en España en 2003 se convirtió inconcebiblemente en La casa de los náufragos.

Capítulo aparte merece la traducción del título de las películas en España. Hay algunas que son para cagarse de la risa. After Hours (Deshoras) se convirtió en Jo, qué noche; Some Like it Hot (Algunos prefieren quemarse), en Con faldas y a lo loco; The Seven Year Itch (La comezón del séptimo año), en La tentación vive arriba; An affair to remember (Algo para recordar), en Tú y yo; Three coins in the fountain (Tres monedas en la fuente), en Creemos en el amor; Lust for life (Sed de vivir), en El loco del pelo rojo; Sunset Boulevard, en El crepúsculo de los dioses; Head of State (Jefe del estado), en De incompetente a presidente; Once upon a time in Mexico (Érase una vez en México), en El mexicano; Gigli, en Una relación peligrosa; Boat Trip (Viaje en barco), en Este barco es un peligro; Brokeback Mountain, en Secretos de montaña. En cambio, se dejan sin traducir títulos como Being Light, Open Range, Love Actually, Mystic River, Elf, Basic, Jeeper Creepers, Cabin Fever. En fin, como ven en cuestiones de títulos todo vale. Hasta el que encabeza estas líneas.


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