Actualizado: 18/04/2024 23:36
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| Cultura

La UNEAC, ese cadáver

¿Debate de ideas? ¿Franqueza y rigor? Sobre el llamamiento a un nuevo congreso.

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En efecto, muchas veces el talento artístico nada influye en el fanatismo. Sobran ejemplos, desde la Roma de Augusto hasta la Italia de Mussolini. Cuba —la deshecha y asfixiada Cuba— sigue regalando ilustraciones de creencias sin ideas. La convocatoria a un congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, tras casi una década de silencio, corrobora la vergüenza ajena.

El texto de la convocatoria y la relación de sus organizadores son suficientes pruebas —una más— no sólo de cómo las entendederas pueden tupirse ante las evidencias, sino de algo más triste: cómo el Poder —o los poderes de este mundo injusto y recalentado— saben operar como polichinelas a una parte de la intelectualidad, de los seres que se supone constituyen la élite del pensar sin orejeras.

A miles de metros de los tétricos problemas que sufre el país y de los que padecen sus artistas y escritores —entre aburridos lugares comunes y sintaxis de notario pueblerino—, el documento podría engrosar las antologías del disparate que sirven para cursos de redacción; si no fuera por las genuflexiones, por las loas a un "paraíso" que mantiene tras las rejas al 0,9 % de su población adulta, cerca de 100.000 seres humanos.

Una breve muestra argumenta la opinión, sin ataques personalizados, en razón de la amistad o el respeto que aún me ata a algunos de los "convocantes". Aunque confieso —evidencias históricas aparte— que no deja de sorprenderme el fenómeno, pues parece de locos que un admirable músico o pintor, que un sesudo escritor, pueda desbarrancarse hasta yacer en un sectario lodazal.

La inicial referencia a un documento de la propia UNEAC, dado a conocer en 1992, parece por lo menos obtusa, es decir: "tarda en comprender"; aunque tal vez responda a la subestimación de sus lectores, a considerarnos oligofrénicos. Dice: "confiamos, por demás, en la inevitable reorganización del pensamiento de izquierda que debe producirse en los años 90, un proceso en el que la intelectualidad cubana puede hacer aportes decisivos".

¿Qué ha ocurrido con la "izquierda" en los quince años que han pasado, en particular la latinoamericana, donde el ejemplo de Cuba no haya servido, precisamente, como antiejemplo? ¿Cuáles han sido los "aportes decisivos" al Brasil de Lula o al Chile de Bachelet? ¿Por qué hasta Chávez cantinflea y donde dijo no dijo y donde no deja lo dejan? ¿Quiénes marcan nostalgia pero diferencia? ¿Ganó acaso el México de López Obrador?

Tras la afirmación para débiles mentales y una atroz —por inoportuna— referencia al congreso anterior (1998) —¿dónde están los avances?—, el Llamamiento declara: "Hoy, al iniciar el proceso preparatorio para nuestro VII Congreso, podemos decir, sin triunfalismo, que gracias a la voluntad de la dirección del país y al trabajo de escritores, artistas y promotores, se ha ido restaurando el tejido cultural de la nación".

Dime de qué presumes para saber de qué careces… Y sin sonrisas irónicas: ¿Será el tejido cultural de los pedofílicos que van a La Habana a disfrutar de las bondades de una red similar a la de los países más pobres del Caribe? No, debe de ser el tejido entre los presos de conciencia y sus familiares, cuando les toca la visita al lejano presidio y ya ni lloran. Sí, ese debe de ser el tejido cultural de la nación cubana que defiende el documento.

Porque no creo que se refiera a un Ballet Nacional anquilosado en un repertorio vetusto, a una Sinfónica que apenas sobrevive o invita a un extranjero, al Instituto del Libro cuya cola —censura incluida— editorial parece un anuncio de colchonería, a la ausencia de un mercado nacional de obras de arte en razón de las penurias económicas, a teatros como el horno del Trianón, a pueblos donde la veloz Semana de la Cultura es un oasis en el año sahariano, arronado alrededor del parque.

Pero quizás el tejido cultural aluda al Gran Hermano del Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista, a su monitoreo de obras literarias y artísticas —siempre sospechosas de disidencia—, en íntima relación con la Seguridad del Estado, cuyos oficiales de caso "atienden" a los enfermos, les aconsejan aplomo, mucho a-plomo.

Una última cita del lamentable Llamamiento corrobora la engañifa, la impostura que mejor le divulgan a la almohada: "Nuestros propósitos, y nuestros fines, siempre dentro de la Revolución, pasan necesariamente por la defensa de la diversidad, por el debate de ideas, la franqueza y el rigor en las discusiones. Cuando la UNEAC acaba de cumplir cuarenta y cinco años, convocamos a un nuevo Congreso, y nuestra mayor aspiración es que participemos todos en el análisis".

Se sabe que pocos artistas son exactamente intelectuales, fenómeno predominante en expresiones de las artes que exigen gran sensibilidad y talento, pero escasas preocupaciones sociales y filosóficas. Lo menos obvio es que algunos creyentes en el régimen —si son honrados, como aún creo— se atrevan a firmar el párrafo anterior.

Supongamos que la revolución no murió alrededor de 1971, cuando los Castro y sus ex guerrilleros —ya sin velos— demostraron estar interesados en el Poder, no en Cuba. Pero cómo hablar de diversidad cuando la "propaganda enemiga" —penada hasta con 10 años— es cualquier crítica que se divulgue; cuando estar en contra de Castro es estar a favor de Bush, como si nadie supiera quién fue Manes, el pensador persa del siglo III que sólo admitía dos principios. Al parecer ser maniqueos no les recuerda a Hitler y a Stalin.

¿Debate de ideas? ¿Franqueza y rigor? ¿Qué les pasó a muchos militantes del Partido en las asambleas previas al último congreso, cuando se "orientó" que hablaran, que se despacharan con el cucharón? ¿No sirvió el truco para censar a los "problemáticos", a los "hipercríticos"? ¿No irán a debatir el modo de implementar las orientaciones bajadas? ¿No será el rigor —etimológicamente— de la inquisición?

Por último, me siento invitado. Dice "todos". Allí estaremos Manolo Díaz Martínez y Raúl Rivero, Antonio José Ponte y Duanel Díaz, para sólo citar a un escritor exiliado de cuatro promociones, y no llenar cuartillas con los artistas que tuvimos que irnos, con los que allá dentro sufren el mismo ostracismo que en los últimos años de sus vidas aguantaron Virgilio Piñera y Lezama.

En filosofía política —como nos enseñara Hannah Arendt— la memoria es esencial. Tengo buena memoria: no olvidaré a cada uno de los firmantes, a los que creen que sobrevivir en el Poder —al precio de una Cuba devastada espiritual y materialmente— es un mérito. La diferencia será que nunca la usaré para reprimir, para imponer mi ángulo de visión de la realidad. Si acaso para firmar, ahora sí que todos, una invitación al diálogo.