Las buenas conciencias
En esta película el tema del terrorismo se diluye en una trama de acción previsible, con algunos enredos impuestos en el argumento
Aunque casi inevitable, es injusto y desfigurador juzgar una época pasada, pero reciente, con los lentes del presente. Las explosiones de violencia y actos de sabotaje que se perpetraron en los Estados Unidos entre 1968 y 1982, por fracciones que se desprendían o eran parte de los movimientos de protesta pacífica, oposición contraculturalista, organizaciones contra el racismo y grupos estudiantiles, eran llamadas entonces activismo o militantismo. Aunque fue un asunto de gran complejidad, era, en términos simplistas, un terrorismo con narrativa. Nunca se puede menospreciar el papel del lenguaje en el análisis de los fenómenos históricos y políticos porque el lenguaje condiciona nuestro pensamiento. El cine americano ha sido timorato al enfrentar este fenómeno y no ha producido ningún filme de calidad que trate este asunto. El difunto artesano Sidney Lumet enfocó el tema desde un punto de vista demasiado favorable a la causa, pero de manera condescendiente y esquemática en Running on Empty (1988) un filme fallido sobre una pareja que cometió un acto de sabotaje que accidentalmente costó la vista a un sereno y andan fugados de la justicia con identidades falsas. Su condena es padecer la estructurada vida suburbana. Desde el 9/11 los directores y guionistas parecen zafarle el cuerpo al tema.
Robert Redford, quien a pesar de su fama como actor y galán ha ganado su único Oscar como director de Ordinary People (1980), vuelve en doble función de actor estelar y director con The Company You Keep para tratar de realizar una meditación sobre el tema del terrorismo de hace unas décadas, a la luz de las nuevas actitudes respecto a la violencia. Pero el mundo se ha vuelto conservador y como esto es cine comercial, Redford trata de mantener cierta actitud desafiante pero dentro de los límites de lo políticamente correcto. Los idealistas de entonces quieren hacer dinero ahora.
Sharon Solarz (Susan Sarandon) que ha vivido treinta años de vida suburbana bajo falsa identidad, y que ya tiene dos hijos adolescentes bastante creciditos, decide terminar su farsa y entregarse a la justicia que la ha estado buscando por su participación en un robo al Banco de Michigan, en Ann Arbor, en el cual fue balaceado un guardia de seguridad. Una vez atrapada por el FBI, que se anticipa en segundos a su entrega, se desata un efecto de dominó que afecta a otros implicados que también han logrado evadir la justicia todos estos años.
Jim Grant es un abogado dedicado a casos de interés público que vive con su hija de once años y que enviudó hace apenas un año, de su tardío matrimonio con una mujer mucho más joven. Ha pasado desapercibido hasta este momento, viviendo su apacible existencia de profesional dedicado a causas justas, en Albany, capital del estado de Nueva York. La captura de Solarz en un vecindario cercano, crea un oleaje nada conveniente para este hombre cuyo verdadero apellido es Sloan.
Ben Shepard (Shia LaBeouf) es un joven periodista del periódico local, sufriendo todos los problemas que aquejan a su carrera en estos tiempos y ve en estos sucesos la oportunidad de su vida de ser parte de una historia de interés nacional. Como periodista solamente comprometido con su oficio, empieza a husmear en la vida de los otros y a causarle dolores de cabeza a Grant, que, una vez que el FBI le sigue la pista a Shepard, se ve obligado a darse a la fuga y a dejar su hija en manos de su hermano que vive en Manhattan.
Grant se da a la fuga con un propósito que la película deja ver inmediatamente. El no participó del hecho que se le imputa, a pesar de ser parte del movimiento. La única persona que puede exonerarlo es una antigua compañera de militancia y amante, Mimi Lurie (Julie Christie), a quien hace tiempo le ha perdido la pista. El resto de la película se dedica mayormente a seguir la pesquisa de Grant en busca de Mimi, quien se ha mantenido fiel a sus ideales, aunque de manera extraña, ya que en los últimos años parece haberse dedicado al tráfico de drogas. Ella, a su vez, decide ir en busca de Grant, en el lugar secreto que ambos conocen.
El tema del terrorismo se diluye en una trama de acción previsible, con algunos enredos impuestos en el argumento, pero que todos sabemos llevará a un final feliz que satisfaga a productores, espectadores y hasta a algunos viejos militantes. La película se dedica a acentuar impúdicamente, la importancia de la familia por sobre todas las cosas, pero de forma esquemática y simplista.
Sarandon, que interpreta su breve papel como una reproducción de su Louise Sawyer sin su Thelma, dice algunas frases interesantes al respecto del tema de la acción armada. Habla de que eran unos jóvenes de buena familia que buscaban un ideal y se sumaron a la causa con fervor juvenil. Presa y encadenada, al ser interrogada por Shepard, insiste que si tuviera que volver a hacerlo lo haría y que solamente se entregó porque tiene dos hijos y unos padres que adora. Redford, que interpreta al personaje central pero el menos militante y el que más lamenta su actividad de aquellos años busca a Lurie en parte para revivir un romance, aunque de manera breve, ya que tiene que convencerla que se entregue y para llegar a ella pasa por otros personajes que viven negando su pasado, Nick Nolte como el dueño de una maderera que le presta ayuda y Richard Jenkins como un profesor universitario en Chicago quien es un pacifista comprometido y que le saca jugo a vender ilusiones a sus alumnos sobre el mito del SDS (Students for a Democratic Society) organización opositora estudiantil de los años 70, que parece crecer como leyenda ante una juventud demasiado consumida por sus equipos electrónicos y a la cual le falta una narrativa.
En realidad Lurie es el personaje romántico de la cinta, es la supuesta idealista que no se ajusta a convenciones y que ha decidido vivir como una rebelde todos estos años. Su vida clandestina y aventurera ha sido en parte hecha posible porque como le dice a Grant el personaje de Nick Nolte, “tiene muchos contactos con La Habana” que le proporcionaron refugio y dinero. Christie encarna el personaje como una Juana de Arco en sus cabales. Por supuesto, como tiene su corazón en el lugar correcto, a pesar de su tozudez, al final toma la decisión correcta. Pero eso no sorprende a nadie porque esta película esboza mucho pero no se atreve a nada.
Los personajes centrales fueron miembros del Weather Underground, que fuera el brazo armado del SDS y el cual plantó bombas en el Pentágono, en la sede central de la policía de Nueva York y en otros sitios. También ejecutaron la operación de escape de Timothy Leary y su traslado clandestino a Argelia, así como el robo de un camión blindado de Brinks en 1981, en el cual parece basarse la trama de esta película, aunque alude a un hecho también real sucedido en Michigan en los setenta. Esta organización también tuvo lazos de coordinación de acciones con la Organización Comunista 19 de Mayo y con el Black Liberation Army nada de lo cual se toca en este filme.
El tema de su equivalencia con el terrorismo islámico de nuestros días, solo se toca tangencialmente y en boca del personaje que interpreta Terrence Howard, un pertinaz agente del FBI, que parece un Elliot Ness de quincalla, por lo que al ser enunciado por la voz rígida de la autoridad, pierde su discurso inquisitivo, evita el debate. Por supuesto, como en todo cine comercial y convencional que se respete, los agentes del FBI son presentados como unos perfectos incompetentes. El joven periodista que interpreta Shia LaBeouf es capaz de desentrañar en menos de 48 horas, con ingenio elemental, una madeja que el FBI, con todos sus recursos sofisticados, ha sido incapaz de resolver en treinta años.
Desde el punto de vista artístico no hay mucho que deliberar. Las actuaciones son ordinarias, sin lustre, los diálogos efectistas y la previsible trama se enreda un poco, porque si Solarz presenta a su generación como un grupo de jóvenes idealistas, estos septuagenarios eran cuarentones hace treinta años. A pesar de que casi todos estos vejestorios se mantienen bastante bien, ayudados por el bótox y las cirugías plásticas, resulta patético y poco digerible ver a Redford, a sus 77 años, saltando cercas y corriendo para evadir a la policía y sus jaurías. Las arengas anticapitalistas de Mimi Lurie suenan falsas y forzadas. A la larga, solamente hay un mensajito, la familia es lo más importante del mundo, incluso para los terroristas, que en medio de todo parecen tener buenas conciencias. Son los únicos personajes complejos y con los cuales, dado el transcurrir de la acción, el espectador se debe identificar y simpatizar. Redford enseña muy poco de las habilidades que como director desplegó no solamente en Ordinary People, sino también en A River Runs Through It (1990) y en Quiz Show (1994). Es un desperdicio de tema.
The Company You Keep (EEUU, 2012). Dirección: Robert Redford. Guión: Lem Dobbs, basado en la novella de Neil Gordon. Director de Fotografía: Adriano Goldman. Con: Robert Redford, Shia LaBeouf, Julie Christie, Susan Sarandon, Sam Elliot, Terrence Howard, Chris Cooper, Brit Marling, Brendan Gleeson, Stanley Tucci, Nick Nolte, Richard Jenkins y Anna Kendrick. 125 minutos. De estreno amplio en todas las ciudades de Estados Unidos.
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