Actualizado: 28/03/2024 20:07
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María Félix, Cine

María Félix en su centenario: porte y gesto de una Doña

Cien años de una mujer que todavía perdura en el arte y la memoria de muchos hombres

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María de los Ángeles Félix Güereña (Álamos, Sonora, 8 de abril, 1914 - Ciudad de México, 8 de abril, 2002), María Félix —La Doña, María Bonita— se dio el lujo de morir el día de su cumpleaños 88. Nació en las esencias del miércoles; murió en la eternidad atribulada del lunes. El cine, no la hizo célebre: la pantalla grande la inventó.

Hay que verla en Río escondido, Maclovia, Camelia, Enamorada, El monje blanco, Doña Diabla, La noche del sábado, La escondida,Flor de mayo, La cucaracha, Que Dios me perdone, Una mujer cualquiera...: ella es encarnación y trama: deseo extraviado: fugacidad vibrante en las ostentaciones de la luz.

Cuarenta y siete películas de María en sets de México, España, Francia, Italia y Argentina. Pero hay que verla en Doña Barbara (Fernando de Fuentes, 1943): el personaje de Rómulo Gallego cobra toda su anchura: insaciable devoradora de hombres. Mímesis: los arcos desviados de las cejas de Doña Bárbara encuentran cobijos en el porte y en los gestos de María. “No es que me crea la divina garza: soy la divina garza”, lo repetía altanera y encantadora a los reporteros de espectáculo.

En La diosa arrodillada (Roberto Gavaldón, 1947), Arturo de Córdova sucumbe frente a su belleza. Melodrama en el que la altiva modelo que representa —cauces de una destructiva relación amorosa— conforma una instigadora encarnación de la codicia erótica: uno de los grandes momentos del cine mexicano. Uno de los grandes instantes de la catadura inmemorial de La Doña.

Dos veces visitó a La Habana: octubre de 1949 y el verano de 1955. En su primer viaje se alojó en el Hotel Nacional, los cronista relatan que en cada salida a las calles del Vedado un escuadrón de policías la escoltaba. Alguien, en la esquina de 23 y L, le jaloneó el vestido azul de lino adornado con flores rojas: “No, me lo van a rasgar..., miren que me lo mandé hacer para ustedes”, exclamó la sonorense.

En su segunda visita arribó al aeropuerto de Rancho Boyeros toda de blanco: una sonrisa de diosa consentida dibujaba su rostro. Habló de Jorge Negrete, quien había fallecido dos años atrás. “Jorge (Negrete) y yo queríamos venir juntos, pero fue imposible”, declaró para la Revista Bohemia. Se alojó en el Hotel Comodoro de Miramar: una tarde se fue a los montículos de la playa, varios policías la custodiaban. Iba descalza, el pelo negro suelto y un abanico ancho de Veracruz en su mano derecha. “Que tonta soy: traer un abanico donde hay tanta brisa”, dijo entre risas.

En Radio Centro (Cine Yara de hoy) se exhibía French Can-Can, el musical de Jean Renoir que protagonizó con Jean Gabin. Por la noche asistió el cabaret Montmartre de 23 y P (Restaurante Moscú en el castrismo). No quiso ir a Tropicana: “Prefiero pasar por el cine en el que está mi película francesa, quiero ver mi nombre en la marquesina, y a los cubanos entrando a verla”, pidió la Doña.

“Cuba me interesa, me gusta su gente, su clima. La Habana es una ciudad idílica. En Acapulco intenté seguirle los pasos a Ninón (Sevilla), fue imposible: esa manera de bailar viene en la sangre. Sé que en Cuba me siguen por mis películas. En mis dos visitas recibí mucha muestra de afectos. Qué pena la situación actual”, comentó María Félix, a quien esto escribe, en 1998.

Cien años de una mujer que fue propensión en la memoria de muchos varones. “Yo bajé a los infiernos y hablé con el diablo”, declaró después de la filmación de Doña Bárbara. El personaje femenino del narrador venezolano parece responderle: “Yo también”. El asombro caló sus ademanes. ¿Quién es María Félix?: Eso sólo lo sabe la sordina refulgente de las cámaras.


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