Actualizado: 25/04/2024 19:17
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CON OJOS DE LECTOR

Mejor ser filibustero, y no pirata negrero

Un libro analiza desde una perspectiva transnacional los periódicos editados en los Estados Unidos por los desterrados cubanos del siglo XIX.

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Desterrados cubanos y no exiliados cubanos

Lazo concentra su análisis en doce periódicos que se publicaron en esa etapa en ciudades como Nueva York y Nueva Orleans. El Filibustero, La Verdad, El Mulato, El Eco de Cuba, El Independiente y Pueblo, son algunos de los más importantes. Estaban escritos en español, aunque algunos insertaban secciones en inglés. Entre sus editores figuran nombres conocidos de nuestras letras, tales como Cirilo Villaverde, Juan Clemente Zenea, Gaspar Betancourt Cisneros, Pedro Santacilia y, naturalmente, José Martí. Al analizar su contenido, Lazo, además de apoyarse en los fundamentos teóricos sobre el problema del exilio de Edward Said, retoma la condición de desterrado que aquellos escritores utilizaban para referirse a sí mismos. Ser un desterrado cubano, comenta, desestabiliza la asociación de territorio y nación que ha marcado muchos de los trabajos seminales que definen la cubanidad.

Uno de los numerosos aspectos que afloran a lo largo del libro, y que es desarrollado más ampliamente por Lazo en el segundo capítulo, es el del anexionismo. El periódico que más promovió esa corriente fue La Verdad (Nueva York, 1848-1860), de todos el más influyente y el que tuvo una trayectoria más larga. Lo editaron en sus distintas etapas Villaverde, Santacilia y Miguel Teurbe Tolón, y debajo del nombre llevaba este anuncio: "El patriotismo cubano sostiene este periódico para circularlo gratis". Lazo señala al respecto el fuerte apoyo financiero que varios representantes de la sacarocracia cubana dieron a La Verdad, y llama la atención sobre el hecho de que a ellos estuvo vinculado John L. O'Sullivan, el profeta de la política del Destino Manifiesto.

Estudia además la evolución política que experimentó el diario. Así, en sus primeros años llamaba a la libertad y la independencia de Cuba (los editores, Tolón y Villaverde, tenían intereses patrióticos y no económicos). Ya desde entonces, sin embargo, empezó a emerger la idea de la anexión. En un editorial se habla de un pueblo oprimido e infeliz (el cubano) que desea arrojarse en los brazos de aquella nación (los Estados Unidos), que abre los brazos como un hermano que recibe a un hermano. En los años siguientes, el proyecto anexionista fue cobrando fuerza, aunque Lazo apunta que tuvo ciertas matizaciones. Betancourt Cisneros, por ejemplo, defendió el concepto de imperium in imperio, que proponía el futuro de Cuba como un Estado norteamericano que simultáneamente gozará de soberanía.

En otro de los capítulos, Men of Action: Revolutionary Masculinity and Women Writers, el autor de Writing to Cuba comenta como un hecho inusual la inclusión en uno de los números de La Verdad de dos poemas de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Eso le sirve para destacar la casi total ausencia de las mujeres en aquellas publicaciones. Se debía, anota Lazo, a la exclusión falocéntrica que también era aplicada en la cultura. Se pregunta asimismo por qué los filibusteros no incluyeron más textos de mujeres en sus periódicos, y al respecto escribe: "Without a definitive answer, it is important to note that the newspapers were largely homosocial. The Creole emphasis on the revolutionary man of action relegated women (and black) to the periphery". Rescata además el caso excepcional de Emilia Casanova, esposa de Villaverde, quien aunque apoyó decididamente la causa independentista, no colaboró en ninguno de aquellos diarios. Realizó, en cambio, una labor silenciosa a través de sus cartas, algunas de las cuales tuvieron como destinatarios a personalidades relevantes como Ulises S. Grant y Giuseppe Garibaldi.

Especialmente brillante es el capítulo que Lazo dedica a El Mulato (Nueva York, 1854), un diario beligerante e independiente al cual califica como el más radical de los editados por los cubanos en esos años. Aunque se anunciaba como un "periódico político, literario y de costumbres", El Mulato tuvo un claro perfil abolicionista. (Por cierto, un detalle del cual nuestros investigadores debieran tomar nota es que en sus últimos números apareció en varias entregas la novela El Negro Mártir). En aquel panorama dominado por los cubanos de raza blanca, El Mulato aportaba, como nota discordante e incómoda, la reivindicación del derecho de los negros. Y del mismo modo que La Verdad, El Filibustero y El Eco de Cuba lloraron la muerte del general Narciso López, sus editores declararon que "los patriotas de color no podían olvidar la memoria del sublime poeta Plácido".

Lazo hace un inteligente análisis del discurso independentista y abolicionista de El Mulato, que debido a eso fue condenado y silenciado por sus compatriotas. Eso respondió, expresa, a que "the newspaper unmasked how the racial ideology of filibustering and annexation rested on an ambivalence between a claim to Cuba based on Creole (and thus unstated white) right to land and a simultaneous refusal to discuss race and the influence of Africa and slaves in the island's society. El Mulato broke the silence on which Creole exiles relied to promote their program".

Se me agota ya el espacio y no he podido referirme al capítulo —igualmente lúcido— que Rodrigo Lazo dedica a Cecilia Valdés, a la cual llama novela filibustera. En todo caso, no creo que sea tan importante como decir en pocas palabras que Writing to Cuba es un libro que no debe escapar a la atención de los lectores. A partir de un examen interdisciplinario de los textos y de la aplicación de los conceptos más actuales sobre identidad nacional, género y raza, Rodrigo Lazo ha logrado aportar nuevos y valiosos elementos para la interpretación de una significativa etapa de nuestro siglo XIX.


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