Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Yourcenar, Literatura, Literatura francesa

«Memoirs of Hadrian»

Algunos fragmentos traducidos al español de la versión en inglés de la novela de Marguerite Yourcenar

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Motivado por una entrevista a Marguerite Yourcenar (Bélgica, 1903-Estados Unidos, 1987) que escuché en YouTube (Marguerite Yourcenar – Apostrophes), leí de nuevo la versión inglesa de su novela histórica Mémoires d’Hadrien (1951).

Adriano (76-138), fue uno de los más inteligentes y cultos de los emperadores romanos, que gobernó el entonces floreciente imperio desde el 117 de nuestra era hasta su muerte, a la edad de 62 años.

A continuación, transcribo unos párrafos escogidos al azar, que traduje de este maravilloso libro.

Jesús

Quadratus, un obispo cristiano, me envió una defensa de su fe… Leí ese escrito y me interesó hasta el punto de hacer que Phlegon procurara alguna información sobre la vida del joven profeta llamado Jesús, que había fundado la secta, pero que había muerto cien años atrás víctima de la intolerancia judía.

Amor

El más ligero y superficial de los contactos con la mayoría de las personas es suficiente para nosotros…, pero cuando estos contactos persisten y se multiplican con un único ser hasta el punto de abarcarlo completamente, cuando cada fracción de un cuerpo tiene para nosotros un valor tan subyugante como el rostro, cuando esta singular criatura nos embruja como una melodía y nos atormenta como un dilema… cuando pasa de la periferia de nuestro universo a su centro y finalmente se convierte en algo más indispensable que nuestra propia existencia, entonces, ese asombroso prodigio nos posee en lo que a mi entender es más una invasión de la carne por el espíritu que un solo y simple placer corporal.

Hacer el amor

Ese misterioso juego que trasciende del amor a un cuerpo al amor a toda una persona me ha parecido suficientemente noble como para consagrarle parte de mi vida. Las expresiones para definirlo son engañosas, puesto que la palabra placer tiene acepciones contradictorias que incluyen la calidez, dulzura e intimidad de los cuerpos, pero también nociones de violencia, agonía y el rumor de un lamento… Hacer el amor nos transporta a un mundo diferente, al cual en otras circunstancias nos es prohibida la entrada y al que dejamos de pertenecer tan pronto la pasión decrece y el éxtasis culmina.

Descendencia

No tengo hijos, no que eso sea de lamentar. En honor a la verdad, en épocas de debilidad y fatiga, cuando a uno le falta el coraje de las propias convicciones, a veces me he reprochado por no haber tenido la precaución de engendrar un hijo que me suceda. Pero ese vano reproche se basa en dos hipótesis igualmente dudosas: primero, que un hijo necesariamente nos sucederá; y segundo, que la extraña mixtura del bien y de la maldad, esa masa de diminutas y raras particularidades inherentes a una persona merezcan perpetuarse. Yo he dispensado mis virtudes tan bien como he podido y he gozado de mis vicios del mismo modo, pero no tengo especial preocupación en legar mi yo a nadie… La mayoría de los hombres que se han distinguido en la historia del mundo han procreado hijos mediocres, o aún peor, parece que han extinguido en ellos mismos los méritos de su raza.

Palestina

Judea fue barrida del mapa y por mis órdenes tomó el nombre de Palestina. Durante los cuatro años de guerra, cincuenta fortalezas y más de novecientas poblaciones fueron saqueadas y destruidas. El enemigo perdió cerca de seiscientos mil hombres. Batallas, fiebres endémicas y epidemias mataron a casi noventa mil de los nuestros.

Griego

Hasta el día de mi muerte le estaré agradecido a Scaurus por haberme inculcado el estudio del idioma griego… He amado ese lenguaje por su flexibilidad, como el de un cuerpo ágil y perfecto y por la riqueza de su vocabulario, en el que cada palabra denota un directo y variado contacto con la realidad; y porque casi todo lo que mejor ha dicho el hombre ha sido dicho en griego.

Lectura

Yo he leído casi todo lo que nuestros historiadores y poetas y hasta los rapsodas han escrito (aunque estos últimos son considerados frívolos), y les debo quizás más conocimiento que el adquirido en variadas circunstancias de mi propia vida. La palabra escrita me ha enseñado a escuchar la voz humana, tanto como las grandes estatuas inmóviles me han hecho apreciar la moción del cuerpo humano. Por otra parte, aunque más sutilmente, la vida ha iluminado para mí el significado de los libros.

Obras

Construir es colaborar con la Tierra, es poner una señal humana en un paisaje, modificándolo para siempre. El proceso también contribuye a ese lento cambio que hace la historia de las ciudades…

Nuestra vida es breve: siempre nos estamos refiriendo a los siglos que nos precedieron o a los del futuro como si fueran totalmente ajenos a nosotros, pero yo me he compenetrado con esos siglos en mi labor con la piedra. Estos muros que yo he reforzado están todavía tibios del contacto con cuerpos ya desaparecidos; manos aún no nacidas acariciarán los relieves de estas columnas. Mientras más he meditado sobre mi muerte y, en especial, sobre la de otros, más he tratado de añadir a nuestras vidas estas indestructibles obras.

Judíos

Los más devotos rehusaron abandonar su tierra natal; se establecieron en las regiones menos devastadas por la guerra. Los más fanáticos emigraron al territorio de Parthia; otros fueron a Antioquía, a Alejandría, a Pérgamo. Los más inteligentes se fueron a Roma, donde prosperaron.

Poesía

La lectura de los poetas tuvo aún más abrumadores efectos; no estoy seguro si el descubrimiento del amor es necesariamente más exquisito que el descubrimiento de la poesía. La poesía me transformó.

Vida, muerte, vejez

Numenius me envió Consolación, concebido según las usuales fórmulas de esos textos. Pasé la noche leyéndolo… Esas fútiles defensas esgrimidas por el hombre contra la muerte se resumen en dos argumentos: el primero consiste en presentar a la muerte como un mal inevitable y en recordarnos que ni la belleza ni la juventud ni el amor se libran del deterioro: la vida y su secuela de males son consecuentemente más horribles que la misma muerte y por tanto, es preferible morir que envejecer. Esas verdades son citadas para que nos resignemos, pero contribuyen a nuestra desesperación. La segunda línea de pensamiento contradice la primera, pero nuestros filósofos pasan por alto estos detalles: el tema no era ya la resignación ante la muerte, sino su negación. Solo el alma era importante, decían, esgrimiendo arrogantemente como prueba de inmortalidad esa vaga entidad, la cual nunca hemos visto funcionar en la ausencia del cuerpo, y cuya existencia no se han tomado el trabajo de probar...

La memoria de la mayoría de los hombres es un abandonado cementerio donde yacen, olvidados, quienes han sido ya dejados de amar.

Últimas reminiscencias

Sin duda, por última vez en mi vida, la ruta de regreso cruzó el archipiélago. Veía saltar los delfines en esas azules aguas, sin ulteriores pensamientos de intuir augurios. Contemplaba el vuelo ordenado de las migrantes aves, que a veces se posaban de forma amistosa en la cubierta del buque. Bebía, inmerso en el olor a sal en la piel humana, el aroma de flores proveniente de islas que todo viajero añora, pero donde sabe que no podrá vivir. Diotimus me leía poetas de su país. Él había tenido esa perfecta instrucción en las letras, la cual, con el fin de aumentar su valor, es a menudo impartida a los esclavos jóvenes que poseen gracias corporales. Al caer la noche yo me recostaba en la popa, protegido por el dosel púrpura y escuchaba hasta que la oscuridad venía a desvanecer esa línea que describe la trágica incertidumbre de nuestra vida, y esa otra que habla de palomas y besos y guirnaldas de rosas. El mar exhalaba su humedad, tibio aliento. Las estrellas ascendían a sus estaciones. El buque se inclinaba por el viento y navegaba hacia el occidente, el cual mostraba los últimos jirones color rosado. La fosforescencia brillaba en la estela que se extendía detrás de nosotros, para ser cubierta enseguida por la masa negra de las olas. Me dije que solo dos cosas de importancia me aguardaban en Roma: una era de interés para todo el imperio: escoger a mi sucesor. La otra era mi muerte, que me concernía solo a mí.


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